NANTES / Nace una delicada obra maestra, ‘L’Annonce faite à Marie’, de Philippe Leroux
Nantes. Angers-Nantes-Opéra, Théâtre Graslin. 9.X.2022. Philippe Leroux, L’Annonce faite à Marie. Raphaële Kennedy, Sophia Burgos, Els Janssens Vanmunster, Marc Scoffoni, Charles Rice, Vincent Bouchot. Dirección musical: Guillaume Bourgogne. Puesta en escena: Célie Pauthe. Escenografía: Guillaume Delaveau. Imágenes : François Weber. Figurines: Anaïs Romand. Luces : Sébastien Michaud
Este raro artista, Philippe Leroux (nacido en 1958), es uno de los compositores más representativos de su generación. Discreto y lúcido, une el rigor técnico a la pasión por transmitir, tanto al público como a sus colegas más jóvenes. A partir de una magistral adaptación de Raphaêle Felury, especialista del teatro de Claudel, lo que ya se puso de manifiesto en su sobresaliente trabajo en Le soulier de satin (El zapato de raso) para la ópera de Marc-André Dalbavie que se estrenó en el Garnier en 2021, Philippe Leroux consigue con L’Annonce faite à Marie, del mismo Paul Claudel (1868-1955), una auténtica obra maestra. Esta primera ópera reúne seis cantantes (dos sopranos, mezzosoprano, tenor, dos barítonos), nueve instrumentos (guitarra, piano, violín violonchelo, flauta, clarinete, trompeta, percusión, teclado) y la informática en tiempo real del IRCAM.
Titulado La jeune fille Violaine en su primera versión de 1892, modificado en 1899 y más tarde en 1948, el ‘misterio’ en un prólogo y cuatro actos de Paul Claudel L’Annonce faite à Marie, que se llama así por la anunciación del Arcángel Gabriel a la Virgen María de su maternidad divina, cuenta la historia de dos hermanas desgarradas. Violaine, hija mayor del rico granjero Anne Vercors, se halla ante el constructor de iglesias Pierre de Craon, ahora leproso; le da un beso por compasión en la boca, así como un anillo, sin advertir que los vigila su hermana Mara. Ésta acosa al joven campesino Jacques Hury, novio de Violaine, y le cuenta que ésta lo ha engañado. Loco de celos, él le pide explicaciones a Violaine, pero ella se niega, prefiere que su amado la crea culpable y la olvide. Violaine morirá por la lepra y golpeada por las acusaciones de Mara, aunque haya salvado al hijo de ésta en la Nochebuena, cuando estuvo al borde de la muerte.
Philippe Leroux permite que el texto se exprese con claridad y hace uso de todos los modos de expresión que el teatro lírico pone a su disposición tras cinco años de historia. Este ‘misterio’ que describe “la posesión de un alma por lo sobrenatural”, según Claudel, ha sido puesto en música de manera suntuosa por el compositor, cuya orquesta está llena de sortilegios, de timbres seductores en continuo movimiento. La música es al mismo tiempo inquieta, sensible, delicada, ingeniosa, épica, tierna, constantemente renovada. Al oír esta joya resulta evidente que el compositor está hecho para la ópera, lo que él mismo soñaba desde hace cuarenta años. El paso entre acústica y electrónica es fascinante, el tratamiento de las voces deslumbra. La electrónica se integra perfectamente en el elemento acústico, esculpe el sonido, le da un relieve excepcional al diseño sonoro y dramático tanto de la palabra como de la música; a las partes vocales, a menudo tratadas según el estilo madrigalística; a las instrumentales y a la informática en tiempo real, muy imbricadas, con mezclas de timbres y una dinámica abigarrada, todo ello surgiendo de la escritura de Leroux, lo que hace de esta partitura una obra capital.
La puesta en escena de Célie Pauthe, de gran eficacia teatral, se desarrolla dentro de una escenografía de Guillaume Delaveau que encierra la acción en un cubo con paredes grises animado por proyecciones de imágenes descoloridas de François Weber, que sitúan la acción en los tiempos de las catedrales, todo ello subrayado por los sobrios figurines de Anaïs Romand.
El sexteto de voces se identifica con este universo fascinante mediante una presencia escénica y un virtuosismo vocal que resultan singulares. Fiel intérprete de Philippe Leroux y voz plena de clara articulación, Raphaële Kenndy despliega una Violaine Vercors conmovedora, mientras que la puertorriqueña Sophia Burgos, voz carnal y cálida, sirve de manera admirable el momento antológico que es el relato evangélico que ella lamenta como un madrigal. Els Janssens Vanmunster, en el papel de la madre, completa el trío femenino en un idóneo estilo belcantista. El barítono Charles Rice despliega una línea impecable en el papel de Jacques Hury. El tenor-barítono Vincent Bouchot encarna un Pierre de Craon desgarrado, y el barítono Marc Scoffoni, forjado en el gran repertorio, encarna el padre de manera brillante.
En el foso, ocho solistas del Ensemble Cairn, familiarizados con el universo de Leroux, sirven a la perfección a la escritura instrumental del compositor, sus refinamientos, sus sonoridades llenas de hechizo, sus poderosos salientes, su onirismo seductor. El director musical del Ensemble Cairn, Guillaume Bougogne, dirige la obra con gran maestría en los tempos y en el penetrante espacio.
Bruno Serrou
(foto: Martin Argyroglo)