NUEVA YORK / The Met is back
Nueva York. Metropolitan Opera. 23-X-2021. Blanchard, Fire Shut Up in My Bones. Angel Blue, Latonia Moore, Will Liverman, Walter Russell III. Director musical: Yannick Nézet-Séguin. Directores de escena: James Robinson y Camille A. Brown.
El Met ha vuelto a la acción, y eso es bueno. La representación de Fire Shut Up in My Bones (Fuego encerrado en mis huesos), de Terence Blanchard, ha agotado prácticamente todas las entradas en las cinco funciones para las que ha sido programada. Por lo que a mí respecta, ha sido la primera ópera indoor en diecinueve meses, y las emociones que he sentido han compensado los inconvenientes de las largas colas para certificar que había recibido las preceptivas dosis de vacuna anti-Covid, la ausencia de refrigerios en las cafeterías del teatro y los 185 minutos de uso de mascarilla en una sala abarrotada.
También han compensado todos esos inconvenientes los méritos del título de la noche: no es la obra casi maestra que algunos han proclamado, pero sí una obra que merece la pena. No se le pueden negar sus credenciales históricas: se trata del primer compositor negro del Met, del primer libretista negro (Kasi Lemmons) y de la primera directora negra (Camille A. Brown, que asimismo ha sido la directora escénica, junto a James Robinson, y que también ha coreografiado las danzas).
Fire Shut Up in My Bones se insipra en las memorias homónimas del columnista del New York Times Charles M. Blow, las cuales relatan su infancia en un pequeño pueblo de Luisiana y su atormentada juventud. No las he leído, pero no puedo imaginar que sus 228 páginas no cuenten la historia de forma más apasionante que el espectáculo de tres horas de duración de Blanchard y Lemmons, que está sobrecargado y tiene escasa potencia teatral.
Esta es la segunda ópera de Blanchard, y está llena de cosas prometedoras, pero puede que su autor tenga que escribir uno o dos títulos más antes de dominar la manera de componer operas. Para entonces, tal vez habrá aprendido a hacer que el texto fluya y se balancee con un ritmo natural, sin enterrar las palabras en la instrumentación ni fomentar la ‘elocución’ de los cantantes con la mala costumbre de sobreacentuar su inglés nativo, una práctica común pero contraproducente que, de hecho, hace que los textos sean más complicados de entender: en el reparto del Met, tanto el barítono Will Liverman (Charles adulto) como la soprano Latonia Moore (su adorada madre) han resultado ininteligibles la mayor parte del tiempo.
Blanchard, ganador de varios premios Grammy por su trabajo en el campo del jazz, es un experto en la creación de sonidos atractivos. Una y otra vez crea el ambiente adecuado para una escena, pero luego no logra trazar el drama de cada momento. Las escenas que se captan con más inmediatez —el ballet onírico homoerótico del actoII y el emocionante bautismo coral evangélico del acto III, las novatadas de la fraternidad de colegiales con percusión y gritos— se me antojan demasiado contenidas: no añaden nada más que tiempo al impulso dramático de la ópera.
Y, a decir verdad, tampoco me ha conmovido demasiado el Charles adulto, especialmente por el desempeño de Liverman, cuya calidad vocal es innegable. Sin embargo, en esta ocasión apenas ha aportado algo especifico a la situación del personaje que encarna. Una y otra vez se ha visto eclipsado por el Charles niño, Walter Russell III. Se trata de un cantante de solo 12 años que ha sabido completar con encanto el rol que le ha sido encomendado. Latonia Moore posee una voz exuberante y una fuerte presencia escénica, lo cual ha servido para contrarrestar su pobre enunciación. La imponente Angel Blue, en su triple papel, ha logrado momentos brillantes, aunque ella y Moore han sonado demasiado parecidas tímbricamente.
El resto del gran reparto ha hecho su trabajo de forma admirable. Robinson y Brown han mantenido la acción a flote dentro de los paneles móviles de Allen Moyer y las proyecciones de Greg Emetaz. Yannick Nézet-Séguin, en el foso, ha demostrado ser el mismo gran maestro siempre. La orquesta ha sonado generosa a lo largo de toda la ópera, a pesar de que el enorme auditorio del Met es cuatro veces más grande que el espacio donde se estrenó Fire Shut Up in My Bones en St. Louis, en 2019. Me sentí feliz por regresar al Met después de tanto tiempo, pero no me uní a la clamorosa ovación del público puesto en pie al final de la velada.
Patrick Dillon