MARTINA FRANCA / El Festival del Valle de Itria cumple 50 años
Martina Franca. Palazzo Ducale. 27-VII-2024. Marco Ciaploni, Marco Filippo Romano, Claudia Urru, Eleonora Filipponi, Rocco Cavalluzzi, Omar Cepparolli, Pepa Hannan, Davide Zuccheriini, Zachary McCulloch, Anastasia Churakova, Giovanni Accordi, Alexander Ilvekhin, Dirección musical: Francesco Lanzillotta. Dirección escénica: Rita Cosentino. Nino Rota: Aladino e la lampada magica.
Palazzo Ducale. 28-VII-2024. Jacquelyn Wagner, Valentina Fercas, Airam Hernandez, Guran Juric, Saori Sugiyama, Zachary McCulloch Dirección musical: Fabio Luisi. Dirección escénica: Nicola Raab. Bellini: Norma.
Teatro Verdi. 1-VIII-2024. Cecilia Molinari, Francesco Lombardi Mazzulli, Teresa Iervolino, Biagio Pizzuti, Manuel Amati, Theodora Raftis, Manuel Caputo. Dirección musical: Federico Maria Sardelli. Dirección escénica: Tortsten Fischer. Haendel: Ariodante.
El Festival del Valle de Itria celebró su 50º aniversario, con la tercera y última edición firmada por el director artístico alemán Sebastian F. Schwarz. Puede que sea incluso el canto del cisne del propio festival. De hecho, ya no existe el empuje idealista ni el espíritu pionero de los primeros años, de los que fue testigo y creador Franco Punzi, el legendario Presidente de la Fundación y varias veces alcalde de Martina Franca. Hoy se rumorea que la próxima directora artística podría ser la compositora romana Silvia Colasanti, y que a la Fundación también le gustaría programar títulos más populares en lugar de buscar títulos raros dentro del patrimonio musical olvidado, como ha venido haciendo el festival durante medio siglo. Borrar la identidad del festival significaría su muerte.
La edición actual presentaba tres títulos: Aladino y la lámpara mágica de Nino Rota, Norma de Vincenzo Bellini y Ariodante de Georg Friedrich Haendel. El primero y el tercero raramente se representan en Italia. Cada uno de los títulos tenía su razón de ser. Ariodante se inspira en el Orlando Furioso de Ludovico Ariosto, de quien se celebra en 2024 el 550º aniversario del nacimiento. Norma pretendía celebrar la legendaria Norma que el Festival propuso en la edición de 1977, cuando la protagonista fue la mezzosoprano Grace Bumbry. Por último, Aladino de Nino Rota quería subrayar la importancia de los títulos operísticos en el catálogo del compositor. Un trío tan ambicioso como heterogéneo.
Aladino e la lampada magica es un cuento de hadas operístico en tres actos y once escenas de 1968, inspirado en el cuento más famoso de las Mil y una noches. Pertenece a esa vertiente esotérica en la que la trama es una especie de viaje iniciático. Considerarla una ópera para niños es una diminutio porque no sólo la orquestación es elaborada sino que se superponen varios niveles de lectura.
La puesta en escena recurre a una escenografía sencilla pero eficaz: la gran pared de una librería con puertas: quien las abre es proyectado en la realidad del cuento. La lineal dirección escénica de Rita Cosentino presenta a un grupo escolar de visita a la biblioteca. Uno de los alumnos se queda embelesado con el libro que está leyendo: entonces la historia toma forma. El rico vestuario oriental de Leila Fteita (a quien también debemos la escenografía) es precioso, al igual que el reparto de bellas voces, casi todas italianas. Bonito es el Aladino de Marco Ciaponi así como la Princesa Badr-al-Badur de Claudia Urru. Marco Filippo Romani actúa en el doble papel del Rey y el Mago del Magreb. La Orquesta del Teatro Petruzzelli de Bari es brillante y, bajo la batuta del talentoso Francesco Lanzillotta, revela toda la riqueza de los colores de la partitura. En resumen, una buena producción, pero un poco larga: ¡ningún niño aguantaría hasta el final sin hacer pis o comer!
