MÁLAGA / Apologéticas obras de cámara
Málaga. Cine Albéniz. 15-VI-2019 / Teatro Cervantes. 16-VI-2019. Anna Margrethe Nilsen, Erzhan Kulibaev, Kho Gabriel Kameda, Piotr Tarcholik y Laura Romero, violín. Eleanor Kendra James y Chieh-Fan Yiu, viola. Gabriel Ureña y Krzysztof Karpeta, violonchelo. Monika Wilinska, Misha Dacic y Sergio Montero, piano. Susanne Hvinden, soprano. Obras de Fauré, Mendelssohn, Arensky, Enescu y Mascagni.
Cuatro obras de absoluta referencia en el pensamiento musical de cada uno de sus autores han servido para dar un contenido de excelencia a las dos últimas jornadas del Festival ‘Málaga Clásica’, evento que posibilita al aficionado al repertorio de cámara disfrutar de un género poco habitual en las salas de conciertos, no por ello menos trascendente, tan esencial de la música culta: la Sonata para violín y piano op.13 de Gabriel Fauré, el Cuarteto op. 13 de Felix Mendelssohn, el Quinteto para piano y cuerda op. 51 de Anton Arensky y el majestuoso Octeto de cuerda op.7 de George Enescu. A estas obras se sumó una interesante intervención de la soprano Susanne Hvinden cantando un aria de Pietro Mascagni perteneciente a su ópera L’amico Fritz.
En la sonata, la violinista Anna Margrethe Nilsen contó con la excelente colaboración de la pianista polaca Monika Wilinska que aportó un frescor comunicativo a la interpretación, descubriendo la personalidad del compositor, ya que es una obra que trasluce perfectamente su sentir musical siempre adornado de gran elegancia, actitud que supo reflejar de modo significativo Nilsen, después de un electrizante primer movimiento Allegro molto. En el Andante que le sigue, transmitió ese aire de expresiva barcarola y en la contemplativa coda dejó una sensación de serenidad y sosiego cuasi contemplativos. Ambas intérpretes rivalizaron en virtuosismo en el vivo y luminoso Scherzo, brillando literalmente en los stacatti de la transición hacia su final, que culminaron dejando una interrogante sensación en el oyente. Con un apasionado tratamiento interpretaron el Allegro quasi presto que cierra la obra, concluyendo con un vigor diríase orquestal que levantó bravos entre el público.
Para cerrar la penúltima jornada del Festival se contó con un cuarteto que desvela también las juveniles inquietudes creativas de Mendelssohn de forma unívoca ya que, influenciado por los siempre vanguardistas últimos cuartetos de Beethoven, se impuso componer en esta forma resultando un absoluto éxito. Kulibaev y Nilsen al violín empezaron a dialogar en el Adagio de manera queda para llegar hasta la intervención de la violista Eleanor Kendra James que, con su distinguido sonido, lanzó el Allegro que completa el primer movimiento para desarrollar así su variada temática hasta llegar a los sforzatti previos a la coda, que hicieron los cuatro instrumentistas con gran tensión. En el Adagio, fue fundamental el toque del violonchelista K. Karpeta sustentando ese clima cantabile con un manifiesto contrapunto, que marcaba el sentido fugado que pervive en este tiempo. En el tercer movimiento, Intermezzo, realzaron el sabor popular que encierran sus pentagramas, especialmente en los pizzicati, dando la sensación de una creciente conjunción que, con desafío técnico, les permitió abordar el Presto final de manera brillante, sabedores de la trascendencia de esta obra, una de las más destacadas del compositor berlinés que desmonta ese sambenito que ha llevado a Mendenssohn ser considerado un aventajado músico diletante.
Con el título Expansivo, se presentaba el concierto de clausura en el cervantino teatro malagueño. El adjetivo se quedaba corto ante la enorme trascendencia de las dos obras que se anunciaban en su programa de Arensky y Enescu, ya arriba indicadas. Después de la participación de un grupo de alumnos de la Academia Galamian de Málaga, de la que es director el violinista malagueño Jesús Reina a su vez fundador del Festival ‘Málaga Clásica’, interpretando una reducción con piano del famoso Adagietto de la Quinta sinfonía de Gustav Mahler, el quinteto formado por Nilsen, Kameda, Yiu, Karpeta y Dacic se enfrentó a la obra del ruso con una evidente intención declamatoria, que no debilitaba ni un ápice la cohesionada textura del primer movimiento, Allegro moderato, hecho favorecido por la densidad polifónica del piano. Contrastaron con lucimiento en el variado Andante, destacando el Vals, con el que el pianista Misha Dacic sacó su vena decorativa, lo que facilitó el momento más sugestivo de este tiempo. El piano incrementada su protagonismo en el chispeante Scherzo, ante la oportunidad que suponía el repetir acordes que aumentaban su presencia sobre el conjunto, volviendo a incidir Dacic en su trío con su facilidad y ligereza de toque de enorme musicalidad. El grupo supo asumir la imitación al estilo contrapuntístico que contiene el principio del último movimiento para entrar en una nueva dinámica rítmica en el moderado Allegro último donde evocaron temas de los anteriores movimientos acertando en el desarrollo de un manifiesto sentido cíclico.
El plato fuerte de la velada así como del Festival fue el octeto de Enescu. Para su interpretación fue invitado el prestigioso violinista polaco Piotr Tarcholik que, junto a Kameda, portador del stradivarius Holroyd, generaron ese nexo que sirvió de elemento generador del resto de instrumentistas, fijando las funciones de cada uno y estimulando una segunda batería de elementos destacados personalizados en la violista Kendra James y en el violonchelista Gabriel Ureña. Nilsen aportó su solidez y determinación académicas, la joven Laura Romero supo aprovechar con lucimiento una experiencia camerística de verdadera excelencia y el violonchelista polaco Karpeta, desde la seguridad de su articulación, completó ese increíble tejido musical que contiene este octeto al que cabe calificarse como un magno poema (a modo sinfónico) del repertorio de cámara que, como verdadera obra maestra, todo aficionado a la gran música debería escuchar por lo menos una vez en la vida. Exhaustos pero muy contentos, los ocho músicos recibieron una gran ovación ante la enorme musicalidad, la total convicción y la absoluta entrega mostradas en su interpretación que, con toda seguridad, se recordará como uno de los momentos cumbre de la historia del Festival ‘Málaga Clásica’, que apunta para futuras ediciones una atención especial a la nueva creación.
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