MADRID / Zacharias: lo nuevo y lo conocido
Madrid. Auditorio Nacional (Sala sinfónica). 7-II-2023. XXVIII Ciclo de Grandes Intérpretes de la Fundación Scherzo. Christian Zacharias, piano. Obras de Chaikovski y Schubert.
Se abrió la vigesimoctava edición del ciclo de Grandes Intérpretes con la decimosexta comparecencia (se dice pronto) del alemán Christian Zacharias (Jamshedpur, 1950), uno de los más asiduos participantes en estos eventos. Lo hacía con un programa que incluía lo nuevo y lo conocido: una colección no frecuente de un compositor que tampoco es el más habitual en sus programas, junto a una sonata de uno de sus favoritos, este sí muy habitual en sus recitales.
Chaikovski compuso por encargo (de Nikolai Matveyevich Bernard, director de la revista musical Nuvellist) una serie de doce piezas breves de carácter, una para cada mes del año, que tituló Las Estaciones (aunque le hubiera pegado más un título como Los meses). Páginas que, pese al carácter de encargo, las dimensiones reducidas (las más extensas en torno a los cuatro minutos, algo más si se emplean tempi como el de Richter en Junio), la relativa desigualdad en cuanto a su calidad y el formato relativamente simple (en su mayor parte esquema en tres secciones, A-B-A), son testimonio del exquisito talento de su autor para la composición pianística, que logra en muchas de ellas destilar esencias enjundiosas, algo que no terminó de conseguir, al menos para el firmante, en el formato más ambicioso de su Sonata op. 80. Es, en este sentido, perfectamente lógico que se hayan hecho arreglos de diverso tipo, desde la colección entera (arreglada para orquesta por varios autores) hasta para piezas individuales de singular encanto, como la antes mencionada Junio.
Zacharias, no vamos a descubrir nada nuevo a estas alturas, es pianista de cuidado sonido y articulación, con un pedal manejado con envidiable mesura general y un discurso musical que se antoja elegante, sensible y coherente. Acertó en destacar lo que las miniaturas de Chaikovski tienen de evocación sencilla y directa, y también de contraste, ya desde el bien cantado Enero, con un precioso toque leggierissimo (siguiendo la indicación del compositor) en el pasaje marcado meno mosso, y con un final delicadamente etéreo, fiel traductor del prescrito pianissimo. Estupendo igualmente el tranquilo, dibujado con la necesaria fluidez y relativa libertad, Mayo, que tiene mucho de lenguaje casi recitativo, y el rotundo, enérgico Agosto.
Elegante y calmada la interpretación de la que quizá es la más exquisita de la serie, la barcarola de Junio, aunque sin alcanzar la sutileza (que parece casi inalcanzable) con la que Sviatoslav Richter nos dejaba boquiabiertos en una memorable y decididamente morosa recreación de la página. Sobresaliente la muy expresiva lectura de Octubre, una preciosa elegía que, como toda la colección, llegó muy bien delineada en el canto. Correctísimo el vals (Diciembre) que cierra la serie, que tuvo no obstante más efusión que sutileza en el rubato y reposo en la recreación.
La segunda parte estaba dedicada a una de las piedras de toque de Zacharias: Schubert. Ya en su segunda presencia en este ciclo, en 1997, ofreció el ciclo íntegro de Sonatas del vienés, un evento que no será fácil ver repetido con aquel extraordinario nivel de calidad. La Sonata D 850, compuesta en 1825 en el balneario de Bad Gastein (y conocida por ello como “Gasteiner”), nos ha llegado interpretada por Zacharias en aquella ocasión y en otra de sus participaciones en este ciclo, la de 2010. Obra, dentro del catálogo schubertiano de sonatas, de casi sorprendente y beethoveniana intensidad en muchos momentos, y que termina de sorprender (y hasta desconcertar a alguno, léase Schumann, como apunta acertadamente Arturo Reverter en sus excelentes notas) con un cierre de grácil y sonriente danza, inesperada tras el arrebato desplegado en los movimientos anteriores, en los que Schubert no regatea la intensidad, la contundente y temperamental energía tan características de su admirado Beethoven. Es, entre las sonatas schubertianas, una de las que tal vez recuerda más, en su rotundo carácter, a algunos pasajes de la Wanderer.
Y no ahorró musculación Zacharias en su acercamiento. De hecho, su lectura pareció aún más viva y tormentosa que en ocasiones pasadas (y que en su registro para EMI de 1993). El Allegro vivace, brillante y enérgico, llegó con articulación quizá menos nítida de lo que estamos acostumbrados a escuchar con Zacharias, algo más generoso con el pedal de lo que otras veces le hemos escuchado. El segundo motivo, rotundo pero conservando sus guiños (muy adecuados al lugar de composición) al yodel tirolés, presentó el adecuado contraste, y el desarrollo fue presentado con tempestuoso arrebato, sin respiro.
Intensa igualmente la efusión del Con moto, especialmente en su parte central. Como de costumbre en el germano, el canto llegó bien dibujado, aunque podría haber tenido más reposo y matizada recreación en su motivo principal (lo que hubiera proporcionado más contraste con la mencionada intensidad de la sección central), algo que sí se consiguió en un final transmitido con la dosis adecuada de misterio. Decidido y enérgico el Scherzo, de dimensiones poco habituales, con un elegante sabor vienés en su segunda mitad, que siempre ha sido marca de la casa. Acertó también Zacharias en el dibujo sonriente, sorprendentemente (teniendo en cuenta lo que le precedía) desenfadado Rondó final, expuesto con tranquila sencillez, con un tempo sabiamente elegido y un discurso de genuino y sonriente lirismo, culminado, como pide Schubert, de manera sosegada, lejos del arrebatado temperamento de los dos movimientos iniciales.
Pese a un final tan alejado de cualquier aparato, el éxito fue, como cabía esperar, muy considerable, y tras la insistencia del público, el regalo llegó de la mano de Debussy: La plus que lente, delineada con más elegancia que sugerente o evocadora lentitud. En conjunto, excelente recital, que, según se ha sabido, podría ser el último del pianista, que parece decidido a limitar sus participaciones como pianista a obras concertantes con las orquestas que dirige (aunque sobre esto, ya sabemos que hasta que no se anuncie de forma oficial, siempre cabe el cambio de opinión, algo que ya se ha producido con otros artistas).
Rafael Ortega Basagoiti