OVIEDO / Una Ofelia de locura

Oviedo. Teatro Campoamor. 8-XII-2022. Thomas: Hamlet. David Menéndez, Sara Blanch, Simón Orfila, Béatrice Uria Monzon, Alejandro del Cerro, Javier Castañeda, Josu Cabrero, Carlos Carzoglio, Alejandro López, Juan Laboreria y David Barrera. Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias. Coro Intermezzo. Directora musical: Audrey Saint-Gil. Directora de escena: Susana Gómez.

La temporada de ópera de Oviedo continúa con un título muy poco común, Hamlet, una ópera francesa de Ambroise Thomas, estrenada en 1868 en la Ópera de París, con libreto de Jules Barbier y Michel Carré, basado en la tragedia homónima de William Shakespeare, en la que los libretistas modifican varios aspectos de la trama original. La traición de la reina Gertrude —madre de Hamlet— va más allá del hecho de casarse con el hermano y asesino de su esposo, haciéndola ahora cómplice del crimen, y las muertes en escena de la obra maestra de la literatura universal se reducen a la del magnicida rey Claudius y la desgraciada Ophélie, dejando vivo al príncipe danés que ahora se convierte en rey de Dinamarca ante la eliminación del personaje de Fortinbrás, príncipe noruego que, en el original, se hace con el trono vacante tras la muerte del joven Hamlet.

Se trata de una producción propia puesta en manos de la directora de escena Susana Gómez, que ha optado por una propuesta atemporal, minimalista y oscura, con momentos efectistas, como un auténtico diluvio en escena que, sin embargo, no velaban por la comodidad de los cantantes, quienes tuvieron que andar con pies de plomo durante dos actos al cubrir el suelo del escenario con un plástico arrugado, para protegerlo de la posterior lluvia, y que provocó algún tropezón y mucha inseguridad en los movimientos de los intérpretes. Sara Blanch tuvo que cantar mojándose durante un buen rato, viéndose también obligada a fumar en escena durante una de sus intervenciones. La directora asturiana escuchó no solo nutridos aplausos en su saludo final, sino también algún que otro pateo.

Por otro lado, hubo un buen trabajo en cuanto a la caracterización dramática de los personajes y fue refrescante la coreografía del coro en la fiesta del primer acto, que lució un original vestuario de Gabriela Salaverri. La agrupación estuvo a un buen nivel escénico a lo largo de la obra, sin embargo, vocalmente presentó un volumen descontrolado durante buena parte de sus intervenciones que desvirtuaba su sonoridad, especialmente la parte masculina del Coro Intermezzo. David Menéndez debutó en el papel de Hamlet con mucha profesionalidad, comenzando un tanto destemplado, pero ganando enteros a medida que la función avanzaba; sin duda, cuando termine de pulir el personaje y se sienta más cómodo con la pronunciación francesa, podrá mostrar las grandes cualidades que posee. La estrella de la velada fue, sin duda alguna, Sara Blanch, excepcional como Ophélie. Su larga y complicadísima escena de la locura fue impecable, dando muestras de un absoluto dominio técnico y dramático, además de lucir un timbre hermosísimo. Simón Orfila, como el cruel rey Claudius, actuó a un gran nivel, llegando sin temor a notas realmente profundas. Béatrice Uria Monzon fue una adecuada Gertrude, aunque su voz adolece de excesivo vibrato. El resto del reparto estuvo a la altura en una versión musical de Audrey Saint-Gil que supo extraer el potencial de una OSPA muy entregada.

Nuria Blanco Álvarez