MADRID / Un Haendel rebosante de teatralidad
Madrid. Círculo de Bellas Artes. 9-II-2020. Al Ayre Español. Clave y dirección: Eduardo López Banzo. Obras de Haendel y Purcell.
Hemos estado durante mucho tiempo acostumbrados a escuchar un Haendel estereotipado, que era el que habían construido los ingleses. Todo lo que se saliera de esa senda estaba considerado una aberración. Pero llegaron los meridionales —primero, los franceses; luego, los italianos— y, de repente, descubrimos que la música del compositor de Halle sonaba mucho mejor cuanto más mediterránea era. Eduardo López Banzo, fundador y director de Al Ayre Español, jamás ha tenido el más mínimo complejo a la hora de dotar a esa música de una luminosidad sureña que no es la propia de la Alemania en que nació Haendel ni de la Inglaterra en la que vivió, pero sí de la Italia en cuyas fuentes bebió de joven para ser lo que sería musicalmente el resto de sus días.
Cuando hace un par de años López Banzo grabó el Op. 5 de Haendel, ya avisó de que algunas de sus decisiones no estaban exentas de riesgo. Por ejemplo, incluir un contrabajo junto a los dos violines, el violonchelo y el clave del orgánico. Algún purista quizá se rasgó entonces las vestiduras por ello, pero lo bueno que tiene el movimiento es que se sigue demostrando cuando se anda y esa decisión, junto a otras no menos comprometidas, arrojaron como resultado una de las mejores grabaciones que se han hecho nunca se estas sonatas en trío. En directo, el Haendel de López Banzo suena igual de bien, o incluso mejor, que en disco. El Haendel de López Banzo es un Haendel denso, voluminoso y a veces exagerado, en el que tienen cabida profusos ornamentos, ataques incisivos (y hasta violentos), lleno de contrastes dinámicos… Un Haendel extraordinariamente teatral, porque, aunque se trate de música de cámara, Haendel escribió siempre pensando en la escena, incluso en el caso de sus obras religiosas. Nada que ver con aquel Haendel ligero y almibarado que habían estandarizado los ingleses en los dos últimos decenios del pasado siglo.
En el programa para este concierto del ciclo Liceo de Cámara, López Banzo hizo una primera parte con dos sonatas del Op. 2 (las nº 4 y 6) y una segunda con tres sonatas del Op. 5 (las nº 2, 4 y 5). Son dos colecciones muy distintas entre sí: las del Op. 2 son obras de juventud (la nº 2 está escrita, según confiesa el propio Haendel, con 14 años), que rinden aún tributo al modelo corelliano, mientras que las de Op. 5 son obras de madurez absoluta, en las cuales el autor experimenta hasta límites insospechados, buscando efectos sorprendentes, especialmente en esos finales poéticos que suponen una auténtica innovación en la música de aquel momento.
La Sala de Columnas del Círculo de Bellas Artes fue una gran aliada de Al Ayre Español en este concierto, pues la calidez de su acústica contribuyó a acentuar esa meridionalidad que persigue López Banzo cuando aborda la música haendaliana. Los violines de Alexis Aguado y Kepa Artetxe (especialmente, el del primero) fueron un manantial permanente de ornatos desenfrenados (el virtuosismo, en realidad, radica en buena medida en eso). Guillermo Turina, violonchelo, y Xisco Aguiló, contrabajo, fueron el perfecto contrapeso con los graves, cabalmente dirigidos todos desde el clave por el propio López Banzo, que incluso exhibió su faceta solística con tres piezas de Henry Purcell (la Suite en Sol menor Z. 661, el Ground Z. D222 y la Suite en Re mayor Z. 667). Buena idea la de incluir en el programa a Purcell, a modo de pequeño homenaje al compositor que más influyó en Haendel cuando llegó a Inglaterra.
Eduardo Torrico