MADRID / Vivaldi y Beyer: dos ‘cañeros’ en el Auditorio
Madrid. Auditorio Nacional (Sala de cámara). 8-II-2023. Ciclo Universo Barroco del CNDM. Gli Incogniti. Directora y violín: Amandine Beyer. Obras de Vivaldi y Albinoni.
Antonio Vivaldi no fue quien invento el concierto, pero sí fue quien más hizo para que esa forma musical tomara cuerpo y se consolidara. Habrá quienes piensen como Stravinsky y Dallapiccola, es decir, que Vivaldi no compuso quinientos conciertos, sino que compuso el mismo concierto quinientas veces. Pero quienes piensen así jamás disfrutarán con estas obras, que hasta casi tienen efectos terapéuticos: uno asiste a un programa vivaldiano y se le levanta el ánimo al menos para las dos o tres horas siguientes. Vivaldi es el músico más ‘cañero’ de la historia, sobre todo si quien toca su música tiene ese mismo espíritu ‘cañero’.
Amandine Beyer es una ‘cañera’ vivaldiana. Lo ha sido siempre. Aún recuerdo el shock que experimenté la primera vez que escuché su grabación de las Cuatro estaciones, publicadas por el sello Zig-Zag en 2008, apenas dos años después de que la violinista francesa fundara Gli Incogniti. Y, desde entonces, siempre que he vuelto a escuchar al grupo tocando Vivaldi he sentido ese subidón anímico. Llegaban Beyer y los suyos al Auditorio Nacional con su programa Il mondo al rovescio, que es el mismo título de su último CD en Harmonia Mundi, aunque no coincida ninguna de las obras (la explicación es bien sencilla: los del disco son conciertos para formato grande, con profusión de vientos, y los del directo son conciertos para formato pequeño, en el que únicamente tiene cabida un oboe como instrumento de viento). Ya desde los primeros compases se intuía que iba a ser una velada especial. Y lo fue, en efecto.
Hubo de todo, como en botica: conciertos para violín solista, para cuerdas, para violín y violonchelo, para violín y oboe all’unisono y, como colofón, para violín, oboe y órgano. Y, entre medias, un concierto para oboe de Tomaso Albinoni, coetáneo y paisano de Vivaldi, compositor que ha tenido la desgracia de pasar a la posteridad por un adagio que ni es adagio ni es suyo. Ah, de nuevo los recuerdos: el ‘otro’ adagio, el del concierto interpretado aquí por Gli Incogniti (Concierto a cinque para oboe en Re Menor op. 9 nº 2), también tuvo su momento de gloria en España a finales de los años 70, cuando la televisión en color se colaba en nuestros hogares. Ese adagio servía de sintonía para un anuncio de una marca de televisores (Radiola, una de las muchas filiales de Philips), en el cual una chica rubia con impoluto vestido blanco paseaba descalza por un inmenso prado verde. ¡Hay que ver lo mucho que contribuye la música a fomentar la nostalgia!
Beyer posee un sonido cristalino y natural. Toca sin aparente esfuerzo, aunque la obra que tenga que afrontar rebose virtuosismo (es el caso del Concierto para violín en Mi menor RV 278, en el que la de Aix-en-Provence dio una auténtica exhibición). Pero, no nos engañemos, el violín de Vivaldi tiene más trampas que una película china de kung-fu, así que, al menor descuido, te caes una de ellas. Por eso es muy difícil encontrar violinistas que sepan tocar realmente bien los conciertos para violín de Vivaldi. Los hay, claro, pero no son más que un privilegiado puñado.
Por supuesto, a Beyer le favorece la absoluta compenetración que tiene con su grupo. Un grupo que, en los últimos años, ha podido mantener una buena dosis de estabilidad en la plantilla, algo que no es demasiado frecuente entre las formaciones que se dedican a hacer música barroca. Ellos la entienden a ella y ella los entiende a ellos. Brilló el oboísta Neven Lesage en sus pasajes solísticos, al igual que hizo Anna Fontana en la obra que cerraba el programa, el Concierto para violín, oboe y órgano en Do mayor RV 554. Fontana estuvo espléndida, ora al clave, ora al órgano, en el bajo continuo que formaba junto a Marco Cecatto (igualmente sobresaliente como solista en el Concierto para violín y violonchelo en Fa mayor “Il Proteo, ossia il mondo al rovescio” RV 544) y Francesco Romano (tiorba). Y derrocharon buen hacer Alba Roca y Vadym Makarenko con el violín, Marta Páramo con la viola y Baldomero Barciela con el violone.
Beyer se ganó al público no solo con su exhibición musical, sino también con su simpatía (no pierde jamás ese fuerte acento francés cuando habla en español, aunque son ya 23 los años que lleva residiendo en Vigo). La violinista recordó que la última vez que tocó en el Auditorio Nacional fue hace más o menos diez años (un programa en solitario con piezas de Bach y Telemann). Confiemos en que no tenga pasar otra década para volver a escucharla aquí.
Eduardo Torrico
(Foto: Elvira Megías / CNDM)