Maniobras (orquestales) en la oscuridad
Un axioma de primero de Periodismo es ese de que el rumor no es noticia. Pero cuando el rumor crece y crece aumentan también las posibilidades de que se convierta en noticia. Y eso mismo es lo que está sucediendo con el runrún —alimentado en comentarios en redes con improcedentes salidas de tono que revelan lo bronco que a veces se pone este panorama de la clásica— de que Alondra de la Parra puede llegar a ser la nueva directora titular de la Orquesta Nacional de España, sucediendo en el cargo a David Afkham.
Para cualquiera que siga de cerca la actividad de la OCNE el rumor sonará a broma pesada. Y para quien forme parte de la OCNE a algo más que eso. La razón es bien simple. Una orquesta que ha sido dirigida durante la que es, probablemente, la mejor etapa de su historia por un maestro como David Afkham no puede serlo en los años venideros por una maestra como Alondra de la Parra. ¿Por qué? Pues, simplemente, porque el retroceso sería evidente. La carrera directorial de De la Parra no está precisamente jalonada de triunfos, por más que sea una música correcta. Pero su nivel artístico no corresponde a lo que cabe desear para una formación como la Nacional, que ha de aspirar, legítimamente, a crecer de la mano de un maestro (o una maestra) capacitado plenamente para emprender ese camino desde las muy sólidas bases que la orquesta y el coro lucen en la actualidad. Si el nivel es Afkham, De la Parra no lo alcanza. Así de simple.
Por otra parte, y ello nos lleva al origen de los rumores, la titularidad de una orquesta, por muy dependiente que sea de la Administración, no la decide una jefa de gabinete, ni siquiera un ministro. La deciden, en primera instancia, los propios músicos, que son quienes proponen a la gerencia, a través de su comité artístico, el nombre de quien estiman debe ser su nuevo titular, a veces tras una temporada de transición en la que se valoran posibles candidatos en el caso de que la elección no esté muy clara. Y, finalmente, la Administración recoge la propuesta y hace oficial el nombramiento. En los últimos días hemos asistido a un par de ellos dentro y fuera de España que constituyen un ejemplo del sistema a seguir: la Orquesta Sinfónica de Galicia, con Roberto González-Monjas, y la Royal Opera House Covent Garden de Londres, con Jakub Hrusa.
Es la cultura un campo natural para que se manifiesten muchas reivindicaciones de una parte de la sociedad a la que sirve. Bien justas la mayoría, un poco forzadas otras. Políticamente rentables, presumen sus gestores, todas, si se saben vender. La cultura es el espejo de los logros sociales y, a la vez, un resonador de los mismos, natural en el mejor de los casos o impostado si se mediatiza en aras de esa rentabilidad. Por eso cabe que nos hagamos directamente la pregunta: ¿pretende el Ministerio dar una lección de política de género nombrando a Alondra de la Parra directora de la Orquesta Nacional de España? En estos días la ha dirigido una mucho mejor que ella: Anja Bihlmeier. Ningún aficionado, binario o no binario, se sorprendería de que, entre los posibles sucesores, hombres o mujeres, de David Afkham aparecieran los nombres de Susanna Mälkki, Nathalie Stutzmann o Mirga Grazinyte-Tyla. Quiere decirse que si se trata de introducir la posibilidad de que sea una mujer la próxima titular de la OCNE, quien esté maquinando mejor que lo haga con cartas ganadoras y no con una pedrea que llevará al desánimo a músicos y público que trabajan en o escuchan a una orquesta en plena forma. Una forma adquirida, no lo olvidemos, después del trabajo admirable, incansable y generoso de Josep Pons y David Afkham, los verdaderos líderes de este proceso de normalización de una agrupación a la que llegó a llamarse, años ha, ‘la orquesta de los líos’, que se ha asentado sólidamente y que no puede permitirse fiascos como el que se rumorea.
Recordarán algunos de nuestros lectores aquella banda británica llamada Orchestral Manoeuvres in the Dark (Maniobras Orquestales en la Oscuridad). Permítannos poner entre paréntesis lo de orquestales en el título de este editorial, pues parece claro que precisamente la orquesta es la que menos tiene que ver en estos enredos —pues da la sensación, en efecto, de que son ganas de enredar— que corren el riesgo de cortar de raíz una progresión admirable. ¿Por qué será que nuestros políticos, incluidos los que gestionan nuestra cultura, de lo que menos saben es de música? ¿A cuántos se les ve en los conciertos de la Orquesta Nacional de España? ¿Verdaderamente van a decidir acerca de aquello que ignoran? ¶
(Editorial publicado en el nº 389 de SCHERZO, de noviembre de 2022)
[Ilustración basada en: Foto de Radek Grzybowski en Unsplash]
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