MADRID / Trío Magnacore: música de cámara excepcionalmente bien hecha
Madrid. Ateneo de Madrid. 27-I-2024. Trío Magnacore. Obras de Clara Schumann y Johannes Brahms.
En el Ateneo de Madrid, se celebró el segundo concierto del ciclo Grandes Intérpretes que organiza la Fundación Più Mosso. El Trío Magnacore, conformado por la violinista Yulia Iglinova, el violonchelista Javier Albarés y el pianista Francisco Fierro, no sólo estuvo a la altura de las dos obras de cámara que interpretaron —sendas obras maestras de Clara Schumann y Johannes Brahms—, sino que hicieron honor con creces al nombre del ciclo. ¿Grandes intérpretes? Grandes, extraordinarios y excepcionales. Grandes, porque cada uno de ellos por separado lo es —a Yulia Iglinova y a Javier Albarés los sigue uno semanalmente como maestros de la Orquesta Sinfónica RTVE—; extraordinarios, porque su interpretación de anoche se salió de lo ordinario; y excepcionales porque la calidad del sonido que lograron fue de esas que rara vez se oyen en las salas de concierto. La delicada potencia del violín de Yulia Iglinova, el canto lírico y acaramelado del violonchelo de Javier Albarés y el rico acompañamiento con toques de discreto virtuosismo solista de Francisco Fierro al piano se integraron a la perfección en una ejecución emocionante, intensa, dinámica y vibrante.
Las dos obras en el programa pueden calificarse como obras maestras del repertorio de música de cámara. ¡Una lástima que no haya quedado un buen registro sonoro de la estupenda interpretación del Trío Magnacore! Por un lado, el Trío para violín, violonchelo y piano en sol menor, op. 17 de Clara Schumann; por otro, el Trío para piano, violín y violonchelo en si mayor, op. 8 de Johannes Brahms. Ambos compositores fueron grandes pianistas y ambas obras guardan una estrecha relación estructural: un primer movimiento rápido, un segundo en forma de scherzo, un tercero lento y un cuarto rápido.
Clara Schumann compuso el Trío opus 17 —el único trío que escribió— durante una estancia en Dresde, entre 1845 y 1846. Su marido, Robert Schumann, estaba ya muy enfermo, aunque todavía viviría diez años más. Por la época en que Clara compuso el Trío opus 17, Johannes Brahms era un adolescente de trece años. Aún quedaban siete años para que los tres, Robert, Clara y Johannes, se conociesen en Düsseldorf, en octubre de 1853, y su relación pasara a los anales de la historia de la música. Johannes Brahms compuso y publicó el Trío opus 8 en 1854, aunque haría una profunda revisión treintaicinco años más tarde. Por cierto, Clara Schumann interpretó esta obra magistralmente a lo largo de su vida. Este trío es la única obra de Brahms de la que existen dos versiones publicadas. Si hay un compositor del que sólo conocemos lo que él realmente quiso que se conociera de él, ese es Johannes Brahms. Se encargó de destruir casi toda la correspondencia que estimó oportuno destruir; en su último año de vida, enfermo de cáncer, quemó todas las obras que no había publicado. ¡A saber cuántas se perdieron!
La ejecución del Trío Magnacore fue emocionante, intensa, dinámica y vibrante. No hubo ni un solo momento del recital en que uno no pudiera comprobarlo. Los diálogos entre el violín de Yulia Iglinova y el piano de Francisco Fierro en el primer movimiento del Trío de Clara Schumann fueron muy inspiradores, aderezados con ese canto tan especial del violonchelo de Javier Albarés, un canto que en el segundo movimiento, Scherzo y Trío, se volvió juguetón. Excelente introducción del pianista de Francisco Fierro en el tercer movimiento, Andante, e increíble precisión, llena de expresión romántica, en la fuga del último movimiento, Allegretto. Con ese buen sabor de boca, nos fuimos al descanso.
Si la primera parte del recital había sido magnífica, cuando llegó la obra de Brahms, el Trío Magnacore alcanzó un grado de expresividad y conjunción sublime. Memorable fue el primer movimiento Allegro con brio que comienza con un bello tema en el piano al que enseguida se une el violonchelo y que fue creciendo en intensidad con los tres intérpretes en estado de gracia. El segundo movimiento Scherzo, preciso y virtuoso. En el tercer movimiento Adagio, tan melodioso y lírico, el Trío Magnacore consiguió unos pianissimi increíbles, de esos que dejan en vilo al oyente. Y el cuarto movimiento Allegro fue la demostración de cómo tres músicos bien compenetrados pueden guiar al público entre tanta agitación y turbulencia sonora, interpretada con gusto y claridad, sin alarde virtuosista, pero de un nivel que muy pocos pueden alcanzar. El recital se cerró con una preciosa propina de Enrique Granados con la que el Trío Magnacore firmó una versión muy difícil de superar. Eso solo ocurre cuando la música de cámara está tan bien hecha, tanto por parte de quienes la componen como por quienes la interpretan. Y que todos ellos se unan para lograr ese excepcional resultado es algo que uno rara vez tiene el privilegio de disfrutar en vivo.
Michael Thallium
(fotos: Jesús Rodríguez Lluch)