MADRID / Trío Isimsiz: un cromatismo casi exacerbado
Madrid. Museo Reina Sofía (Auditorio 400). 24-I-2022. Trío Isimsiz (Pablo Hernán Benedí, violín; Edvard Pogossian, violonchelo, y Erdem Misirlioglu, piano). Obras de Rihm, L. Boulanger, Coll, Takemitsu y Shostakovich.
Fremde Szene III de Wolfgang Rihm es una obra de 1984, un trío en el que se produce una suerte de viaje del silencio hacia el silencio. Parece un arco, pero no se ve una especial simetría. Lo que si se percibe es un ascenso que culmina en un determinado momento y que después desciende. No hay un crecimiento sonoro, no es un crescendo, es un viaje en el que hay una cierta dramaticidad. Es como si el Wolfgang Rihm teatral elaborara una obra de cámara. El teatro de Rihm se aleja bastante de los postulados de la vanguardia a los que, pese a ser él menor en edad, quiso adscribirse desde muy pronto. Es una obra intensa, que desciende hacia la ausencia de respiro.
El trío D’un soir triste de Lili Boulanger nos sugiere a dónde podría haber llegado esta compositora de no haber desaparecido tan pronto (falleció con solo 24 años). Esta obra no es que sea un testamento, pero sí es una visión dramática, también en este caso, que va bastante más lejos de la vigencia sonora del momento. Es como si pudiéramos intuir de qué habría sido capaz Boulanger más tarde si hubiera podido vivir más tiempo.
El Trío para piano de Francisco Coll, compositor nacido en 1985, se desarrolla en cuatro movimientos. Se precisaría una segunda lectura, o incluso una tercera, para comprender y valorar el alcance de esta pieza, encargo del Centro Nacional de Difusión Musical. Compuesta en 2019, da la impresión de que, a lo largo de esos cuatro movimientos antes mencionados, hay una estilización de elementos si no antiguos, sí al menos anteriores. Casi históricos. Hay una especie de suite de danzas, de un tango que se convierte en un vals. Pero la auténtica estilización del tango está en el primer movimiento, en el primer Allegro. Considero que sería necesario revisar esta obra, cuyos valores e intensidad resultan muy sugerentes. Comprenderlos en una sola lectura se me antojaría demasiado atrevido por nuestra parte. Pero seguramente merecería mucho la pena esa nueva escucha, pues está cargada de sugerencias que la hacen especialmente interesante.
Between Tides de Töru Takemitsu es una pieza en la que se reconocerá en gran medida al autor de obras orquestales, al compositor de la sensualidad, de la sinuosidad, de los timbres, de los colores… Sin embargo, es muy distinta a otras suyas, porque Takemitsu aparece más despojado. Es el mismo, pero es otro. Otro compositor que fuera pariente de un autor de obras que tienen nombre francés. Porque hay que recordar que, después de todo, que la inspiración de Takemitsu se remonta al Debussy más avanzado, al de las composiciones orquestales y pianísticas. Takemitsu podría encuadrarse, por edad, en la generación de la vanguardia (sería el más joven de ella), pero de la vanguardia europea, por lo que, por descontado, Takemitsu no puede inscribirse en ella. Takemitsu tiene un mundo sonoro muy propio, y en este trío lo que hay es una especie de quintaesencia del que fue gran orquestador. Los timbres, claro está, no se encuentran aquí, pero sí las intensidades y las sinuosidades. Se trata, nos atreveríamos a decir, de una obra maestra de este compositor, que desapareció en 1996, a los 66 años.
Y para concluir, el gran Trío para violín, violonchelo y piano nº 2 en Mi menor op. 67 de Shostakovich. De un Shostakovich mordaz e, incluso, sarcástico… El Shostakovich que utiliza las danzas populares (o algo que se parece a danzas populares), pero con un propósito completamente distinto. Es el Shostakovich que solo en el Largo aparece como el conocido de los movimientos lentos y desolados, pues en los demás movimientos (Andante, Allegro con brio y el Allegretto final, que viene unido al Largo) resulta ser una especie de explosión. De una explosión parecida a la desolación, si no fuera porque decir esto es tanto como aprovecharse de la perspectiva histórica que tenemos hoy. En cualquier caso, el Op. 67 todavía no es una de las obras que pertenecen a los movimientos cumbre de Shostakovich, en el sentido de la desolación, por una parte, y de la crispación, por otra; a ese Shostakovich que escucharemos más adelante en la Octava sinfonía o en la Décima, por no referirnos ya a la Quinta y a la Séptima, en las que lo que acabo de mencionar resulta mucho más conocido, pero mucho menos explícito.
El Trío Isimsiz consigue un recital de una lógica que estamos tentados de decir que es perfecta. ¿Cuál es el elemento que caracteriza todo el recital? Tal vez el cromatismo, que a veces es exacerbado y que incluso aparece en la la pieza de Lili Boulanger, de la que esperaríamos algo parecido a eso que se llama, tal vez incorrectamente, impresionismo. El Trío Isimsiz marca las cinco obras de este recital, en su integridad, con una especie de resumen del siglo XX, en el que se desprendieran de muchas tendencias, de muchos autores, de muchos movimientos, de muchas escuelas… Pero hay algo que une a estas cinco obras, y es quizá ese juego del cromatismo en el que no parece que ninguna de ellas renuncie al menos a un poco de tonalidad, incluida la de Wolfgang Rihm. Es es una unidad muy poderosa y dramática la que consigue el Trío Isimsiz en este recital.
Santiago Martín Bermúdez
(Foto: Rafa Martín)