MADRID / Una balada para el rey deforme: Ricardo III y Sara Beer frente a frente
Madrid. Teatro de la Comedia (Sala Tirso de Molina). 9-VI-2022. Richard III redux. Compañía Nacional de Teatro Clásico. Dramaturgia y dirección: Kaite O’Reilly y Phillip Zarrilli. Actriz: Sara Beer. Cámara en directo: Paul Whittaker. Con Julia Rincón Valadez. The Llanarth Group.
He conocido bastantes actores cuya ambición era hacer Yago o Ricardo III. Dos malos malísimos de Shakespeare. Parece ser, sí, que fue Shakespeare quien escribió Ricardo III. Y parece claro que tienen razón Kaite O’Oreilly y Phillip Zarrilli cuando dan por hecho que se trata del halago de un cortesano que escribe para la reina Tudor, pues Henry Tudor, Enrique VII, ocupó el trono al morir Ricardo en la batalla de Bosworth, agosto de 1485; es decir, el abuelo de la reina Isabel era Enrique, y para esa corte estaba pensada la figura deforme de Ricardo. En cualquier caso, Ricardo III no parece que sea, ni de lejos, la mejor obra de las atribuidas a Shakespeare. Pero permite olfatear una característica de las tragedias del bardo: son testas coronadas y sangres nobles, pero en realidad son una pandilla de gánsteres. De ahí el aliento shakesperiano de las películas de El padrino. De ahí la manía de tantos directores de escena de vestir como gánsteres, con sus mudos y semovimientes guardaespaldas, tanto Salomé como El Anillo, entre otras muchas óperas del repertorio. Si hay multitud de actores que quieren hacer su Ricardo III, hay muchos directores que quieren dirigir su Padrino. En las últimas décadas se han descubierto Ricardos en el mundo de los negocios, mundo implacable, ya saben. Otra veta. Y las vocaciones de los directores han abrevado en otras fuentes cinematográficas, como las llamadas distopías a lo Mad Max.
Pero lo que propone Sara Beer, con O’Reilly y Zarrilli es otra cosa. La leyenda creada por Shakespeare es que Ricardo, duque Gloucester y último rey de los York (fin del linaje Plantagenet, prácticamente fin de la guerra de las dos Rosas) era un pozo de resentimientos, y que esos resentimientos tenían origen en su deformidad física, su escoliosis, cojera y otros regalos del buen Dios. De manera que los cómicos que consiguen llegar a ese papel están encantados poniéndose jorobas y mecanismos para torcerse la pierna. Sara Beer se burla con mucha finura de unos cuantos Ricardos famosos. La verdad es que hoy, al cabo del tiempo, cuesta ver el Ricardo III de Laurence Olivier, un film kitsch hasta la náusea, una interpretación de exagerado histrionismo por parte del gran actor que fue Sir Laurence. Pero es que Sara Beer sí sufre esas discapacidades; al mismo tiempo, es una actriz con auténtico sentido del humor y capacidad de transformación. Está ella sola en un escenario bien construido pero hecho con un sillón y cuatro cosas. Más una pantalla. Tomas grabadas y cámara en directo. Teatralidad y vivacidad garantizadas. Sara Beer despliega varios personajes, entre ellos los que pretenden actuar en la escena, pero la escena está prácticamente cerrada para ellos. Prácticamente, digo, porque ahí está Sara para demostrar que esa puerta, acaso excepcionalmente, puede abrirse, o acaso puedes forzarla a que se abra. A veces, el teatro necesita héroes. Pobre del teatro que necesita héroes.
La pieza escrita por O’Reilly y dirigida por Zarrilli (creo que es ésa la división, disculpen si no es exactamente así) no es drama. Es como una conferencia en la que el experto se permitiera teatralidades, disfraces, en que se desdoblara con guiños cómplices. Y, especialmente, vídeos de sí misma (de sí misma) y de un profesor de determinadas cuestiones teatrales, interpretado por Zarrilli. No hay enfrentamientos entre personajes, o entre personaje y exterior, o entre ideas y tendencias. Se trata de un vericueto con bastante guasa que lleva a que Sara Beer, con las deformidades atribuidas por la leyenda de Shakespeare a Ricardo, desmienta que Ricardo tuviera esas deformidades. “Le estás haciendo la pelota a Isabel Tudor” (no lo dice así, pero es eso lo quiere decir). Vídeos, cámara en directo, pequeño y espléndido espacio escénico… y una actriz mucho más grande que su estatura.
El breve espectáculo (una hora y cuarto) da para más comentario. La crítica lo ha hecho ya. Aquí interesaba el sentido de la balada que Sara Beer canta con ese texto de O’Reilly que se basa mucho en los restos de Ricardo descubiertos bajo un aparcamiento en Leicester hace diez o doce años. ¿Es Ricardo el personaje histórico más calumniado de la historia, o al menos el que ha sufrido la calumnia con mentira más afortunada? ¿Le sigue Borís Godunov, que tantos pecados cometió, pero no ése, no ése (ya saben ustedes a qué me refiero). Basta, estas líneas eran para Sara Beer y Ricardo. Qué espectáculo tan sabio, tan estimulante.
Santiago Martín Bermúdez
(Foto: CNTC)