MÁLAGA / Sólidas creaciones
Málaga. Sala de Conciertos María Cristina. 12-VI-2019. VII Festival Internacional de Música de Cámara – Málaga Clásica. Erzhan Kulibaev, Koh Gabriel Kameda y Anna Margrethe Nilsen, violín. Chieh-Fan Yiu y Eleanor Kendra James, viola. Krzysztof Karpeta y Gabriel Ureña, violonchelo. Misha Dacic y Sergio Montero, piano. Susanne Hvinden Hals, soprano. Obras de Brahms, Puccini y Saint-Saëns.
La segunda jornada del Festival Málaga Clásica ha estado dedicada a dos de las creaciones más sólidas del repertorio camerístico de Camille Saint-Saëns y Johannes Brahms, que se acompañaron con un pequeño apunte lírico de Puccini. El concierto se inició con la Sonata para violín y piano nº 1 en Re menor, Op. 75 del mencionado compositor francés en la que intervinieron el violinista kazajo Erzhan Kulibaev y el pianista serbio Misha Dacic, notándoseles un pequeño periodo de adaptación al principio de su interpretación. Así, se pudo apreciar en la tempestuosa introducción del Allegro agitato que abre la obra, posiblemente por la alternancia de dos métricas ternarias pensadas seguramente por el compositor para crear un clima de desasosiego, que empezó a tomar sentido en la ejecutoria de los intérpretes, para quedar totalmente ensamblados en un segundo motivo de manifiesto diálogo, generándose un definitivo ajuste entre ellos en ese ritmo agitado a la vez que sincopado que tal pasaje pide.
El entendimiento manifestado en el Adagio subsiguiente dejaba a las claras la experiencia e instinto musical de ambos, al lograr esa tensión armónica que pide el estilo lied, en el que Kulibaev asumió la responsabilidad de canto con una expresividad que se vio realzada por la calidad pianística de Dacic, un verdadero maestro de la pulsación desde su “horowítzica” posición de las manos en el teclado, como quedó de manifiesto en el equilibrado obstinado ritmo del segundo motivo.
Con una marcada tensión a modo creciente, acentuaron el carácter cantabile y a la vez coral de esa especie de scherzo que contiene el tercer movimiento, un moderado allegro de ligera estructura, cuyas funciones dominantes se repartieron los instrumentistas con encomiable efectividad, para, en attacca, abordar seguidamente el virtuosístico Allegro molto final con un apreciable aumento de sus prestaciones técnicas: el violinista, manteniendo un insistente movimiento perpetuo sobre acentos pianísticos de admirable factura y Misha Dacic creando un turbulento color sonoro que parecía perseguir al violín en su intercambio de protagonismo, dejando una sensación de asombro en el oyente ante el grado de tensión sonora logrado en el final de esta obra. Seguramente esta espectacular interpretación de la primera sonata de Saint-Saëns quedará como una de las más brillantes de la presente edición del Festival.
Después de un exquisito apunte lírico de Puccini, O mio babbino caro, a cargo de la joven soprano noruega Susanne Hvinden Hals acompañada al piano por Sergio Montero, con lo que se ponía fin a la primera parte, la segunda estuvo dedicada a la obra que había generado más expectación del programa; el Sexteto, Op.36 de Brahms, una de las más singulares obras de cámara de este compositor por su estructura polifónica de magistral factura. Distribuidos los intérpretes en el escenario de manera que mejor pudiera expresarse la división de voces, lograron casi visualizar el esencial contrapunto que contiene el Allegro con el que se abre esta obra, impulsados por la intervención de Kho Gabriel Kameda en su calidad de un hipotético primer violín, que supo dar ese sutil aire de inspiración amorosa que anima la belleza de este movimiento. En el siguiente se consiguió ese discurrir oscilante entre añoranza y gozo, sentimiento este que quedó marcado en su presto central, en el que acentuaron su sentido de canción popular.
Con un ritmo más lento, tales emotividades acrecentaron su expresividad en el Poco adagio subsiguiente. Los músicos supieron entender cómo las cinco variaciones que contiene este movimiento servían para incrementar tales sensaciones desde sus diferentes armonizaciones cromáticas. Por último, en el Poco allegro final dialogaron las distintas voces con diligencia rítmica y elegante estilo fugado hasta concentrar toda la tensión del discurso en la animada coda, dejando la impresión de absoluto compromiso con el mensaje del compositor. El público entendió su entrega a esta hermosa música respondiendo con un cerrado aplauso que reflejaba reconocimiento y admiración. Se cerraba así una de las más esperadas jornadas del Festival.
(Foto: Fernando Arias)