MADRID / Veinte años de amistad

Madrid. Teatro de la Zarzuela. 7-X-2019. XXVI Ciclo de Lied. Matthias Goerne, barítono. Alexander Schmalcz, piano. Obras de Martin, Shostakovich, Pfitzner y Strauss.
Con este concierto, Goerne celebró sus veinte años de actuaciones madrileñas. Más que un capítulo curricular, que lo es, se trata de dos décadas de amistad entre el cantante y nuestro público. Para rubricarlo, él ha escogido un programa puro y duro, rayano en la aridez, con dos bloques sin pausas internas, de modo que nos enfrentamos con un programa de mitades compactas.
El desafío era notorio y Matthias, como siempre, salió airoso, revalidando su múltiple mérito: trabajo, inteligencia, cultura, intensidad, rigor, estrictez. En los monólogos de Jedermann (cualquiera, uno de tantos, cada cual) de Martin sobre textos teatrales de Hofmannsthal, el cantante lució una voz oscura, ancha y con arrojo de agresividad patética, propios de la recitación dramática y la desolación metafísica del personaje. En cambio, en los textos de Miguel Ángel, traducidos al ruso y musicados por el Shostakovich final, el personaje fue otro: más reflexivo, íntimo y a menudo confesional. La intensidad de la emisión se fue restringiendo.
Las canciones de Pfitzner, de un muy tardío romanticismo académico, son cuidadosas, impersonales y previsibles, como toda su obra. Goerne las resolvió en la tradición de los barítonos que conocieron al autor, es decir con un comedido sentimentalismo donde prevaleció el labrado de la sílaba en el verso y del verso en la estrofa. Otro mundo, un decidido sensualismo y un nivel creativo más elevado tuvo la selección straussiana. En Mañana y Descansa, alma mía, Matthias estuvo paradigmático y magistral. Terminó la serie con una de las Cuatro últimas canciones, “Al atardecer”, reducida en su efecto sonoro al transcribirse la orquesta al piano, pero climática e intencionada al máximo.
El pianista tiene en este repertorio un rol exigente y poco vistoso, si cabe el símil visual. Debe dar atmósfera y, sobre todo, cuidar los soportes armónicos. Desde luego, cuando frasea solo, ha de notarse que lo está haciendo, que no es mero eco de la voz. Schmalcz cumplió con su deber y demostró un pleno entendimiento con el barítono.
(Foto: CNDM. Rafa Martín)
Blas Matamoro
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