MADRID / Un auténtico dislate para ‘The Magic Opal’ de Albéniz

Madrid. Teatro de la Zarzuela. 1-IV-2022. Albéniz: The Magic Opal. Ruth Iniesta. Santiago Ballerini. Luis Cansino. Damián del Castillo. Carmen Artaza. Jeroboán Tejera. Helena Ressurreiçao. Alba Chantar. Gerardo López. Tomeu Babiloni, Fernando Albizu. Coro titular del Teatro de la Zarzuela. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Director musical: Guillermo García Calvo. Director de escena: Paco Azorín.
En la presente temporada el Teatro de la Zarzuela nos ha seguido brindando la recuperación de diversas obras de nuestro patrimonio lírico que se hallaban sepultadas en el baúl de los recuerdos, comenzando por Circe de Chapí, a la que han seguido Entre Sevilla y Triana de Sorozábal, Tabaré de Bretón y, finalmente, la que nos ocupa, The Magic Opal de Isaac Albéniz, ópera cómica inglesa en dos actos, ubicada en la encrucijada de caminos de los años noventa del siglo XIX. El Teatro de la Zarzuela la ofrece en una nueva producción que sigue la edición musical de Borja Mariño, en traducción libre del insulso libreto de Law realizada por Javier L. Ibarz y Pachi Turmo y en adaptación de Paco Azorín y Carlos Martos de la Vega.
La gira por Inglaterra que Albéniz efectúa en 1889 iba a dar sus frutos. Ya fuese acompañado por Enrique Fernández Arbós o con otros virtuosos como Ysaye, Madame Valleria, Foli y Orlando Harley, Albéniz es muy solicitado para ofrecer recitales, que irá aceptando durante varios meses en el invierno. No se sabe por qué, durante su estancia en Londres se le pidió que compusiera la música para una comedia lírica, aceptando un libreto de enredo escrito por Law, de colorido oriental e inverosímil magia, en la creencia de que la música lírica le proporcionaría gloria y provecho. Con el titulo The Magic Opal (El ópalo mágico), la obra se estrenaría el 19 de enero de 1893 en el Lyric Theatre de Londres con buena acogida.
El libreto cuenta una historia de bandidismo helénico y ocurre en la época en la que se escribe, con ciertas alusiones al bandolerismo y al tráfico ilegal de varios productos desde Gibraltar. El ópalo mágico es un anillo que tiene el poder de hacer que todo aquel que lo roce se enamore, y que pasará de mano en mano desencadenando toda una serie de aventuras galantes. Trabucos, enamorado de Lolika, rapta a su prometida y le roba el ópalo mágico, pero viéndose perseguido lo confía a su hermana Martina, quien a su vez se lo cede a Olimpia, antigua prometida abandonada por Trabucos. Un ingenioso cambio del anillo verdadero por otro falso, que Trabucos había remitido a Lolika, conduce, tras numerosas peripecias, a un doble matrimonio justo en el momento en que cae el telón. Hasta aquí, muy sintetizado, el argumento original.
La recepción de la prensa británica fue contradictoria: unánime en su ataque al libreto y considerada en cuanto a la partitura, que en general fue estimada superior a la calidad media de las operetas. Ante un segundo estreno londinense, Albéniz realizó modificaciones, refundiendo y simplificando varios números, eliminando y fusionando personajes, y tres meses después, el 11 de abril de 1893, pisaría las tablas del Prince of Wales Theatre en una versión dirigida por el propio compositor, aunque bajo un título diferente: The Magic Ring. La crítica mejoró su estimación respecto a su anterior estreno.
Al año siguiente, Albéniz volvió por última vez a la zarzuela con una pequeña obra que se estrenaría en el teatro Apolo de Madrid el 24 de octubre de 1894: San Antonio de la Florida. Algunas semanas más tarde, el estreno de La sortija (adaptación al castellano de The Magic Ring) el 23 de noviembre en el Teatro de la Zarzuela, suscitó reacciones tan hostiles que Albéniz abandonó el podio y aquella misma noche tomó el camino de París.
La recuperación de esta partitura está más que justificada. No hay que olvidar que en 2010 se pudo escuchar en versión de concierto en el Auditorio Nacional -creo que fue un 27 de febrero- pero la lectura de la misma fue muy irregular desde el punto de vista orquestal, aunque vocalmente la cosa estuvo mejor. Se daban ahora las circunstancias para una escucha mejor conjugada, con matices, con su chispa, con una puesta en escena más coherente y en paralelo con la música que la sostiene, y sobre todo sin despreciar tan a la ligera el argumento primigenio, del que no queda ni el anillo mágico, sustituido en este caso por una piedra pulida. Si el texto original es, como ya hemos indicado anteriormente, muy flojo, ¿qué nos propone Paco Azorín con su nuevo texto?
Sabemos que los objetivos principales de la opereta -así es como puede denominarse esta obra- eran crear diversión, suscitar la empatía del público y prodigar la hilaridad. Pues bien, nada hay de hilarante ni de divertido en esta propuesta teatral, de incomprensible seguimiento en alguno de sus cuadros (o ‘salas’, como las denomina el regista). Paco Azorín nos indica en el programa de mano: “El espacio que va a contener esta escenificación es, sobre todo, onírico y simbólico: un inmenso cubo repleto de puertas en todas direcciones que crearán ora un laberinto inescrutable, ora un paradisíaco paisaje ideal para el amor”. Con ello pretende dirigirse al público del siglo XXI, valiéndose para ello de un juego, The Magic Opal, una especie de reality o concurso en el que participan ocho jóvenes que tienen que elegir personaje, seguir pistas y superar pruebas hasta encontrar el verdadero amor. Todo ello dirigido por Eros XXI, el creador del juego, que actúa como maestro de ceremonias. Sin embargo, el movimiento escénico es convulso y acelerado, propiciando un cúmulo de situaciones sin el menor sentido. No nos cabe duda de la profesionalidad de Paco Azorín, quien ha dado sobradas muestras de su gran categoría escénica, pero en esta ocasión —al menos en opinión de quien firma estas líneas— el regista ha pecado por exceso.
Queda, no obstante, la música, que por desgracia este montaje no permite apreciar en plenitud. El espectáculo, tal como está planteado, sitúa la partitura en un tibio segundo plano, cumpliendo más bien una función incidental, en vez de ocupar el protagonismo que requiere y sin duda merece. La música de The Magic Opal es valiosa y su escritura vocal no presenta grandes dificultades, moviéndose en líneas generales en tesituras medias. Hubo momentos, en todo caso, en los que pudimos saborear sus cualidades, por ejemplo en la obertura, en el preludio del acto segundo, en el dúo de Lolika (Ruth Iniesta) y Alzaga (Santiago Ballerini) o en el vals de Lolika, momentos en los cuales la orquesta y el maestro García Calvo pudieron manifestarse y sacar la cabeza por encima del ajetreo escénico reinante.
Manuel García Franco
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