MADRID / ¡Viva la mamma!, ¡viva Donizetti!
Madrid. Teatro Real. 2-VI-2021. Donizetti: Viva la mamma! Nino Machaidze, Carlos Álvarez, Sylvia Schwartz, Xabier Anduaga, Borja Quiza, Pietro Di Bianco, Carol García, Enric Martínez-Castignani, Piotr Micinski, Luis López Navarro. Director musical: Evelino Pidò. Director de escena: Laurent Pelly.
Donizetti no fue el primer compositor en mofarse de los entresijos de su profesión. Recordemos a Salieri y Mozart (Prima la musica y Der Schauspieldirektor, respectivamente), pero también a Cimarosa (L’impresario in angustie), Fioravanti (Le cantatrice villani) y Gnecco, cuya Prova d’opera seria supuso para la gran Leyla Gencer una de sus últimas apariciones teatrales en una obra bien ajena a su trayectoria.
A partir de un agudo texto y con su experiencia, Donizetti ideó una deliciosa partitura que es casi un homenaje a Rossini, desde la añadida obertura y la inclusión en plan aria de baúl del tenor hasta la página de Desdemona Assisa a’ piè d’un salice (aquí un sacco) para que queden claras las limitaciones de la improvisada cantante que pretende ser la madre napolitana del título, en uno de los momentos más placenteros de la obra.
El texto, aunque modesto de intenciones, es gracioso y pone fáciles las cosas para realizar una equivalente plasmación escénica. Habría que ser un zoquete, un malintencionado o un presuntuoso director para irse por la tangente e idear un espectáculo ajeno a la propuesta original. No lo hace Pelly, aunque tenga que pagar el peaje de la originalidad a la que parecen estar obligados los registas actuales, so pena de condena al ostracismo. Cambia de época (la década de los cincuenta del siglo pasado, que ya va siendo una constante en varios colegas) y la acción en la primera parte tiene lugar en un teatro que está siendo reconvertido en aparcamiento. En la segunda, como en una vuelta atrás, se ve el mismo teatro con el escenario y las butacas en oblicuo. Ello le permite un formidable trabajo a Chantal Thomas, con quien Pelly trabaja habitualmente, lo mismo que al iluminador Joël Adam. El propio Pelly firma, con un colaborador, Jean-Jacques Delmote, el muy adecuado vestuario.
Aunque las propuestas escénicas de Pelly abarcan un amplio registro, es en el terreno cómico donde se luce con especial habilidad. Pongamos como ejemplo La fille du régiment, montaje que pasó por multitud de escenarios (incluido el Real) y sus numerosos y triunfales Offenbach.
Aquí aprovecha las situaciones (a destacar el terceto) dándoles variedad de contenido, y define a los personajes evitando caer en fáciles y groseras bufonerías. El resultado es un espectáculo divertido, agradable y de muy estimulante digestión, en el que sus protagonistas han de actuar y cantar con similar disposición, mientras ellos mismos disfrutan además haciéndolo.
El papel travestido de Mamma Agata, personaje que acabó apoderándose de la titularidad de la obra, lo estrenó un popularísimo cómico, Gennaro Luzio (muy utilizado por el compositor para este tipo de personajes), y es una verdadera guinda para un actor con vis cómica. La tiene Carlos Álvarez, que sabe ‘reducir’ su gran voz para adaptarla a una parte destinada a voces mucho más módicas. Como si Scarpia, Yago o Rigoletto se redujeran a Don Bartolo, Álvarez no sólo capta la esencia del personaje, sino que sabe transmitirla con total precisión, aligerando la voz para sacar adelante los momentos característicos de tales personajes, donde la agilidad vocal debe de ir asociada a una rápida y punzante exposición del texto. En este sentido, el cantante malagueño puso en evidencia su gloriosa madurez profesional.
Daria, la prima donna (a veces denominada en algunas fuentes literarias Corilla, como en la ópera antes citada de Gnecco) es otro personaje de quien también saca un gran partido Donizetti. Machaidze, con su voz de timbre rico -aunque con alguna que otra nota un tanto áspera- registro suficiente, diligente coloratura y, sumémoslo, atractiva figura, salió más que airosa de la prueba, incluida la garbosa polonesa de propina.
El barítono lírico Borja Quiza, un actor desenvuelto de modales ajustados a la tarea, supo hacer gala de estas cualidades para destacar al personaje de Procolo. Parecidos recursos son los que dispuso Pietro Di Bianco en el papel de Biscroma; por encima de sus compañeros, el italiano disfrutó del plus de haber cantado ya la producción en Lyon y Ginebra. Sylvia Schwartz no perdió la ocasión de destacar en las oportunidades que tiene la seconda donna, cambiando diametralmente de talante en su propina, un aria de baúl: la hermosísima de Fausta, del propio Donizetti, acompañada por el mórbido obligato del violonchelo (una ópera, por cierto, de 1832, o sea, posterior en un año a la ampliación milanesa de la presente; así parece figurar en la ediciòn crítica utiliza por el tándem Parker-Wiklund).
En el rol de Guglielmo, ese tenor alemán que habla un italiano macarrónico, el recientemente galardonado Xabier Anduaga destacó en un triple aspecto: belleza, potencia y amplitud instrumentales.
Carol García, Enric Martínez-Castignani y el resto a la compañía estuvieron a la altura de los respectivos encargos. El coro tiene poco que hacer, pero lo hizo a gusto y bien. Lo mismo que Pidò desde el foso. No fue una sorpresa: es lo suyo.
(Fotos: Javier del Real)
Fernando Fraga