MADRID / Tempestad furiosa
Madrid. Fundación Juan March. 2-XI-2019. La Tempestad. Directora y clave: Silvia Márquez. Obras de Schwindl, C.P.E. Bach, J.C.F. Bach, Quantz y Vivaldi.
El quinto y último concierto del Ciclo “C.P.E. Bach y el Estilo Sentimental” reservó para sí las obras más enjundiosas de esta serie que ha ocupado los cuatro sábados del mes de octubre y el primero de noviembre. Incluía dos de los tres cuartetos para teclado, flauta y viola (H 537 y 539) que Carl Philipp compuso en 1788, tan solo unos meses antes de morir, a los que acompañaban en el programa la Sonata en trío en Mi menor para flauta, viola y bajo continuo HW 7 de Johann Christoph Friedrich Bach (el tercero de los cuatro vástagos músicos que tuvo el Kantor de Leipzig) y el Cuarteto nº 1 en Re mayor para flauta, violín, viola y bajo continuo QV 4:8 de Johann Joachim Quantz. Había una quinta obra, la que abría la matinal: el Divertimento en Sol mayor para violín, flauta, viola y bajo continuo H 642, atribuido a Carl Philipp. Pero una mínima familiaridad con la música del más aventajado de los hijos de Bach deja en evidencia su falsa autoría: no suena a Carl Philipp ni por casualidad.
En efecto, aunque este divertimento consta tanto en el catálogo de Alfred Wotquenne —un tanto obsoleto— y en el de Ernest Eugen Helm —más actualizado y completo—, su verdadero autor es Friedrich Schwindl, compositor nacido en Ámsterdam —probablemente— en 1737 y fallecido en Karlsruhe en 1786, el cual trabajó en diversas cortes alemanas y en Ginebra (algunas de sus sinfonías llegaron a interpretarse en los Concerts Spirituels de París). Este ‘divertimento’ lleva el número 5 de una serie de seis sonatas en trío que, sin la más mínima duda, escribió Schwindl. Algún avispado editor sin escrúpulos lo puso en circulación con la firma de Carl Philipp con el ánimo de vender más, lo cual, sin molestarse en hacer el más elemental análisis estilístico, ha sido suficiente para que todavía hoy la mayor parte de los musicólogos lo sigan atribuyendo a quien no corresponde.
Superados de la impresión por la mediocridad de dicho divertimento, las otras cuatro obras rezumaron calidad por los cuatro costados. Los dos cuartetos de Carl Philipp son, obviamente, mucho más clasicistas que galantes. Es decir, tienen más que ver con la música que ya llevaban años desarrollando Haydn y Mozart que con el Empfindsamkeit Stil propiamente dicho. Paradójicamente, la sonata en trío de su hermano Johann Christoph Friedrich (nacido dieciocho años más tarde) tiene mucho más de barroca que de galante, lo mismo que sucede con el cuarteto de Quantz, cuya producción musical mantiene todavía en gran medida los parámetros del Barroco tardío.
Dirigidos desde el clave por la temperamental Silvia Márquez, los miembros de La Tempestad (el flautista Guillermo Peñalver, el violista Antonio Clares, la violinista Sophie Wedell y el violonchelista Guillermo Turina) estuvieron simplemente colosales, a la altura que demanda música tan excelsa. Peñalver, curtido en el fuego de mil batallas, sentó cátedra con su traverso, del que extrajo un sonido puro y transparente, sin la más mínima fisura o mácula. La Tempestad lleva mucho tiempo demostrado su valía, pero es gracias a interpretaciones como esta por lo que muchos la tenemos por una de las mejores formaciones camerísticas dedicadas a la música del XVIII. Con un auditorio embelesado por lo que acaba de escuchar, su propina (un arreglo del segundo Allegro de Concierto de cámara en Sol menor RV 107 de Antonio Vivaldi) llevó al paroxismo absoluto.
Eduardo Torrico
(Foto: Dolores Iglesias Fernández – Fundación Juan March)