MÚNICH / Un gran Wotan en el ‘Siegfried’ de Rattle
Múnich. Isarphilharmonie. 5-2-2023. Wagner: Siegfried. Anja Kampe, Danae Kontora, Gerhild Romberger, Simon O’Neill, Peter Hoare, Michael Volle, Georg Nigl, Franz-Josef Selig. Orquesta Sinfónica de la Radio de Baviera. Director musical: Simon Rattle.
Simon Rattle comenzó el proyecto ambicioso de culminar la tetralogía wagneriana con la Orquesta Sinfónica de la Radio de Baviera. Era 2015 y no sabía que en medio del proceso iba a convertirse en su director titular. A aquel Das Rheingold en la Herkulessaal, que luego aparecería en CD, le siguió Die Walküre en 2019. Los registros obtenidos han recabado encendidos elogios, que empezaron en la misma sala de conciertos. No ha ocurrido menos con este Siegfried en la Isarphilharmonie, la sala que acoge todo que debería estar interpretándose en el Gasteig, que está en obras. Es muy probable que este Anillo culmine aquí también. Los plazos de la reforma pueden retrasarse y apenas ha empezado a construirse la ya proyectada Konzerthaus.
Detrás de este empeño quizá esté la ambición personal del director inglés por conseguir, de una vez por todas, una identificación personal con esta música. El instrumento no puede ser el más idóneo: una de las mejores formaciones del mundo y oriunda del estado alemán donde Wagner pudo cristalizar su obra más ambiciosa. Antes sólo lo había abordado en dos ocasiones, en 2004 con Orchestra of the Age of Enlightenment y en 2006 con la Filarmónica de Berlín.
Este Siegfried comenzó con varias gemas sonoras, como esas frases de la viola del preludio, que se contagian a contrabajos y violonchelos con un breve espasmo. Los registros sonoros de las dos óperas anteriores están llenos de este tipo de detalles, al alcance sólo de músicos como los de esta orquesta. El tenor Peter Hoare encarna con talento dramático a un Mime timorato, cuya duda se extiende a su espalda con una conmovedora frase de las violas. Siegfried, la encarnación de la inocencia que esconde todo arrojo, recuerda al niño de Zaratustra, aunque al tenor Simon O’Neill le falta volumen para sobreponerse al empuje de la centuria que sopla detrás con unos metales majestuosos. Ambos cierran un primer acto rutilante y lleno de fuerza.
En el segundo acto descubrimos a la voz descollante de la noche, la del magnífico barítono alemán Michael Volle, que encarnó a un Wotan orgulloso y desafiante y firmó lo mejor del acto en sus duelos con Mime y Alberich, muy bien cantado por Georg Nigl. A Siegfried empezaron a pesarle los minutos en escena a partir de la segunda mitad, hubo un decaimiento de la tensión sobre todo a partir de la intervención de la trompa, que no estuvo todo lo limpia y afinada que cabía esperar. Luego, el pájaro de Danae Kontora se quedó demasiado frío y a aquellos compases les faltaron la mordiente y la inspiración necesarias.
Al rescate vendría el último acto, en cuya escena tercera, tras la intervención del arpa, reluciría una cuerda soberbia y luminosa como premonición de ese Ur-Sorge que presiente Brünnhilde mientras dormita en la roca rodeada de fuego desde el último acto de Die Walküre. Anja Kampe y Simon O’Neill se lanzaron a un dúo eterno tras el renacimiento de la hija de Wotan, ahora ya más humana que nunca. La música de estos compases es dirigida por Rattle con una intensidad y violencia inusitadas. “¡Salve, oh Tierra!”, gritan los dos con el deseo de vida de un recién nacido. Fue un canto al límite de las posibilidades que culminó una gran versión de esta segunda jornada del Anillo con una respuesta entusiasta del público muniqués.
Felipe Santos
(Foto: Astrid Ackermann)