MEMORIA MUSICAL 2021 / A merced de los virus, la danza y el ballet renaciendo

Dice el verso clásico: “Natura, dueña eres, meces el tiempo” y esto parece cumplirse a rajatabla con la situación de tensión global de hoy mismo, a pocos días de terminar 2021 y cuando, apenas echando la vista atrás, tuvimos falsas esperanzas de estar saliendo de esta pesadilla, digna de las mejores imaginaciones de la anticipación científica y la ficción de largas miras.
En realidad, no estamos en el mismo sitio de hace 24 meses, pero a la vez, cunde la sensación de desamparo, informaciones contradictorias, bucles a los que la ciencia más avanzada no encuentra justificación ni efectivo combate. Las artes en general se han visto diezmadas y acorraladas. Si cerraron los museos, ¿cómo no van a hacerlo teatros y auditorios? Cancelaciones de todo tipo y volumen, temporadas enteras demoradas, estrenos frustrados, festivales de postín que pasaban a esa engañosa miseria de consolación que es el streaming.
Que no se entienda que estoy, de manera retrógrada, rechazando esa plataforma de contacto y divulgación entre obra y espectador mediante un artilugio muy de nuestra época. En su definición streaming es “una tecnología que permite ver y oír contenidos que se transmiten desde internet u otra red sin tener que descargar previamente los datos al dispositivo desde el que se visualiza y oye el archivo”. Bienvenido sea, aunque nunca deberemos conformarnos acomodaticiamente en ello y ese peligro está latente, surge casi como una moda oportunista y recurrente (en otro orden de cosas, sucede con el llamado “teletrabajo” con el que hay, a día de hoy, serias dudas éticas, normativas y funcionales); nuestra querencia, aspiración y voluntad tiene que estar en volver al acto presencial 100%, luchar por él con toda la disciplina y rigores que nos impongan los tiempos, la salud pública y los recursos. La ópera, el concierto sinfónico, el ballet, la danza, el canto solista, el piano mismo en toda su grandeza simbólica, los que amamos todo esto, sentimos y padecemos su falta, pero a la vez, debemos racionalizar la verdadera dimensión de lo que pasa a diario, y sus consecuencias perspectivas.
La danza y el ballet respondieron pronto con vivacidad (y hasta cierto humor no sé sacado de donde) a las restricciones de movilidad, aforo, reunión y práctica laboral. Eso nos ha dejado algunos vídeos memorables que me propongo reunir algún día retrospectivamente como una muestra más de la pujanza de nuestra especialidad, de su inquebrantable voluntad de seguir y salir adelante.
Y me vienen a la cabeza algunos detalles, hechos dispersos que lo han demostrado a través de la historia: bailarinas dando su clase de ballet mientras los obuses silbaban cerca, otros artistas dando su arte, bailando desde la cama de un camión de guerra como escenario, teatros que no se cerraron -o fueron los primeros en reabrir- en medio de refriegas, epidemias y otras conmociones sociales. Quizás el mundo contemporáneo, con su guarnición tecnológica y su frialdad, nos haga verlo de una manera menos dramática, pero en realidad, ese drama, esa importancia grave, está ahí contenida y con la impertinencia de una espada de Damocles que sobrevuela a todos. La temporada ya en marcha 2021-2022, es (y que nadie se llame a engaño) decisiva en muchos aspectos, los presupuestarios incluidos.
En medio de la quinta y sexta ola de la pandemia del COVID19, con el hallazgo de las vacunas tratando de universalizarse y un sinfín de medidas profilácticas -a veces muy distantes de un sitio a otro-, los teatros han recomenzado sus actividades en la medida que se lo permiten las circunstancias actuales; desde un a veces desconcertante baile de porcentajes con el aforo de los teatros, a una continua cadena de suspensiones que no cesa. Es un engranar que empieza de manera individual en el cuerpo del bailarín y llega a una gigantesca estructura del teatro o compañía, o ambos en uno. Pocos se atreven a decirlo, pero en la trayectoria de un bailarín, parar un año puede ser mortal y definitivo para su carrera; hay profesiones que se vieron interrumpidas para siempre. No basta con separar los muebles en el salón de un apartamento para estirar las piernas, y puede hasta resultar, en su consolación, contraproducente. El porcentaje de lesiones ha aumentado.
Los teatros han reabierto y las producciones de los ballets se están desgranando de manera algo lenta, pero al parecer, marcando un inexorable regreso a lo que la Sociología ha dado en llamar “Nueva normalidad”. Antes de la pandemia, se prometía una época de nuevo esplendor, de recuperación después de los baches ocasionados por las dos crisis globales consecutivas (1998-99 y 2016-17) que, de varias maneras, habían afectado la vida cultural. ¿Hay una nueva crisis en puertas? La alta economía lo afirma, Bill Gates dice que no.
