Mi personal adiós a la gran Mirella Freni

Se decía de ella, de la gran Mirella Freni, que tenía una voz y una expresión natural. Pero tenía también una enorme facilidad para penetrar en lo más hondo de sus personajes, otorgándoles vida propia y consiguiendo que apenas se notaran las múltiples dificultades vocales que podían ensombrecerlos.
Herbert von Karajan, que tenía especial predilección por ella y la lanzó al estrellato internacional -dejándonos aquellas impagables grabaciones de La bohème en 1973 y Madama Butterfly en 1974, que hoy son leyendas de la historia de la fonografía- le reprochó al poco de conocerla que fuese ‘un tanto perezosa’, como si pensara que el hecho de que todo le resultara tan fácil y natural no significara que se pudiera ir mucho más allá, escarbando entre los numerosos rincones de una partitura.
Freni, que era muy furba, hizo suyo aquel reproche y atesoró aquellas enseñanzas musicales del maestro de Salzburgo, convirtiéndolas en un punto de referencia para diversas generaciones de sopranos líricas que la tomaron como modelo.
Luego, con el paso de los años y cuando su voz empezó a perder el brillo de antaño -y desmarcándose de otras colegas- Freni supo retirarse a tiempo y reciclarse, para convertirse en una formidable maestra. Como los grandes pedagogos, tuvo un instinto infalible para detectar las jóvenes voces con talento y transmitirles luego la necesaria conciencia estilística y técnica para que adquirieran esa personalidad que ella siempre tuvo y que la hizo tan diferente del resto de sus colegas.
En fin, querida Mirella, desde que abandonaste los escenarios te hemos echado mucho de menos, pero me temo que, ahora que nos has dejado para siempre, la cosa será aún peor, porque nos dejas huérfanos del todo; aunque consuela pensar que al final te habrás reunido, aunque no sepamos dónde, con tu querido y admirado Luciano.
¡Descansa en Paz!
Antonio Moral