OPORTO / La casa de todas las músicas
Oporto. Casa da Música. 23-X-2022. Remix Ensemble Casa da Música. Orquestra Jazz de Matosinhos. Director: Olari Elts. Obras de Magnus Lindberg, Lotta Wennäkoski, Anders Hillborg y Erkki-Sven Tüür.
Desde que en 2009 António Jorge Pacheco accediese a la dirección artística de la Casa da Música de Oporto, ésta se caracteriza por una encomiable pluralidad en sus programaciones musicales, sin apenas parangón en la península ibérica y asentada en tres criterios fundamentales: la apuesta por sus cuatro agrupaciones residentes, la combinación del gran repertorio tradicional con la música contemporánea, y el diálogo entre lo local y lo internacional, posibilitando que el público portuense escuche tanto a compositores lusos de distintas generaciones como a grandes maestros de muy diversas procedencias (a menudo, presentes en la Sala Suggia gracias a la excelente nómina de compositores en residencia que Pacheco ha reunido en Casa da Música).
Un buen ejemplo de ello lo tuvimos en el ciclo Outono em Jazz, que del 13 al 23 de octubre dio cabida en Oporto a músicas propiamente jazzísticas junto a otras inspiradas en dicho estilo musical, rubricando algo tan evidente como que Casa da Música es en la actualidad, y gracias a los criterios antes señalados, la casa de todas las músicas.
Así pues, con este ciclo otoñal dedicado al jazz nos quedamos hoy, por medio de un concierto que reunió al Remix Ensemble con la Orquestra Jazz de Matosinhos (OJM); todos ellos, bajo la dirección de Olari Elts, actual titular de la Orquesta Sinfónica Nacional de Estonia y batuta bien conocida en Casa da Música, auditorio al que regresa con frecuencia, dejando las estupendas sensaciones que nos ofreció el pasado 23 de octubre, en un programa netamente nórdico que no hace más que rubricar la continua apertura de Casa da Música a la pluralidad artística del mundo.
La primera parte del concierto fue interpretada por el Remix Ensemble, que con Olari Elts al frente comenzó su programa con la música de Magnus Lindberg, compositor en residencia en un 2008 que había sido dedicado en Casa da Música a los países nórdicos. Desde aquel año, de Lindberg hemos escuchado en Oporto partituras escritas en las tan diferentes etapas que jalonan su catálogo, siendo esta tarde Coyote Blues (1993) la pieza que nos mostró a ese otro compositor, más conservador, que el finlandés comenzaba a ser en los años noventa. Influencias de melodías populares y del soberbio ballet stravinskiano Les Noces (1914-17, rev. 1919) se suman en una partitura que evidencia el retorno de Magnus Lindberg al lenguaje armónico, así como una búsqueda de la simplicidad que, sin embargo, aún muestra ecos del abigarramiento de las capas rítmicas y tímbricas en el Lindberg de los años ochenta, por lo que Coyote Blues acaba teniendo, tal y como la ha defendido el Remix, algo de página de transición.
Destacaría en la dirección de Olari Elts su mimo al dibujar los colores del Remix, casi desgranando Coyote Blues como un concierto para ensemble, por el tan equilibrado realce que ha concedido a cada atril, con unas cuerdas soberbias (qué lujo, el contar entre ellas con Angel Gimeno y Ashot Sarkissjan —miembro del Arditti Quartet—) y una inmensa percusión, de la mano de Mário Teixeira. Sea como fuere, pese a la gran dirección de un Olari Elts que combina un gesto rigurosamente bouleziano, en cuanto a medida y entradas, con una mayor flexibilidad que el francés, en lo expresivo, no pudo evitar el estonio levantar el vuelo de una partitura que, de por sí, en sus compases finales se va desplomando hacia ese Lindberg repleto de lugares comunes que habría de irse consolidando a medida que pasaban los años noventa.
Como Magnus Lindberg, la compositora finlandesa Lotta Wennäkoski es originaria de esa inagotable factoría de talentos que es Helsinki: fruto de un caldo cultural que ha potenciado la música como valor social de prestigio, así como de un encomiable sistema educativo que buena falta nos haría por estos pagos. Las lecciones bien aprendidas que Wennäkoski evidencia en Hele (2018) comprenden, además de lo propiamente finés, lo mejor de la música contemporánea centroeuropea, con Helmut Lachenmann entre sus referentes; al menos, por su despliegue de técnicas extendidas en las cuerdas: muchas de las cuales podemos encontrar en los cuartetos del genio alemán.
En cambio, no es que se prodiguen las partituras de Lachenmann en algo tan importante en Hele como un sentido del humor que anima la obra de principio a fin, dándole un aire desenfadado, ya por el uso de instrumentos como la flauta de émbolo, ya por los contextos en los que se emplazan sonoridades tan propias de las vanguardias como las producidas por el lion’s roar. A esas músicas de reminiscencias faunísticas se suma todo un dispositivo de reclamos aviares que incrementa la sensación de liviandad a la que el título de la partitura nos remite. También entre las acepciones de Hele (en finlandés) figura la palabra ‘ornamento’: dicotomía que tiene muy presente Wennäkoski en todo momento, por cómo relaciona los instrumentos del ensemble y sus préstamos de colores y materiales, algo en lo que el Remix ha estado soberbio, como Olari Elts, a la hora de dar fluidez al conjunto, con desenvoltura rítmica y una celeridad en las transformaciones de los efectos ruidistas en motivos cromáticos de una gran seriedad a nivel técnico, por más que el humor haya primado en el tono de Hele, al punto de que esta música podría ser una estupenda banda sonora para un corto de Buster Keaton.
