MÉRIDA / Ópera de denuncia e inclusión

Mérida. Teatro Romano. 27-VI-2019. Saint-Saëns, Sansón y Dalila. 65º Festival Internacional de Teatro Clásico. María José Montiel (Dalila), Noah Stewart (Sansón), David Menéndez (Sumo Sacerdote), Simón Orfila (Viejo hebreo), Damián del Castillo (Abimelech). Coro de Cámara de Extremadura. Orquesta de Extremadura. Dirección musical: Álvaro Albiach. Dirección de escena: Paco Azorín..
No es extraño que los directores de escena cojan una ópera y la trasladen de tiempo y/o espacio con el objetivo de mostrar la virtualidad y validez del mensaje de su libreto o, por el contrario, jugar a la disociación y al distanciamiento brechtiano que borre momentáneamente de nuestra conciencia el concepto que tradicionalmente se tiene de ese título. No siempre salen bien estos experimentos, pero cuando sí lo hacen el resultado suele ser fascinante y muy atractivo. Paco Azorín toma el relato veterotestamentario del enfrentamiento entre israelitas y filisteos y lo utiliza de base para una reflexión y una denuncia contra el fenómeno de los refugiados y de los conflictos por motivos territoriales y religiosos. En esta coproducción entre el Festival de Mérida y el Teatro de la Maestranza de Sevilla (a cuyo escenario llegará en noviembre, aunque con un reparto diferente), Azorín ha sabido sacarle partido a las dimensiones y especificidades del enorme espacio escénico del teatro romano y ha querido convertir este cuasioratorio en una vía para visibilizar a una importante muestra de colectivos dedicados a la inclusión y a la normalización de la convivencia de personas de diversidad funcional o cognitiva, con un resultado en verdad sensacional sobre todo en el primer acto. Con algunas proyecciones y simples pero monumentales elementos escenográficos, la violencia inherente a los conflictos actuales del Medio Oriente se manifestaba mediante los vestuarios actuales, las cargas policiales y las alusiones a las torturas y ejecuciones por desgracia famosas en el universo mediático actual. Una complicidad, la de los medios de comunicación, acentuada por la omnipresente presencia de un cámara de prensa en medio de todos los conflictos desarrollados en escena.
En el terreno musical, el espectáculo tuvo un nombre propio: María José Montiel. Es difícil encontrar hoy día una intérprete tan perfecta para este personaje, creado por Saint-Saëns con la voz de Pauline Viardot en mente y para el que la madrileña parece haber nacido. Con elegante desenvoltura escénica desde su primera aparición, sin gesticulaciones innecesarias y dominado la enorme escena con su presencia, Montiel embelesó no ya a Sansón, sino a todo el auditorio. Su manera de frasear “Printemps qui commence” con un legato mórbido y acariciador, con magníficos juegos de reguladores y una medias voces susurrantes pero perfectamente sostenidas, anunciaban lo que habría de ser su exhibición del segundo acto, con momentos de fuerte dramatismo culminadas por el famoso “Mon cœur s’ouvre à ta voix”, en el que la belleza tímbrica y los largos fiati crearon momentos de auténtica orgía voca merced a esa amplitud de registros que Montiel sabe soldar a la perfección sin que haya saltos de color ni engolamientos en la zona grave.
No hubo tanta suerte con el filisteo fortachón, pues Noah Stewart fue una completa lección de anti-bel canto: misión inestable, voz temblorosa, afinación imposible (casi no dio ni una sola nota en su sitio), estrangulamientos en la zona de paso que a punto estuvieron de abrir el corral. A lo que hay que añadir un total envaramiento escénico. Quienes sí estuvieron a un gran nivel fueron un Orfila de intenso fraseo y voz poderosa (a pesar de su tendencia a la oscilación al bajar a la zona grave), un Menéndez que sabe actuar con la voz, una voz de tonos brillantes; y un Damián del Castillo de contundente voz, redonda, perfectamente emitida y de timbre sobresaliente. Estuvo muy bien el Coro de Cámara de Extremadura, con algunos desajustes inevitables cuando tenían que cantar desde diversas localizaciones en el enorme espacio del graderío y la escena. Albiach, con la complicidad de una orquesta muy empastada y de gran calidad en todas sus secciones, planteó una dirección muy cuidadosa con los detalles en el fraseo durante el segundo acto y de gran brillantez en las grandes escenas del tercer acto.
(Foto: Jero Morales – Festival Teatro Clásico Mérida)