MURCIA / El pianismo dialéctico de Javier Negrín
Murcia. Auditorio Víctor Villegas. 15-I-2020. Recital de piano de Javier Negrín. Obras de Armando Alfonso, Ludwig van Beethoven y György Ligeti.
Dentro del ciclo de piano Beethoven Actual organizado por el Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM), que viene desarrollando su última edición por distintos escenarios de España, se presentó el pianista Javier Negrín en el auditorio murciano con un programa integrado por tres sonatas características de cada uno de los periodos creativos del compositor de Bonn, más dos estudios de Ligeti y una obra del que fuera director durante dieciocho años de la Orquesta Sinfónica de Tenerife, Armando Alfonso, que lleva por título Juego de tresillos, encargada por el CNDM para esta serie de recitales.
La primera sensación que desprendía la presencia de Negrín en el escenario de la Sala de Cámara ‘Miguel Ángel Clares’ fue que salía con un alto grado de concentración, dispuesto a tocar para sí mismo, haciendo de su actuación un amplio a la vez que pormenorizado ejercicio de control de aspectos estéticos, técnicos y emocionales. Desde la oportuna pulsación en cada pasaje, hasta la más ajustada articulación, pasando por un destino unitario en el planteamiento global de cada movimiento, todo estaba calculado con un alto grado de exigencia, obligándose así a inmiscuirse en el pensamiento musical del autor más allá de lo puramente formal, de tal manera, que llegaba hasta los secretos de sus determinantes intenciones artísticas. Así ocurrió desde que sonaran las primeras notas del allegro que abre la Sonata nº 5 en Do menor, Op. 10, nº 1 de Beethoven que apuntaban ya la audacia, fortaleza y vehemencia del último movimiento, tan esencial en esta obra por su marcado carácter declamatorio.
El importante y no menos ingenioso Tercer Estudio del Libro I, Teclas bloquedas de György Ligeti sirvió de enlace en el orden del programa para afrontar la interpretación de la Sonata Pastoral de Beethoven. Javier Negrín no forzó su aire presto en su deseo de que fuera perceptible el aislamiento de determinadas notas que se esperan en el discurso de la obra pero que nunca se producen. Su lectura hizo que llegaran a sentirse en la imaginación de oyente.
Con la Pastoral el pianista canario intensificó aún más su control expresivo con la diferenciación de sonoridad alcanzada en sus tiempos primero, tercero y cuarto en relación al Andante con el que quiso, a través de sus staccati, generar un misterioso destino al discurso ya que, de alguna manera, tales articulaciones parecían haberse escuchado anteriormente en los hábiles planteamientos “ligetianos”. En cuanto al Scherzo, tuvo a bien centrarse en el realce de su ingeniosa estructura armónica, contrastada de manera especial en la manera de asegurara el melódico canto de su trío. Finalmente, mantuvo el encantador carácter evocador del Rondó generando en el oyente ese cambio dramático al que lleva la conclusión de la obra, en el que demostró lo mejor de su virtuosismo en una inflamada progresión técnica.
La obra de Armando Alfonso antes citada abría la segunda parte del recital. Negrín fue recorriendo las distintas formas de tresillos propuestas por el autor hasta llegar a un punto en el que surgió el que da identidad al primer movimiento de la Sonata Claro de luna de Beethoven, que fue perfectamente identificable pese a su fugaz aparición.
En la interpretación de la Sonata nº 30 en Mi mayor, Op. 109 de Beethoven, Javier Negrín ofreció toda la capacidad dialéctica de que es capaz. Así, planteó el primer movimiento de manera abierta sugiriendo la forma-sonata de la que deviene, pudiéndose percibir las tensiones del desestructurado planteamiento del compositor al superar la aparente linealidad de su vanguardista contenido. Sobradamente pudo con el apasionado mensaje que encierra el Prestissimo, creando homogeneidad de sus antitéticos contrapuntos lo que permitía singularizar su escucha sin perderse la homogeneidad de este movimiento. La misma orientación dio al desarrollo del último tiempo, resaltando su naturaleza liederística a la vez que singularizaba la individualidad de cada una de sus seis variaciones en las que proyectó su capacidad emocional con alternativa distinción, destacando la ejecución de la quinta por cómo puso su espléndida técnica al servicio de su tan poderoso contenido musical, para llegar a la última cargado de razones pianísticas que le posibilitaron conseguir una especial claridad de sonido estimulada por su ritmo interno y estructura armónica. Fue el momento culminante de este recital.
Éste terminó con el Estudio nº 16 Pour Irina, Libro III que György Ligeti dedicó a la pianista Irina Kataeva-Emar en reconocimiento al entendimiento que esta intérprete supo dar a la totalidad de su corpus pianístico. Una vez más las tensiones dialécticas de esta obra fueron abordadas por Javier Negrín con resolución técnica y sentido musical, logrando ese difícil equilibrio que iba desde su pausado inicio hasta su molto vivace final pasando por una continuada aceleración de su tempo, motivada por sus cada vez más reducido valor de sus notas, destacando con nitidez simultáneamente la aparición de nuevos apuntes motívicos.
Después de la eterna vanguardia de Beethoven y el sorprendente ingenio de Ligeti, Javier Negrín obsequió al público con el romanticismo de Chopin interpretando uno de sus más enigmáticos nocturnos, cuyos compases fluyeron como un bálsamo ante la innumerables tensiones de un programa que exigía al espectador escuchar desde el sentimiento y el intelecto.
José Antonio Cantón