Manuel Carra, el piano de la Generación del 51
A los noventa y dos años nos ha dejado uno de los últimos miembros de la llamada Generación del 51, la que contribuyó decisivamente a la introducción de las vanguardias sonoras en España. Pues, en efecto, aunque triunfó plenamente como pianista, Manuel Carra también fue un excelente compositor, y como tal se insertó en el efímero Grupo Nueva Música en los años sesenta. En realidad, se puede decir que fue el pianista de esta generación, pues ya en una fecha temprana como 1954 triunfaba estrenando el Concierto para piano y orquesta de Cristóbal Halffter, una obra importante en la primera etapa de este compositor. También formó dúo con la esposa de Halffter, María Manuel Caro, con la que estrenó una pieza de la etapa más vanguardista y experimental del compositor madrileño, Formantes, que sigue siendo una de las obras más exigentes para el intérprete que se hayan escrito en España.
Carra había nacido el 2 de abril de 1931 en Málaga, donde estudió piano con María Luisa Soriano y Julia Torres, trasladándose luego a Madrid donde estudiaría con José Cubiles, de quien fue asistente durante años, y luego ganaría por oposición la cátedra del Conservatorio Superior, obteniendo premios extraordinarios de piano y de virtuosismo. En París siguió enseñanzas pianísticas con Lazare Levy y también de composición con Olivier Messiaen. En Italia se formó en clavecín con Ruggero Gerlin.
A partir de los años cincuenta desarrolló una intensa actividad concertística en Europa y América con un repertorio amplio y variado. También tuvo una presencia no larga pero sí intensa como radiofonista, en la que llegó a subdirector de programas musicales de Radio Nacional de España, puesto que dejó al ganar la cátedra de piano y dedicarse a ella con intensidad. También fue profesor en cursos especiales como los de Granada, Santiago de Compostela o Saint Hubert. Sus enseñanzas beneficiaron a muchos pianistas posteriores, entre los que podríamos señalar al pianista y compositor Miguel Bustamante.
Como pianista su repertorio era extenso y su técnica espectacular y exacta. Tocaba especialmente bien la obra de Schumann, siendo la Fantasía su caballo de batalla, pero también brillaba en obras como las Variaciones y fuga sobre un tema de Haendel de Brahms o, en la música española -que tocaba muy bien- con la Fantasía Baetica de Falla, de quien fue uno de los mejores traductores. También le gustaban las piezas de precisión métrica como entusiasta stravinskiano que era. Todo ello se refleja en su discografía.
Hoy también deberíamos recordar su labor compositiva de la primera etapa, que incluye obras como las Cuatro piezas breves para piano o las Transformaciones sobre un tema de Cristóbal Halffter, para dos pianos, sin olvidar las Canciones japonesas. Después dejó de componer para concentrarse en tocar y enseñar, pero en sus últimos años tenía la ilusión de escribir un Concierto para piano y orquesta que le pedía la Orquesta Filarmónica de Málaga. Lo estuvo haciendo, pero una grave afección de la vista que padeció en sus últimos años le impidió completarlo.
Hombre inteligente y muy culto, Carra escribió notas y comentarios sobre música del mayor interés y en 1998 ingresó en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando con un discurso titulado Sobre la interpretación en la música. Tenía la Medalla de Oro del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid y la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio. En su ciudad natal, la Málaga que él nunca olvidó -ni ella a él; el Conservatorio Profesional lleva hace años su nombre-. Con Manuel Carra se nos va un gran pianista que era también un gran músico en general, una persona sabia y un gran amigo, así como una de las últimas presencias vivas de la hoy ya mítica Generación del 51.
Tomás Marco