MADRID/ Un Potter espléndido ejerce de ‘Orfeo británico’ en la melancolía y el humor

Madrid. Auditorio Nacional. Universo Barroco. 25-IV-2023. Alex Potter, contratenor; Mathilde Vialle, viola da gamba; Patrick Ayrton, clave. Obras de Purcell, Blow, Lawes, Locke, Hume, Humfrey y Sumarte.
Hay que ser ciertamente muy británico para presentar un programa de naturaleza tan melancólica e intimista con el sentido del humor inimitable que mostraron los intérpretes en muchas fases del concierto. Además de ser un espléndido contratenor, Alex Potter se presentó como un tipo simpático y cercano que supo transmitir al público historias desde el escenario y así metérselo en el bolsillo. Bien secundado por un cómplice Patrick Ayrton al clave y la excelente violagambista Mathilde Vialle, nos ofrecieron una serie de bellas canciones y otras piezas de Henry Purcell, puestas en un contexto histórico y bien organizadas en bloques junto a otras de contemporáneos cercanos a su persona (John Blow o Pelham Humfrey), de la generación precedente (Matthew Locke) o de antecesores que regeneraron la música británica tras la Restauración (Tobias Hume, Henry Lawes o Richard Sumarte). Esta música poética nos llevó a través de una variada paleta de emociones, como la tristeza, la piedad o la melancolía, pero también a través de la alegría y la ironía, con ese sentido del humor tan inglés.
El concierto comenzó con We sing to him, una sobria pieza de Purcell publicada en Harmonia Sacra (1688) por John Playford, que nos mostró ya el excelente registro agudo de Potter y la estabilidad del color de su voz a lo largo de todas las secciones, con el continuo del clave y donde al final se une una segunda voz, aquí el bajo de viola. Después llegó Love’s fruition de Henry Lawes, una pieza muy sutil con cierto carácter teatral y pastoril, para dar paso a continuación al motete Bone, Jesu, verbum Patris del gran Matthew Locke, un compositor muy admirado por Purcell, una pieza a dos voces donde la exquisita viola de Vialle tomó también la segunda voz y el delicado clave de Ayrton el continuo; llena de giros armónicos inesperados y muy “purcelliana” —en realidad Purcell era muy “lockiano”—, donde pudimos escuchar la afinación excepcional del espléndido timbre de Potter.
A continuación Mathilde Vialle nos ofreció una preciosa Division sobre Daphne de Richard Sumarte, y nos demostró que se trata de otra excelente violagambista de esa joven gran hornada francesa, con una interpretación exquisita y un sonido muy profundo, pero con una ligereza grácil en las disminuciones; su viola destila agilidad con unos armónicos y una resonancia excepcionales. Tras ella, volvimos atrás en el tiempo con la alegre y poética Fain would I change that note de Tobias Hume (Musicall humors, 1605) con un Potter de rica entonación y una alegre viola tañida a ratos a la manera de una lyra-viol. El clavecinista Patrick Ayrton también nos ofreció algunas piezas llenas de fantasía, como el hipnótico Ground en Re menor (ZD 222), donde desgranó las notas delicadamente, suspendidas de manera asombrosa, con una interpretación extremadamente sutil, unos tiempos delicados y unas articulaciones excelentes. Esa pieza sirvió para introducir el poético canto If music be the food of love del Orpheus britannicus, con la inteligente decisión de Potter de cantar seguidas dos versiones diferentes, primero la más estrófica y sencilla y, después, una versión más ornamentada e italianizante, donde apreciamos la excelente técnica del cantante en sus ornamentaciones y en la expresividad de los afectos.
Hubo varios juegos en clave humorística de un simpático Potter y un cómplice Ayrton en diversos momentos. Tras anunciarnos un cambio de orden en las obras, desapareció sin más y dejaron al clavecinista solo, que pasó a interpretar algunas piezas para clave de John Blow, entre las que destacó un precioso ground, para comenzar después las notas de la canción Why does my Laura shun me? de Blow (Amphion anglicus, 1700), y, súbitamente, escuchamos la voz de Potter cantando en la parte trasera de la sala con gran golpe de efecto, después subió al anfiteatro (con fortuna para mí, justo delante) y después recorrió la sala hasta volver al escenario, parodiando al protagonista que busca a su ninfa en una arboleda con su bello canto y comicidad en sus gestos.
El bloque siguiente se tornó más melancólico; a la muerte de Locke, Purcell tomó su puesto y le dedicó la bella oda What hope for us remains now he is gone?, una pieza escrita para voz y continuo donde también introduce otra voz al final, que realizó con unos excelentes trémolos Mathilde Vaille, con los afectos de la melancolía sublimemente expresados por la bella voz de Potter, con alusiones a Orfeo, tempestades y disonancias que expresan ira. Siguió otra canción, un lamento no tanto de amor sino de reproche por la incapacidad de un amor verdadero, Tell me no more de John Blow, el gran ángel custodio de Purcell, con un espléndido Potter y un sobrio Ayrton.
La melancolía dio paso a la belleza amable con la preciosa Here the Deities approve, de la oda Welcome to all the pleasures, construida sobre un bello ground, con una preciosista viola da gamba y el grácil clave como sostén del canto exquisito de Potter y, después, la muy irónica Sabina has a thousand charms, donde Potter mostró teatralidad y humor inglés hasta la médula, con un registro agudo excepcional. Oficiado por Potter y Vialle, con buen español, se propuso al público un juego donde debía escoger cuatro cartas que representaban notas musicales y sobre las que Ayrton improvisó un ricercar.
Pelham Humfrey ofreció a Purcell su primer empleo, pero también falleció pronto. A Hymne to God the father wilt Thou forgive that sin es una pieza muy delicada que Potter cantó hasta llegar a unos agudos superlativos. Publicada en la misma colección (Harmonia Sacra I, 1688), se interpretó para concluir el programa la profunda y bellísima An evening hymn, Z 193, construida sobre otro ground, con esa delicadeza profunda y exquisita de Purcell que acaba en ese extasiado Aleluya, y donde admiramos la estabilidad de todo el registro del cantante nuevamente, con el sostén del clave y una sutilísima viola da gamba. De propina, Potter nos ofreció Sweeter than Roses y después Fairest Isle, una de las canciones más bellas del King Arthur, donde aprovechó para presumir de su patria. No se puede cantar mejor ni con mejor gusto toda esta bella música, bien acompañado de una espléndida Vialle y un chispeante Ayrton.
Manuel de Lara
(fotos: Elvira Megías – CNDM)