“No pretenden alcanzar la gloria cantando, sino rugiendo”
“La moderna cantante deberá comenzar a actuar en el teatro antes de cumplir los trece años, edad a la que todavía no sabrá leer bien, pues esto no es necesario para las virtuosas corrientes”. En 1720, Benedetto Marcello describía en el texto satírico Il teatro alla moda a libretistas, compositores, músicos, cantantes, empresarios, bailarines, copistas, abogados e incluso a las madres que acompañaban a las jóvenes solistas: en definitiva, a todos los protagonistas que intervenían en la escena del momento.
En este mismo contexto se publica Opinioni de’ cantori antichi, e moderni o sienno Osservazioni sopra il canto figurato de Pierfrancesco Tosi (1723). La crítica se formula aquí desde una perspectiva pedagógica y, aunque de la redacción sigue emanando un tono mordaz (“puedo asegurar que si en algún momento, quizás por excesivo celo, critico las faltas con poca delicadeza, mantengo siempre el respeto por las personas que las cometen”), el texto se dirige tanto al joven principiante como a su tutor, advirtiéndoles de los principales defectos técnicos con el objeto de corregirlos o eliminarlos a través de estudio atento y diligente.
El auge de la ópera italiana a principios del siglo XVIII y su posterior difusión traslada a otros centros europeos los repertorios y los usos de esta práctica vocal, pero también los abusos que ya se enumeraban en aquellos escritos. Las sucesivas traducciones al holandés (1731), al inglés (1742, con una segunda edición en 1743) y al alemán (1757) del texto de Tosi confirman la influencia que este tratado ejerció sobre el modo de entender el canto italiano.
Entre estas publicaciones, es la versión alemana a cargo de Johann Friedrich Agricola la que quizás mayor interés encierra: las numerosas anotaciones, explicaciones y aclaraciones que el editor incorpora sobre el texto original confieren a este texto un valor que excede el de su mera traducción, convirtiéndolo en testimonio de la evolución que la lírica italiana había vivido en su viaje europeo.
La distancia que separa esta publicación del original permite a Agricola reflexionar sobre la asimilación de los preceptos y defectos expuestos por Tosi tres décadas atrás en ámbito germánico, donde “el arte del canto no se había perfeccionado tanto como lo había hecho en Italia”. Dispuesto a “no incurrir en disputas sobre el gusto o la supremacía de las naciones” y desde la defensa ilustrada de la razón universal, el organista, compositor y teórico alemán propone “sacar provecho de las ideas, experiencias y ejemplos de las mentes preclaras, independientemente de su país de origen”.
El tratado se dirige fundamentalmente a los cantantes, de quienes critica la falta de formación (“si el cantante no entiende las palabras, la voz humana no será capaz de diferenciarse en nada de una corneta o de un oboe”), especialmente perniciosa en la pronunciación del texto italiano (“el cantante alemán que no sabe leer italiano, chapurrea y destroza los recitativos de tal modo, que ni siquiera un italiano podría entenderlos”) y en la comprensión y transmisión de los afectos del texto. En muchas ocasiones, y con el objetivo último del lucimiento personal, el solista solía “exagerar las pasiones intensas […], transformando los sonidos fuertes en gritos o aullidos, y los sonidos tristes o apagados en gemidos o quejas”. La falta de gusto en la emisión inspira la comparación entre la voz de algunos cantantes y “el sonido de las gallinas al poner un huevo: ¿Acaso no existen otros animales dignos de ser imitados para lograr que el arte del canto sea todavía más ridículo?”.
Sin embargo, al igual que ocurría en el texto de Marcello, tampoco la crítica se limita aquí al cantante. Entre sus líneas aparecen también quejas hacia los compositores que, dispuestos a aprovechar la música de “las arias más obscenas en la iglesia”, sustituyen su texto por palabras religiosas, faltando a la necesaria adecuación entre el discurso musical y el contenido expresivo del texto al que acompaña. La falta de solvencia de algunos profesores (“en ocasiones ocurre que un buen alumno lo es a pesar de su mal maestro”) y la incapacidad de algunos libretistas de trabajar conjuntamente con el compositor (“cuando el libretista prepare el texto, deberá tener en cuenta que no lo hace de manera independiente, sino que debe expresarse conjuntamente con la música”) son también objeto de preocupación.
Redacto estas líneas mientras trabajo, tres siglos después de su primera versión, en la que será la primera traducción española del tratado de Tosi-Agricola. Hoy, obstinados en la recuperación de la música antigua pero obsesionados a la vez por la rígida perfección que ha impuesto la tradición performativa, resulta necesario tomar consciencia de lo que supone la verdadera interpretación “históricamente informada”: lecturas vivas del repertorio, atentas a los consejos de aquellos maestros y a su vez conocedoras y cómplices de unos usos –y abusos— que impregnaron la práctica vocal durante las décadas centrales del siglo XVIII.
Nieves Pascual León
Nota: Las imágenes pertenecen a Galerie des Modes et Costumes Français