MADRID / Virtuosismo haendeliano a cargo de Pierre Hantaï

Madrid. Fundación Juan March. 13-III-2021. Pierre Hantaï, clave. Obras para clave de Georg Friedrich Haendel.
Confesaba recientemente Pierre Hantaï que hasta hacía poco tiempo había menospreciado las composiciones para clave de Haendel, un menosprecio heredado de su maestro Gustav Leonhardt. Una visión con ojos limpios y maduros, sin embargo, ha permitido al clavecinista francés redescubrir unos trabajos de extraordinaria belleza y calidad, lo que le ha llevado a emprender la grabación de las Eight grand lessons de 1720, con un primer volumen ya lanzado y un segundo en preparación.
Como queda dicho, la música del genio de Halle para clave es sumamente hermosa y de excelente factura. No obstante, compararla con la de J.S. Bach —por poner un ejemplo evidente— carece del menor sentido, ya que la inmensa mayoría del corpus clavecinístico de Haendel se sitúa en época no ya de juventud, sino incluso de adolescencia, en sus tiempos de Halle y Hamburgo. Imaginemos que de la música para tecla de Bach solo se hubiese conservado la compuesta en Ohrdruf, Luneburgo y Arnstadt. Pues eso. Haendel perdió el interés por la composición para instrumentos de tecla al poco de llegar a Hamburgo, deslumbrado por las posibilidades de la música dramática, pasión que le acompañó el resto de su vida. Y, a pesar de ello, estos frutos tempranos revelan un talento extraordinario.
Son las dieciséis suites publicadas en 1720 y 1733 —seleccionadas de aquel semillero primigenio— el grueso de la producción haendeliana y aquí Pierre Hantaï nos ofrece dos íntegras y dos formadas por fragmentos escogidos para la ocasión, proceder poco usual hoy en día, pero perfectamente legítimo. Las obras seleccionadas muestran a la perfección el carácter no ya ecléctico, sino sincrético de la música para clave de Haendel, con una mezcla muy consistente de los estilos francés, italiano y alemán —este, a su vez, tributario de los anteriores—, donde el caro sassone juega con enorme libertad fusionado la sonata y la suite.
Pierre Hantaï se encuentra en plena forma y demuestra una vez más que es un clásico de ayer y de hoy. Hizo unas lecturas extraordinariamente —en ambos sentidos— ornamentadas, en particular en unas zarabandas de gran belleza, empleando todos los recursos a su alcance, con gusto —no obstante la profusión— y tino. Las alemandas sonaron muy fluidas, vivas las correntes y fulgurantes las gigas, donde empeñó su capacidad virtuosa con unas velocidades de vértigo, como también en el presto de la HWV 428. El virtuosismo fue una nota descollante en todo el concierto —la escritura haendeliana se presta a ello y hasta lo exige—, como se apreció también en el aria con variaciones de la suite citada, una zarabanda, de nuevo ornamentada de forma magistral y abundante, con cinco variaciones que van aumentando su complejidad hasta la triunfal conclusión. Mención especial merecen los preludios, herederos directos del stylus phantasticus que tan bien conoce Hantaï (recordemos su grabación parcial de las tocatas bachianas en Virgin Veritas) y cuyos artificios retóricos enfatizó con una maestría soberbia.
Como siempre, excelente rendimiento del Ruckers-Taskin debido a Keith Hill prestado para la ocasión por Yago Mahúgo.
Javier Sarría Pueyo
(Foto: Dolores Iglesias)