MADRID / Tres teclados para un bicentenario postergado

Madrid. Capilla del Palacio Real. 28-IX-2021. Laura Granero, clave y fortepiano. Mario Prisuelos, piano. Obras de Scarlatti, Albero, Soler, Lidón, Teixidor, Anglés, Boccherini y Félix Máximo López.
Félix Máximo López (1742-1821) fue uno de los grandes compositores históricos españoles y un personaje famoso en su época, como lo demuestra el magnífico retrato que el sucesor de Goya, Vicente López, le realizó y que actualmente exhibe el museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Pero el bicentenario de su muerte que este año se conmemora ha sido olímpicamente ignorado por prácticamente todos los programadores españoles. Lo salva, subsidiariamente este concierto que está dentro de los programas del tricentenario del nacimiento de Sabatini, al que sí presta atención el Ayuntamiento de Madrid.
Félix Máximo López era madrileño y trabajó durante nada menos que 46 años en la Capilla Real de la que llegó a ser primer organista. Compuso óperas y un amplio catálogo de música religiosa del que se pasa olímpicamente sin razón, porque lo más conocido de su producción son las sonatas pianísticas, donde fue el primero que en España abandonó la sonata en un movimiento, característica de Scarlatti y Soler, para adoptar la de varios que se iba imponiendo tras el modelo de Haydn. Y su música es atractiva, variada y muy representativa de la época.
El programa era en torno a la música para teclado española del XVIII, con algún ejemplo de Haendel o Zipoli y de los italoespañoles Scarlatti y Boccherini. Se escucharon también obras de Soler, Albero, Lidón, Anglés o Teixidor. De López figuraban dos excelentes sonatas en tres movimientos, una en Re menor y otra en Sol mayor y había amplia presencia del famoso Fandango que atrajo a tantos compositores dieciochescos, ya que del propio López se tocaban Variaciones sobre el minué afandangado, de lo más habitual entre lo que de él se recuerda, y se terminaba con el Fandango extraído del Quinteto en Re mayor de Boccherini en la versión para dos teclados de Andreas Staier. Los dos teclados juntos volvieron en la propina que fue un movimiento de los conciertos para dos órganos de Antonio Soler.
El concierto se hacía, tal como era su encabezamiento, en tres teclados. Un clavecín, que era una copia moderna de un instrumento histórico, un fortepiano original de 1810, y un piano moderno, que es el instrumento que piden a gritos las sonatas tripartitas de López. Los tres instrumentos los tocaban dos estupendos músicos. Laura Granero se responsabilizaba del clave y el fortepiano mostrando a una intérprete bien formada, conocedora, y con la musicalidad de una artista verdadera. El piano moderno era cosa de Mario Prisuelos, uno de los mejores y más versátiles pianista españoles de su generación que además ha grabado un excelente disco de Félix Máximo López, que sin duda era el eje principal del programa.
Música de calidad con intérpretes adecuados de primera categoría que sonaba en el lugar de corte donde en su época debieron de sonar casi todas. Para el público, que agotó las inscripciones para los tres días en que se hace, la Real Capilla era un añadido histórico a un concierto de calidad. Como cosas corregibles, la no existencia de un programa físico y de explicaciones confusas que en muchos casos hacía que no se supiera muy bien que tocaban, y la excesiva longitud de un programa que más concentrado sería de mejor efectividad.
Tomás Marco