Nick Lowe: sólo canciones

Hace nada, el 24 de marzo, Antonio y Gerardo, del grupo madrileño Los Chicos, nos recordaban a los amigos que ese día cumplía años Nick Lowe. Antonio y Gerardo, como el resto de Los Chicos, son rockeros de pro, hay quien dice que hacen música de garaje y otros que un country potenciado. En cualquier caso, comparten conmigo, y con mis hijos, uno de ellos “chico” también, una rendida admiración por el cantante británico, lo que en el contexto de esta bitácora —en la que ha salido hasta Charles Bradley— no podrá extrañar a ninguno de mis improbables lectores. Yo cumpliré, si llego a tiempo, setenta allá por el solsticio de verano, lo que ya es una edad. Y viendo las fotos actuales de Lowe o sus videos pienso en cómo el cuerpo va resolviendo —no siempre, ya lo sé— las averías aparentes de sus desórdenes. Quiero decir que no deja de ser admirable la mecánica por la cual nuestro amigo resolvió situaciones como el llegar a creerse Johnny Cash en una noche de borrachera, precisamente cuando vivía con la hija adoptiva del hombre de negro. Hoy le vemos, con ese pelazo, esas gafas tan bien elegidas y semejante elegancia y no podemos dejar de pensar si no habremos ido un poco cortos de copas a la hora de tomar nuestras grandes decisiones.
Ha sido una carrera larga y variada la del genio de Surrey, con épocas distintas pero todas salpicadas de un algo que supo también transmitir a otros en los estudios de grabación: a Elvis Costello sin ir más lejos, otro de los que nos gustan a los que seguimos siendo algo relativistas en estas cosas. Escuchándolo hoy se advierte algo que sólo está al alcance de muy pocos y que es la consolidación de un repertorio como patrimonio de la historia de un género. Lowe, que dice que el talento decae con la edad, puede presumir a estas alturas de poseer su propio Songbook, sobre todo a raíz de sus discos más líricos, más interiores, desde The Impossible Bird hasta la fecha. Son maravillosas canciones, es decir, pertenecen a lo más simple, lo más íntimo, lo más inmediatamente conmovedor y compartible de todos esos géneros que constituyen la música y sus divisiones. No hace falta comparar con nadie ni caer en el viejo juego de si este o aquel hubiera vivido hoy o nosotros entonces. Basta con escuchar y dejarse llevar por esa oportunidad de reconciliarnos con lo más hermoso de la vida y sus fracasos. ¿House for Sale quizá?
Luis Suñén