MURCIA / Malofeev, emergente figura del teclado, por José Antonio Cantón

Murcia. Auditorio y Centro de Congresos Víctor Villegas. 10-I-2019. Alexander Malofeev, piano. Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia (ÖSRM). Directora: Virginia Martínez. Obras de Chaikovski y Sibelius.
José Antonio Cantón
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l cuarto concierto de temporada de la ÖSRM ha propiciado la presencia de un jovencísimo intérprete, Alexander Malofeev [en la foto], que está llamado a ser una de las estrellas que han de poblar el firmamento pianístico de las próximas décadas. Nacido en Moscú en el primer año del presente siglo, se presentaba en Murcia con el famoso Concierto nº 1 op. 23 de Chaikovski, obra sobrada de contenido para que queden demostradas las cualidades de un pianista. Y así sucedió.
Especialmente atento a las indicaciones de Virginia Martínez, expandió todo su poderío sonoro en los acordes iniciales del solemne episodio que abre la obra, dejando la sensación de querer realzar su autonomía dentro del movimiento, dado que contiene exposición, pequeño desarrollo y una corta re-exposición. Musicalmente significaba un planteamiento interesante ya que predisponía al oyente a que fuera percibiendo el primer tiempo como una alternancia de pasajes encaminados al Allegro con spirito central, cuyos temas, fueron estilísticamente realzados por Malofeev, apareciendo su vena lírica en el tercero de ellos, como así ocurrió en la cadenza que sirvió para que dejara constancia de su acertado entendimiento polifónico.
Su modo de expresar los staccati del segundo movimiento anunciaba un curioso balanceo de articulación de esta parte del concierto, llegando a su momento más lucido en el prestissimo, donde el solista desplegó todo su arsenal prestidigitativo más allá del asombro. Su figura ante teclado parecía ser una de esas viñetas en las que se reflejaba la capacidad acrobática de los grandes pianistas del XIX. Su admirable cinética ante el instrumento quedó confirmada en el fogoso Allegro final, demostrando que posee las mejores cualidades en mecanismo y en sentido musical para alcanzar el olimpo en esta profesión.
Ante el entusiasmo del público ofreció dos bises que confirmaron su enorme capacidad pianística; la fantasía oriental Islamey de Mily Balakirev, en la que mostró todo un variado catálogo de fraseo, técnica de muñeca, pulsación y golpeo, y la imitativa pieza titulada Noviembre (Troika) de la colección para piano Las estacionesde Chaikovski, con la que exhibió una regularidad expositiva propia de una experiencia muy superior a la de su edad.
La segunda parte del concierto estuvo dedicada a la Segunda sinfonía op. 43 de Jean Sibelius. Considerada la más popular de su catálogo, requiere un alto grado de concentración tanto en su dirección como en su ejecución. Ambas acciones se han dado en esta interpretación, que ha sido una de las más logradas esta temporada por Virginia Martínez y su orquesta. Con un gesto menos expandido de lo que en ella es habitual, que venía a demostrar el estado de recogimiento con el que se planteó la exploración del primer movimiento, dio sentido a cada detalle y a cada célula armónica del fragmentado discurso que propone el compositor hasta el regulador conclusivo que desemboca en silencio. Este final vino a despertar una gran experiencia de escucha en el oyente que vino a continuarse en el sobrecogedor Andante subsiguiente, especialmente en el sostenido pasaje central de la cuerda que funcionaba con ardiente efecto, siempre en connivencia con los instrumentos de metal y unos determinantes timbales, lo que se tradujo en uno de los más logrados movimientos de la obra.
La velocidad con la que hay que ejecutar el tercero permitía apreciar los avances que está logrando la orquesta en estas últimas temporadas. Virginia Martínez imprimió tal tensión a sus indicaciones que el discurso parecía un vendaval sin freno antes de abordarse el trío central, que hizo que el oboe se manifestara en un acentuado estilo pastoril. Cada movimiento significó un peldaño en crecimiento de bondad estética, llegando en el cuarto a producirse la más eficaz y sólida sonoridad de la ÖSRM con el continuo crescendo que se produce hasta la coda final, lográndose esa exaltación triunfal que pide Sibelius y que tanto determina la excelente impresión que produce en el oyente cuando es construido y dirigido como lo hizo Virginia Martínez, segura en cada momento de la expansiva dinámica que requiere.