OVIEDO / Cara y cruz (Leoncavallo y Zemlinsky, frente a frente)
Oviedo. Teatro Campoamor. 15-XII-2019. Leoncavallo, Pagliacci. Diego Torre, María Katzaraba, John Lundgren, Juan Noval-Moro, Isaac Galán. • Zemlinsky, Una tragedia florentina. Diego Torre, John Lundgren, María Katzarava. Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias. Director musical: Will Humburg. Director de escena: Guy Joosten.
La cuarta cita de la temporada operística ovetense permitió asistir a una función doble con Pagliacci de Leoncavallo, acompañada por la inusual Una tragedia florentina de Zemlinsky, título que subía por primera vez a las tablas del Teatro Campoamor. La partitura del compositor austriaco dista mucho estéticamente de la de Leoncavallo, si bien ambas historias tienen puntos en común. La nueva producción de la ópera de Oviedo se basa en representar en escena al propio Teatro Campoamor como una imagen especular, imitando fidedignamente las plateas y un par de alturas del propio coliseo —preciosa obra de Ramón Ivars—, una idea, por cierto, harto utilizada en el metateatro. Este decorado permaneció inamovible de principio a fin, a pesar de que solo tiene sentido para el segundo acto de Pagliacci. La posible baza de la originalidad de este nuevo ‘dúo’ perdió enteros en cuanto se abrió el telón de la segunda parte de la velada, que reaprovechó este decorado y gran parte del vestuario de la anterior ópera.
Bien podría creerse que se trataba de una versión de concierto, pues eran solo tres los personajes, sin coro, y, como decimos, nada sobre el escenario se relacionaba con la trama ni la época en que se supone se desarrolla la acción, eso sí, Guy Joosten, el director de escena, tuvo a bien aderezarla con constantes magreos entre los protagonistas de una ordinariez supina. Además, las luces reales de la sala se estuvieron encendiendo y apagando a ratos. Es inaudito que en mitad de la maravillosa aria Vesti la giubba, interpretada con mucho sentimiento por Diego Torre, se rompiera la atmósfera creada por el cantante con un repentino encendido de luces.
El tenor mexicano presentó una voz holgada en los agudos y con un buen fiato. Su compatriota María Katzaraba, sin embargo, solo pudo lucirse como Nedda en el registro más agudo de su voz, pues en las primeras palabras de sus frases se la oía con cierta dificultad. Caso contrario al bajo-barítono John Lungren, que en los agudos de Tonio estuvo realmente desafortunado, si bien se entregó en lo dramático. El asturiano Juan Noval-Moro fue un solvente Beppe, mostrando una voz muy natural, y echamos en falta más proyección al Silvio de Isaac Galán. En el caso de Una tragedia florentina, los tres protagonistas supieron acomodarse al lenguaje de Zemlinsky, más expresivo que cantábile. El Coro de la ópera hizo un buen papel y la OSPA en las manos de Will Humburg ofreció una aseada versión.
Nuria Blanco Álvarez
Foto: Iván Martínez
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