Mahan Esfahani, un Bach fascinante y apabullante

BACH:
Concierto Italiano, Obertura Francesa, Capriccio in honorem Johann Christoph Bach. Capriccio in honoren Johann Christoph Bach. Mahan Esfahani, clave. HYPERION 68336 (1 CD)

He de reconocer que nunca he sido devoto del Bach de Mahan Esfahani. Especialmente, de sus Variaciones Goldberg, las cuales me parecieron, por resumirlas de forma gráfica, estrafalarias. Inmerso como está el iraní-estadounidense en la grabación integral de la obra para clave del Kantor de Leipiz, no me queda más remedio que sacarme ahora el sombrero ante su última entrega, que contiene el Concierto italiano BWV 971, la Obertura francesa BWV 831, el Dueto BWV 802, el Capriccio in honorem Johann Christoph Bach BWV 993 y una deslumbrante lectura del Capriccio sopra la lontananza del suo fratello dilettissimo BWV 992, que la convierte en referencia indiscutible de esta fascinante obra que el joven Bach —a la sazón, 19 años— escribió para despedir a su hermano Johann Jacob cuando este, según cuenta la leyenda, partió a la Gran Guerra del Norte, enrolado como oboísta en el ejército de Carlos XII de Suecia. Por el momento, Esfahani ha publicado las Partitas BWV 825-830, las Tocatas BWV 910-916, este cd (todos ellos, en Hyperion) y las antes mencionadas Goldberg (que aparecieron en Deutsche Grammophon), si bien el resto de la producción clavecinística de Bach ya está más o menos planificada, a la espera de acometerse en los próximos años.

Pero que no me convenciera, hasta ahora, el Bach Esfahani no significa que no lo considere un intérprete genial, porque realmente lo es. Su visión de la música de los virginalistas ingleses es modélica, y lo mismo se puede aplicar a su Rameau y a su Couperin (por no adentrarme en los vericuetos de la música contemporánea, en los que, lo admito, me pierdo por completo). En fin, esta grabación es una auténtica gema. He perdido la cuenta de las veces que habré oído ya su Capriccio sopra la lontananza del suo fratello, y cada nueva escucha me resulta más fascinante y apabullante que la anterior.

Eduardo Torrico