MÚNICH / ‘Mignon’, de Thomas, fina sensibilidad

Múnich. Bayerische Staatsoper (Cuvilliés-Theater). 3-IX-2020. Thomas, Mignon (versión reducida de Paul Leonard Schäffer). Sarah Gilford, Caspar Singh, Juliana Zara, Ogulcan Yilmaz, Daria Proszek, Christian Valle, George Virban. Director musical: Pierre Dumoussaud. Director de escena: Christiane Lutz.
Mignon es uno de estos títulos operísticos que se han ido perdiendo con el paso del tiempo. Obra del compositor francés Ambroise Thomas, gozó de una gran popularidad a finales del siglo XIX, hasta el punto de que su título puede encontrarse en dos obras literarias importantes como Los muertos de James Joyce o La casa del profeso, de Willa Cather. En la primera protagoniza un apasionado debate de los protagonistas sobre el panorama de la ópera de aquellos años, y en la segunda es el bello recuerdo que surge en la mente del profesor cuando rememora su juventud como estudiante de música en París.
De su estreno en la Opéra-Comique en 1866 se hizo una traducción al alemán, dado que su argumento está inspirado en el Wilhelm Meister de Goethe. La recepción en Alemania no fue muy buena, ya que la adaptación de la obra del padre de las letras alemanas era bastante libre e incluía un final feliz que en nada casaba con el espíritu del texto. Así que Thomas decidió componer uno distinto en el que Mignon caía muerta en brazos de Wilhelm.
Todos estos pequeños detalles se han mantenido en la producción que la Ópera de Baviera ha presentado con los alumnos de su ópera-estudio. Al frente estaba la directora de escena Christiane Lutz, que resolvió con gran sensibilidad el final al habilitar una doble dimensión en la narración: la real de los personajes y la evocada por los recuerdos. La propuesta abre precisamente con una imagen que persigue a Mignon, la de una viga en llamas que cae sobre una madre y una hija que tratan de huir vestidas como si acabaran de ser sorprendidas por el fuego en medio de la noche. Esa imagen huidiza y sin significado, levantada sobre la obertura de la ópera, ocupará la mente de la protagonista hasta su juventud, periodo en el que transcurre la ópera. Lutz comenzará con una escena realista, descriptiva, para luego ir jugando con esas dos dimensiones hasta el cuadro final, en el que la dimensión espiritual y onírica que ocupan los espíritus de la madre y la hija termina por invadir el espacio real.
Sarah Gilford es una soprano galesa que dejó una excelente impresión con su papel como Mignon. Tiene la voz más hecha y más homogénea de todo el elenco. Cantó muy bien, como mucha atención en el fraseo, la bella aria Connais-tu le pays sobre el no menos bello poema de Goethe ¿Conoces el país donde florecen los limoneros? El Wilhelm Meister de Caspar Singh, sin embargo, fue más irregular. Este tenor británico, ya con una carrera incipiente a sus espaldas, mostró ciertas limitaciones en la proyección de la voz, que queda trasera y engolada. Posee ciertamente un timbre lírico interesante, que necesita más formación y refuerzo para poder abordar los fraseos sin altibajos. Juliana Zara es una soprano lírica que le iba como anillo al dedo su papel como Philine. Dejó ver sus maneras de coloratura, con agudos metálicos y penetrantes, algo brusca en los ataques, que nos hace preguntarnos si no estamos ante una sfogato. Tanto el Lothario del bajo-barítono Ogulcan Yilmaz como el Laërte del tenor George Virban brillaron en sus arias y cumplieron con sus papeles. El espectáculo duró dos horas y cuarto, sin descansos, y por motivos de la pandemia, tuvo que realizarse en versión orquestal reducida para tan sólo 150 espectadores.
Felipe Santos