Ahora estamos en otra inflexión, de diferente signo. Al menos hay tres aspectos que deben ser señalados como argumentos de máxima, si se quiere trazar seriamente el terreno de influencias sobre el que se moverán las compañías de danza y ballet y los grandes teatros -en los casos de existir sociedad administrativa entrambos.
Hace más o menos un lustro comenzó un cambio generacional en las direcciones de las grandes compañías, y esto se dejará notar por mucho tiempo en los criterios de programación y en la estética de los títulos; la reducción en los presupuestos globales de las instituciones, ya sean públicas, o participadas del mecenazgo privado; y finalmente, una creciente tendencia a la sustitución de los repertorios tradicionales, un fenómeno que alcanzó incluso, inesperadamente, a los teatros rusos con una tímida asunción de la llamada “tendencia filológica”, en realidad una figurada arqueología coréutica de difícil valoración y aún en sus vías de asentamiento y aceptación por crítica y públicos.
La danza y el ballet vuelven a su realidad de exposición y recuperación. Y uno de los aspectos de esa “Nueva normalidad” estaría en establecer la convivencia de los fenómenos más de tipo virtuales -como el streaming– con la representación convencional con público en vivo. Hay muchas ganas de ir al teatro y de ver arte en directo. Las entradas se agotan, al tiempo que los récords estadísticos de conexiones tecnológicas no decaen. La convivencia de ambas formas es un hecho. A la vez, vemos cómo se está produciendo un reverdecimiento de la venta de soportes que parecían ya condenados (CD, DVD. CDIS, BR-DISC, etc.), asunto al que las firmas productoras han estado atentas y rápidas en su respuesta comercial. Como de rigor, en todos los teatros se vuelve a grabar y, en consecuencia, a retransmitir la actividad.
Si los primeros veinte años del siglo XXI habían sido los de la consolidación del ballet y la danza como artes globales, con una amplia red de intercambios estilísticos y de artistas -un trasiego que a veces tenía tintes de exagerado- eso que parecía imparable se ralentizó con la pandemia. Esa globalización del ballet planteaba a la vez una serie de dudas en cuanto a estética, escuelas, repertorios intercambiables, personalidad prismática de cada agrupación o fuente formativa, y este es un asunto que sigue estando en la palestra del debate intelectual de la especialidad. Hace un año, esta lista de mejores obras habría sido imposible, pero hoy la manejamos con todo su potente significado promisorio.
Roger Salas
Mejores espectáculos y coreografías en Danza y Ballet / Temporada 2020-21:
– Dimitris Papaioannou: “Transverse Orientation” / Teatros del Canal
– John Neumeier: “The Ghost Light” / Ballet de Hamburgo
– Wayne McGregor-Crystal Pite: “College Bienal Venecia” / Venecia
– Mattia Russo & Antonio De Rosa: Kor’sia: “Igra”: / Conde Duque, MAD
– Homenaje a Mario Maya / BNE (2ª parte) / Teatro de La Zarzuela, MAD
– Pierre Lacotte: “Le Rouge et le Noir” / Ballet de la Ópera de París
– Johan Kobborg: “Romeo and Juliet” / Polunin Ink / Royal Albert Hall, Londres (Estreno en UK)
– Rudolf Nureyev: “La bayadera” / Ballet del Teatro alla Scala, Milán. (Estreno en Milán)
– Lucas Jervies: “Spartacus” / Ballet Nacional de Finlandia, Helsinski. (Estreno en Europa)
– Toer Van Schayk: “Lucifer Studies” / Het Nationale Ballet, Amsterdam.
Personalidades de la Danza y el Ballet desaparecidos en 2021:
– Marjorie Tallchief (Fairfax, 1925 – Boca Raton, 2021) / USA
– Asami Maki (Tokio, 1934 – 2021) / Japón
– Galina Samsova (Volgogrado, 1937 – Londres, 2021) / UK
– Jorge García (Guáimaro, Camagüey, 1936 – Lisboa, 2021) / Cuba
– Sylvano Bussotti (Florencia, 1931 – Milán, 2021) Compositor / IT

– Micha van Hoecke (Bélgica, 1944 – Massa, 2021) / Bélgica
– Carla Fracci (Milán, 1936 – 2021) / Italia
– Raimund Hoghe (Wuppertal, 1949 – Dusseldorf, 2021) / Alemania
– Jacques D’Amboise (Dedham, 1934 – NY, 2021) / USA
– Liam Scarlett (Ipswich, UK, 1986 – 2021) / UK
– Ismael Ivo (Sao Paulo, 1955 – 2021) / Brasil
– Patrick Dupond (París, 1959 – 2021) / Francia
– Jimmy Gamonet de los Heros (Lima, 1957 – 2021) / Perú
– Robert Cohan (NY, 1925 -2021) / USA