NANCY / Wagner, revisado por Tiago Rodrigues

Nancy. Opéra national de Lorraine. 4-II-2023. Wagner: Tristan und Isolde. Samuel Sakker, Dorothea Röschmann, Aude Extrémo, Scott Hendricks, Jongmin Park, Peter Braythwaite, Alexander Robin Baker, Yong Kim, Sofia Dias, Vitor Roriz. Orchestre et Choeur de l’Opéra national de Lorraine. Director musical: Leo Hussain. Director de escena: Tiago Rodrigues.
Representar Tristan und Isolde en un teatro de pequeñas dimensiones como es la Ópera de Nancy resulta atractivo, aunque también te lo cuestionas. En esta ocasión, ya desde los primeros compases del famoso preludio, como sucedió en éxitos indiscutibles de producciones de la Ópera de Lyon en 2011 y del Théâtre de La Monnaie de Bruselas en 2019, lo que se impone es la primera hipótesis. Una auténtica bombonera es este teatro lorenés a la italiana, de unas mil localidades, lo que puede ser una limitación y un espacio castrante en cuanto a coloridos y volumen de la orquesta en el foso, pero también puede ofrecer la ventaja de que el escenario no obliga a forzar a los cantantes en sus cometidos. En cuanto a la orquesta, fue necesario, en el primer acto, colocar a trompetas y trombones en dos palcos, frente a frente, y situar, igualmente, fuera de escena al coro masculino. El resultado, excelente.
Por lo demás, fue la orquesta, transparente, fluida, con matiz camerística, dirigida con onirismo por Leo Hussain, la que provocó el entusiasmo. Faltaron cuerdas, eso es verdad, pero el equilibrio conseguido no dio lugar a ninguna crítica. Bajo la centelleante, febril y contrastada dirección de Hussain, la Orquesta de la Ópera de Nancy resultó irreprochable, sonó con virtuosismo, igual que una orquesta de cámara de mil colores, con el brillante director británico como rector de penetrantes contrastes. Los atriles solistas brillaron con todo su fuego, en especial los instrumentos de viento. Por lo demás, Hussain, que le tomó perfectamente la medida tanto al escenario del teatro de Nancy como al reparto, con el que estuvo en evidente ósmosis, mantuvo una vigilancia permanente sobre cada uno de los protagonistas.
Pero donde las cosas se estropearon fue en la acción, que molestó a lo que se escucha. Confiar Tristán a un director de escena que se enfrenta a su primera puesta lírica es una jugada imposible. Sobre todo, si se trata de un director de teatro, porque sin duda alguna sentirá la tentación de mostrar lo que un hombre de su situación sabe hacer y buscará ante todo demostrar su ciencia, reduciendo al compositor y la voluntad del libretista a antiguallas que, además, son importunas. Pero resulta que en este caso el compositor y el libretista son la misma persona. Y sabemos bien hasta qué punto todo le importaba, por su preocupación con el concepto de obra de arte total. Así pues, si bien se trata de honrar al primero, que es lo que garantiza la obra maestra, parece claro que el libretista Richard Wagner le planteaba problemas a Tiago Rodrigues… El director de escena portugués firmó un espectáculo pretencioso, en el que mandó a paseo el libreto, reemplazó los sobretítulos con mil carteles que llevaban frases más o menos burlonas que él mismo había redactado resumiendo así los contextos (“el hombre triste y su amigo”, “la mujer trise y su amiga”) y ridiculizó el texto de Wagner, considerado “demasiado largo”, con unos carteles movidos por dos bailarines omnipresentes (Sofia Dias y Victor Roriz). Esos carteles procedían de una biblioteca semicircular, visible desde el momento en que entraba el público en la sala, y que ocupaba todo el fondo del escenario. Durante dieciocho minutos, el director de escena-dramaturgo hizo recitar a sus dos comparsas actores-bailarines-coreógrafos un texto de presentación irritante y fatuo, que dejó entender, como subtexto, que los espectadores son unos ignorantes… Después de un momento interminable, aparecieron los protagonistas en el primer piso de la biblioteca. Y ahí empieza todo…
A menudo, lo peor; raras veces, lo mejor. Esto último hay que situarlo en la dirección de actores, con cada cantante perfectamente integrado en su papel. Y eso que les hizo falta voluntad y estoicismo para concentrarse en el canto y para interpretar una obra tan exigente. Durante cuatro horas, los cantantes hubieron de tener entre las piernas dos peces piloto que presentaban ante sus narices unos carteles blancos enormes con frases vacías que, se supone, resumían el texto wagneriano (“la mujer triste ha de resignarse”… “ella sabe que el hombre triste mató a una guerrero al que ella amaba”… “la amiga desconfía de él”), del que el regista se burla a menudo (“las personas tristes necesitan muchas palabras para ser felices […] necesitan mucha música, necesitan una orquesta, una enormidad de palabras cantadas en alemán durante horas…”). Al final, en el tercer acto, la biblioteca se queda poco a poco vacía de esos carteles, que luego conformarán un enorme montón sobre el que agonizará Tristán.
El reparto resultó muy homogéneo. Lo dominaron el ardiente Tristán del tenor británico Samuel Sakker, que se reafirmó de acto en acto, hasta el tercero, con una intensidad conmovedora “como para hacer llorar a las piedras”, y un rey Marke impresionante en gravedad y nobleza por parte del bajo surcoreano Jogmin Park, voz sombría y poderosa. Como Isolda, la soprano alemana Dorothea Röschmann, cantante de reputación mozartiana que, a ejemplo de Margaret Price en el registro legendario de Carlos Kleiber, tiene de sobra para asumir sin dificultad este papel (aquí, en un teatro de pequeñas dimensiones como es este de Nancy, lo hizo sin restricción alguna, al punto de que su agudo resultó una pizca gritón). A su lado, la mezzosoprano francesa Aude Extrémo desplegó con su voz de terciopelo una destacada Brangäne. Y el barítono tejano Scott Hendricks, discreto en sus primeras ntervenciones, dio lo mejor de sí en el tercer acto, aunque hubiera sido mejor que el director de escena le hubiera dejado expresar su apego a Tristán, ocupándose de él en lugar de confiar esta misión a la bailarina-coreógrafa que lleva esos carteles que coloca constantemente entre las piernas de los cantantes… Peter Brathwaite (Melot), Alexander Robin Baker (Pastor / Voz de marinero joven) y Ong Kim (El timonel) completaron con precisión este equilibrado reparto.
Bruno Serrou
(Foto: Jean-Louis Fernandez)
1 comentario para “NANCY / Wagner, revisado por Tiago Rodrigues”
<strong>… [Trackback]</strong>
[…] There you can find 82241 more Information on that Topic: scherzo.es/nancy-wagner-revisado-por-tiago-rodrigues/ […]
Los comentarios están cerrados.