También el desenfado manda en Vaporised Tivoli (2010), obra para gran ensemble del compositor sueco Anders Hillborg que cerró la primera parte del concierto, incluyendo entre sus efectivos dos pianos, sexteto de cuerda y dos percusionistas. Como Hele, Vaporised Tivoli nos remite a dos referentes: por un lado, al disfrute de los niños en un parque de atracciones, con su trepidante movilidad; y, por otro, a la novela Something Wicked This Way Comes (1962), de Ray Bradbury, obra fantástica que muestra la cara más siniestra de esa diversión impostada que son dichos parques de atracciones.
Con tales planteamientos, Vaporised Tivoli comienza con un punto mecánico entre lo humorístico y lo desenfadado, con numerosos contrastes, bucles y disonancias: todo ello convertido en su reverso en una segunda parte que nos deja momentos mágicos en los compases confiados a cuerdas, piano y percusión, en lo más plasmático de las texturas armónicas, muy contrastado con viento-madera y metal en un proceso de densificación previo a que todo el aparato instrumental entre en esa vaporización a la que el título de la partitura se refiere. El contrabajo del siempre excelso António A. Aguiar rubricará Vaporised Tivoli con una línea melódica definida por el propio Hillborg como ‘misteriosa y sentimental’: elemento extraño que porta evocaciones más amables en esa disolución conclusiva del sonido de un Remix, de nuevo, espectacular.
La segunda parte del concierto estuvo íntegramente dedicada al estreno mundial de Mare Lacrimarum (2020-22), partitura para big band y ensemble del estonio Erkki-Sven Tüür, presente en una Sala Suggia en la que el 18 de mayo de 2019 el propio Olari Elts había dirigido su Quinta sinfonía (2004), página que igualmente comprendía, junto con la orquesta, a una big band. Tal y como explica Tüür en sus notas al programa, tras dicha interpretación, António Jorge Pacheco encargó al compositor estonio una pieza para ensemble y big band: propuesta que, reconoce, no le interesó de inmediato, si bien con el paso de los meses acabó convirtiéndose en una partitura que recoge tanto las muchas influencias que Tüür ha recibido, desde su adolescencia, del jazz y el rock progresivo como los acontecimientos bélicos que actualmente asolan Ucrania.
Una vez escuchada Mare Lacrimarum, da la impresión de que hubiese pesado esa desmotivación inicial, pues la propuesta de Erkki-Sven Tüür me ha parecido fallida y de baja altura artística, convirtiéndose en un pastiche de temas entre lo afectado y lo ecoico, dando una nueva muestra de que muchas de las partituras que hemos ido conociendo sobre el conflicto ucraniano parecen haber nacido demasiado en caliente, como la no menos manierista Elegía y baile (2022), de Wladimir Rosinskij: otro compositor nacido en la antigua Unión Soviética muy marcado por el jazz y el rock.
De este modo, Mare Lacrimarum sugiere motivos de King Crimson junto con el sonido de las maquinarias bélicas y el lamento de las víctimas de la invasión rusa (a quienes la obra está dedicada): todo ello, enfrentando en escena a Remix y Orquestra Jazz de Matosinhos en dos coros, ligados por contrabajo (en Remix) y bajo eléctrico (en OJM): centrando en dichos instrumentos los pulsos rítmicos compartidos, mientras que la complementariedad de ambos conjuntos se manifiesta en que no comparten ningún instrumento, expandiendo Tüür la paleta tímbrica al dejar como únicos metales en el Remix a dos trompas, mientras que en la OJM incluye saxos, trombones y trompetas. Por otro lado, la amplificación de ambos ensembles redunda en una afectación del sonido realmente horrísona, que desvirtúa al Remix; especialmente, a sus cuerdas, que quedan empequeñecidas frente a las embestidas de los metales de la OJM en sus sucesivos solos con acompañamiento: dinámicas repetidas hasta la saciedad, como la alternancia de ambos grupos individualmente, o unos tutti en los que el trabajo de la paleta cromática ha sido muy pobre.
Únicamente los pasajes más polirrítmicamente xenakianos, en los metales; los compases de aire sin tono, en los vientos; o la sobrepresión en capas superpuestas, en las cuerdas, han elevado muy puntualmente el interés de un estreno para el olvido por su escasa calidad y exceso de simplicidad afectada. Hemos de señalar, eso sí, que Mare Lacrimarum fue muy aplaudida por un público que casi llenó la Sala Suggia en los dos conciertos del fin de semana del 21 al 23 de octubre, devolviéndonos a imágenes pre-pandemia y a la fe que los melómanos portuenses parecen tener en el proyecto artístico de Casa da Música: un auditorio que, pese al pobre nivel ofrecido en esta ocasión por Erkki-Sven Tüür, suma un nuevo estreno a su flamante lista de encargos y primicias mundiales. Cuando una institución musical dinamiza a tal nivel la escena internacional, no cabe duda de que se convierte en un motivo de orgullo para su ciudad.
Paco Yáñez
(Foto: Alexandre Delmar – Casa da Música)