Norma es un título comprometido: requiere grandes voces. De entrada, no hay que hacer la más mínima comparación con la edición del 77, que los anales del festival recuerdan como memorable. La que presenciamos fue una representación conmemorativa en un festival de verano al aire libre, pero interpretada de acuerdo con la edición crítica realizada para esta ocasión. La dirección escénica de Nicola Raab era tan minimalista que a veces ni se la notaba. Norma se quedó sola luchando con ese vestido demasiado largo que la estorba en cada movimiento. Jacquelyn Wagner, estadounidense, tiene buena dicción italiana. Fue su debut en el papel. Tiene una voz firme y bien timbrada, menos en el registro más agudo. La Adalgisa de Farcas poseía un bello timbre y un fraseo seguro. Airam Hernández fue un Pollione no tan bello como las dos protagonistas. La escena fija de Leila Fteita (que también firmaba el vestuario) tenía un rojo pompeyano que evocaba la antigüedad clásica pero también las llamas parpadeantes de la hoguera. Una premonición que anticipa el final. Característica de esta puesta en escena ha sido la presencia de dos sopranos, tal como quiso Rodolfo Celletti en 1977: era la primera vez en tiempos modernos que se retomaba la distribución vocal deseada por Bellini, que la consolidada costumbre de confiar el papel de Adalgisa a una mezzosoprano ha hecho olvidar.
La Orquesta del Teatro Petruzzelli de Bari mostró una sonoridad pulida, que recordaba la álgida claridad neoclásica de Canova. Fabio Luisi dirigió con seguridad, ora alargando los tempi, ora con ritmos más apremiantes para aumentar el patetismo. El excelente coro del Teatro Petruzzelli, dirigido por el talentoso Marco Medved, se dividió en dos tribunas a cada lado del escenario, una elección que hizo que la sincronía fuera todo un reto.
Ariodante, el trigésimo drama para música de Georg Friedrich Haendel, se estrenó el 8 de enero de 1735 en el Covent Garden de Londres. La versión aquí representada es la editada por Bernardo Ticci, que se propone volver al manuscrito de Haendel conservado en la British Library de Londres, sin las danzas (de gusto francés) que el compositor tuvo que introducir porque el teatro contaba con un cuerpo de baile. Este regreso a los orígenes estuvo auspiciado por Federico Maria Sardelli que, con la orquesta Modo Antiquo, concluía este año su residencia de tres años en el festival. Fue un momento cumbre del festival. Una producción para la que utilizar los superlativos no sería exagerado. Aunque con rangos reducidos, Modo Antiquo mostró, gracias a la culta dirección de Sardelli, los colores pirotécnicos y el caleidoscopio de sentimientos descritos por Haendel.
Uno de los méritos de la ópera fue el reparto casi completamente italiano. Cada palabra no sólo era perfectamente inteligible, sino que se ajustaba a la interpretación. Además, las voces compitieron en belleza y luminosidad. Ariodante, interpretado en su día por el castrato Carestini, se confió aquí a Cecilia Molinari. Notoria es la predilección del maestro Sardelli por las voces que cantan en su registro natural en contra de las modas del barroco actual, que confían a falsetistas los papeles escritos para los castrati. Así, Ariodante fue interpretado por la espléndida Cecilia Molinari, que destacó por técnica e interpretación. Recibió calurosas ovaciones tras el aria ‘Dopo notte atra, e funesta’, que repitió para deleite de todos. La Ginevra de Francesca Maria Mazzulli fue sólida y emocionante gracias a su técnica inquebrantable y a su voz segura. El Polisseno de Teresa Iervolino fue memorable y perfecto. El Rey de Escocia de Biagio Pizzuti resultó valiente en la coloratura.
Dirección escénica en blanco y negro de Torsten Fischer, así como el vestuario de Vasillis Triantafillopoulos. En resumen, una velada que mereció el viaje. Un DVD sería deseable ante tan rara perfección. 50 años bien llevados. ¡Que siga así!
Franco Soda