MOTRIL / Excepcional Cuarteto Lutoslawski

Motril. Teatro Calderón de la Barca. 26-IX-2021. Festival Música Sur. Cuarteto Lutoslawski. Juan Carlos Garvayo, piano. Obras de Lutoslawski, Mykietyn y Dvorák.
Espectacular cierre de una nueva edición de este festival motrileño que en esta ocasión ha tenido momentos tan intensos como la visita del Cuarteto Diotima, La bella molinera en la voz de Konstantin Krimmel o este broche a cargo de un excepcional cuarteto polaco. Y con una primera parte a base de obras maestras polacas de los siglos XX y XXI. El único cuarteto de cuerdas de Witold Lutoslawski, compuesto hace ya casi sesenta años, sigue resultando tan rompedor, inquietante y subyugante como desde sus orígenes. Obra abierta, que se mueve dentro de una aleatoriedad controlada que deja a los intérpretes espacios de improvisación o de creatividad alternativa, a la vez que exige de ellos el mayor esfuerzo interpretativo. El Cuarteto Lutoslawski lo conoce a la perfección y sabe fajarse con sus recovecos expresivos. Con un sonido rico en colores, brillante y punzante antes de profundo (que es lo que la pieza pide, por otra parte), la precisión en las entradas superpuestas del primer tiempo fue espectacular, mientras que en el segundo arrolló con la energía y hasta la violencia de los ataques, para rematar con unos pasajes en armónicos que se extinguen poco a poco realmente impactantes.
El Cuarteto nº 2 de Pawel Mykietyn (2006) es otra obra exigente tanto para los intérpretes como para el público. Se mueve a base de microtonos y juega esencialmente con la evocación de los colores de las diversas gradaciones de armónicos de las cuerdas, desde la magia sonora del inicio hasta la superposición de los armónicos de los cuatro instrumentos en una evocación ensoñadora de las sonoridades de la armónica de cristal en los compases finales.
Juan Carlos Garvayo, alma de este festival, se unió al cuarteto para abordar el Quinteto nº 2 op. 81, de Dvorák. Fue una versión llena de expresividad, desde el arranque poético del violonchelo hasta la exposición del segundo tema a cargo del primer violín, con un piano perfectamente ensamblado e instalado en un fraseo ágil y saltarín sustentado en una articulación picada y una soberbia técnica de pedal. Las figuraciones ensoñadoras del teclado en la Dumka se apoyaron en el tejido delicado de las cuerdas en un momento de especial belleza e intimidad. El Finale fue toda una explosión de energía y de efusividad.
Andrés Moreno Mengíbar