Metamorfosis
METAMORPHOSEN. Obras de Strauss, Schreker y Korngold / Sinfonia of London. Dir.: John Wilson / Chandos
A mediados de marzo de 1945, Richard Strauss se propuso escribir una suite para orquesta de cuerda que reflejara sus sentimientos ante la devastación que le rodeaba. El compositor, de ochenta años, había visto cómo su ciudad natal, Múnich, era bombardeada hasta quedar en ruinas, pero él se encontraba cómodamente instalado en la localidad alpina de Garmisch y no corría ningún riesgo personal inmediato. Su suite, Metamorphosen, tiene un sabor agridulce: es una reflexión sobre la derrota de su país y sobre su propia complicidad temprana con el régimen nazi recién caído.
La música de Metamorphosen suele interpretarse como un lamento. Aquí, John Wilson y el conjunto Sinfonia of London de Londres la reinterpretan de forma escalofriante como una elegía: la obra de un anciano que mira hacia atrás no con ira, sino con una especie de satisfacción por las visiones y los sonidos que una vez disfrutó y que nunca volverá a experimentar de la misma manera. En 1944-45, Strauss regresa a menudo al mundo sonoro que una vez compartió con Gustav Mahler. Hay en esta pieza indicios del Adagietto de Mahler, pero aún más del último Brahms y del joven Schoenberg. Hay momentos en los que se diría que la orquesta de Wilson está tocando Verklärte Nacht.
Las piezas que acompañan a la de Strauss no son menos provocativas. El Intermezzo de Franz Schreker, fechado en 1900, debería retitularse Interschmaltzo. Se extiende por toda la sección de cuerda como la doble capa de crema en el strudel de manzana y ofrece un tipo de sabor que sólo puede ser nocivo para la báscula. Es bonito, pero ¿eso es todo?
La Serenata Sinfónica de Erich Wolfgang Korngold fue escrita, como Metamorphosen, al final de la guerra, aunque en este caso desde el mundo fantástico de Hollywood. Aunque Korngold escribió el final de la partitura a partir de su música de 1935 para el film Captain Blood, la impresión general es más straussiana que la propia suite de Richard. Se trata, en todo caso, de dos compositores escribiendo lo que pensaban que podría ir bien en una Viena que ya no existía.