OBITUARIO / Isidro Barrio, el ‘último romántico’ del teclado

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ra un pianista distinguido. Casi aristocrático. Sus maneras, refinadas y sofisticadas, le venían de cuna: su padre era el polifacético escritor, pintor y músico segoviano Juan Ventura Barrio, un hombre renacentista de rancio abolengo castellano. Isidro Barrio, nacido en Madrid en 1945, donde fue alumno de Antonio Lucas Moreno —maestro también de Manuel Castillo, Rogelio Rodríguez Gavilanes y Ana Guijarro— falleció el pasado 24 de enero en la muy pequeña localidad alemana de Annaburg, en el estado federal Sajonia-Anhalt. Llevaba tiempo de residencia en Alemania, y estaba considerado por quienes le conocieron como ‘el último romántico’ por sus maneras y porte, que él mismo gustaba enfatizar hasta convertirse en caricatura de sí mismo. Entre velas, candelabros, arañas, terciopelos, recuerdos y viejos cuadros de firma, encarnó a la perfección el personaje que siempre quiso parecer. “Soy un exhibicionista”, gustaba decir con su inseparable pajarita al cuello y con ese aire decadente e irreal que siempre le caracterizó. Y fue, además, un apasionado del arte en general, muy especialmente del piano, eje vital de su existencia y al que se dedicó en cuerpo y alma.
Tenía un repertorio variopinto que interpretaba con una fuerte carga expresiva, en la más genuina tradición del cliché romántico. Retórico, afectado y grandilocuente ante el teclado y ante la vida, en la memoria quedan sus interpretaciones atrevidas, arriesgadas, imperfectas pero cargadas de entusiasmo y energía de obras de tanta envergadura como las Variaciones Diabelli de Beethoven o las Goldberg de Bach, ambas llevadas incluso al disco. Tampoco se amilanó ante composiciones virtuosísticas de Liszt o las sonatas de Beethoven. Y por supuesto, frecuentó los pentagramas del paradigma del artista romántico que fue Chopin. Pero acaso donde encontró la horma de su zapato fue en las músicas palaciegas de Scarlatti y en el clasicismo naciente y pimpante de Antonio Soler. Los lugareños aún recuerdan el recital que ofreció el 22 de julio de 2008 en el Monasterio de El Escorial, en el que evidentemente no faltó la música de su admirado Soler.
Gracias a su cuna y a sus refinadas y hasta decimonónicas maneras, se movió y relacionó como pez en el agua con las elitistas esferas de la vida social y artística. Entre sus amistades y conocidos, figuró Leonard Bernstein, que con habilidad y afecto dijo cuando en cierta ocasión coincidió con él en el Festival de Schleswig-Holstein: “Isidro es un artista que interpreta en el antiguo estilo europeo, lleno de nobleza y dignidad”.
Justo Romero