Netrebko y Gergiev no tienen la culpa
Gergiev y Netrebko eran ellos cuando la serpiente todavía estaba en el huevo de la sala de torturas. No es justo, no es ejemplar que se les pida que condenen lo que los demás condenamos con comodidad. Recuerdo a Termirkanov, hace años, que me hacía notar que no debería juzgarse a los artistas soviéticos por sus dirigentes políticos. Si había que firmar, se firmaba; si había que jurar, se juraba; si había que denunciar o jurar en vano, se hacía. Camarada, decía Jrénikov a cualquiera de los músicos de la Unión de compositores, esto hay que hacerlo, no preguntes si no quieres que tu familia y tú desaparezcáis del mapa. El hermanazo de la Cheká vigilaba. Netrebko, jovencísima, cantaba; y en el huevo se removía la víbora de los rencores.
Recuerdo también el libro de Frances Stonor Saunders, La CIA y la guerra fría cultural (Debate, 2001). Aquel encuentro por la paz y la cultura y no sé cuántas cosas, que en realidad era una trampa para hacer propaganda. Ahí se lució Nikolai Nabókov, el músico, no confundir con el espléndido escritor. A Shostakóvich lo acorralaron a preguntas para que condenara el régimen de Stalin, y con toda claridad, tras hacer que no entendía, tras hacerse el tonto, dijo que estaba de acuerdo con su camarada, que acababa de intervenir. Lo podemos comprender como: déjenme en paz, no traten de sacrificarme a mí, a mi carrera y a mi familia en el altar de su buena conciencia. Mal sabor se llevó Shostakóvich, abucheado en su propio hotel por cómodos defensores de la libertad, justo cuando echaba a andar el Comité de actividades antiamericanas. No esperes nada de esta gente. ¿Qué querían, que condenara el estalinismo y al mismo tiempo secuestraran a su familia, o lo enviaran al GULAG al volver, o le hundieran la carrera (que por entonces estaba en su peor momento, dedicado a componer para películas de baja calidad). Y esto, hundir su carrera, sería lo menos doloroso frente a la deportación y la condena familiar.
¿Qué pretendemos ahora? Pretendemos creer que el Kremlin no iba a tomar represalias contra Gergiev, contra Netrebko. Lo mezclamos todo. Somos inmisericordes. El ladrón y el artista. Los ladrones que le robaron todo al pueblo ruso gracias a Yeltsin y al FMI, los que se valieron del sucesor de quien de veras destruyó el Imperio, están para nosotros en el mismo nivel de represalias que artistas de la talla de Anna Netrebko, Gergiev o el Ballet del Mariinski. Veto a la riqueza de los gángsteres postsoviéticos, y veto también a artistas indiscutibles.
¡Por favor!
Santiago Martín Bermúdez
1 comentarios para “Netrebko y Gergiev no tienen la culpa”
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