Migraciones
Sabemos que una mariposa puede desatar el caos, pero no hay aleteo más devastador que el del estornino. En 1890 el farmacéutico y aficionado al teatro Eugene Schieffelin se propuso introducir en Estados Unidos todas las aves mencionadas en las obras de Shakespeare. En homenaje al noble Hotspur de Enrique IV, liberó en Central Park varias jaulas de estorninos, que se reprodujeron rápidamente hasta convertirse en la especie más invasiva, ruidosa, molesta y odiada en los círculos conservacionistas de todo el continente.
Cuando hace unos años la ornitóloga estadounidense Lyanda Lynn Haupt leyó que Mozart había hallado consuelo y hasta inspiración en un estornino común se puso a investigar. Adoptó una cría huérfana de Sturnus vulgaris para estudiar su comportamiento en cautividad y comenzó a escribir El estornino de Mozart (Capitán Swing). Aunque Carmen —como bautizó al polluelo de la fotografía tras desparasitarlo— jamás disimuló su predilección por la música de Bach, sus acrobacias vocales le permitieron resolver algunos enigmas de la vida del genio salzburgués.
El ejemplar que el compositor adquirió en una pajarería de la Grabenstrasse vienesa participó en al menos ocho conciertos para piano, tres sinfonías y Las bodas de Fígaro, pero sobre todo le devolvió la alegría tras el fallecimiento de su primer hijo. Según Haupt, el hecho de que Mozart no acudiera al funeral de su padre y organizara, dos meses después, un velatorio para el difunto pájaro no denota frialdad ni resentimiento alguno hacia Leopold, como sugieren algunos biógrafos, sino que obedece a un intento, acaso desesperado, por anidar su dolor en otra parte. ¶
Benjamín G. Rosado