MADRID / Szymanowski por la ORTVE: programa e interpretación de lujo
Madrid. Teatro Monumental. 19-I-2023. Benjamin Schmid, violín. Steve Davislim, tenor. Orquesta y Coro RTVE. Director: Pablo González. Obras de Szymanowski y Ravel.
Que a finales del siglo XIX y durante los primeros 37 años del siglo XX una española —a más señas, gallega de la parroquia coruñesa de Almeiras— conociera al compositor polaco Karol Szymanowski (1882-1937) es más que probable, sobre todo, teniendo en cuenta que la susodicha española estaba casada con un excéntrico, dicen, filósofo polaco: Wicently Lutoslawski (1863-1954). El tal Wicently era medio hermano del padre de otro compositor polaco más joven y quizás más conocido hoy que el anterior: Witold Lutoslawski (1913-1994). Así que la gallega de marras era tía política de Witold… Para quienes no adivinen su nombre, les diré que se llamaba Sofía Casanova (1861-1958). No importa si no les suena el nombre, aunque fuera escritora de renombre internacional. Su nombre se barajó para el Premio Nobel de Literatura en 1925… Uno supo de ella por primera vez leyendo un libro imprescindible para los amantes de la literatura, La novela de un literato, de Rafael Cansinos Assens. Como decíamos, no importa si no les suena su nombre. Tampoco a muchos les suena el nombre de Karol Szymanowski, pero basta con tirar del hilo para establecer las relaciones: Sofía Casanova melómana —también hacía crítica musical— y tía de Witold Lutoslawski, quien estudia en el conservatorio del que Karol Szymanowski era director y profesor… Blanco y en botella, como suele decirse. No obstante, quien no se lo crea, que indague en los vericuetos de las relaciones personales y azares de la vida.
Y bien, ¿qué tiene que ver todo esto con el concierto que uno pretende reseñar? Tiene que ver lo que a cada cual le dé la curiosidad de sí. Uno podría argüir que, en su día, Witold Lutoslawski quedó hondamente impresionado con la Sinfonía nº 3 de Szymanowski y que esa fue una de las obras que la Orquesta y Coro RTVE interpretaron en el Teatro Monumental. Siendo eso cierto, uno no puede más que confesarles que, en el fondo, lo que buscaba era soltarles una ristra de nombres que a la mayoría de las personas no les dicen nada. Sofía ¿qué?, ¿Vicent Chulolaski?, Rafael ¿qué?, ¿Karol Chimanosequé? Perdónenle a uno la malicia. Todo esto para concluir que en las salas de conciertos, cuando no se programan los clásicos Bach, Mozart, Beethoven, Schubert, Chaikovski y Brahms, entonces el público pone pies en polvorosa en cuanto ve el nombre de compositores del siglo XX en adelante. Vale que hay gustos para todo y que cada cual es libre de escuchar lo que le plazca, pero uno está cansado ya de ver en los programas de conciertos las típicas obras ‘llena pistas’ de siempre —algunas del siglo XX también: Carmina Burana, por ejemplo. No abundaremos en el trillado asunto de la falta de cultura musical general en España. Mejor no ‘meneallo’. La ignorancia es espantosa. Y, ojo, que uno es el primer ignorante musical de la lista, pero, al menos, ignorante curioso, es decir, con curiosidad para descubrir nuevas obras. Por eso se agradece cuando una institución como la ORTVE dedica conciertos de temporada a figuras como la del compositor polaco Karol Szymanowski.
Olvídense de todo lo anterior, como si uno no lo hubiera escrito y ustedes no lo hubiesen leído, y vayamos a la novena semana de la temporada Raíces. El concierto de anoche estuvo dedicado al compositor polaco, aunque no en exclusiva. Dos obras de Karol Szymanowski, el Concierto para violín nº 1 op. 35 y la dificilísima e impresionante Sinfonía nº 3 “Canción de la noche” op. 27 y una del francés Maurice Ravel, la bellísima Suite nº 2 “Dafne y Cloe”. Poco público, aunque entusiasta. Por la mañana de ese mismo día, uno pudo también asistir al ensayo general. Disculpen la insistencia, pues ya lo escribió uno la semana pasada aquí también: acudan al ensayo general de los jueves. No se arrepentirán.
En la primera parte, el experimentado violinista vienés Benjamin Schmid interpretó el Concierto nº 1, una obra muy exigente tanto para el solista como para la orquesta. A quien suscribe le consta que una de las cosas que más se han trabajado para este concierto ha sido el balance entre solista y orquesta. Compuesto en 1916, este concierto este concierto para violín consta de un único movimiento al estilo rapsódico, como si fuera improvisado. En las notas al programa, Arturo Reverter escribe lo siguiente al respecto de este concierto: “Un episodio anotado commodo abre la vía a un canto voluptuoso y agitado. Después de una transición, Lento, se da paso a un vivace scherzando, de ‘motórica vitalidad’ (expresión de André Lischké) y más tarde a un marcatissimo”. Vitalidad, desde luego, no le falta. Es un concierto marcado por un constante diálogo entre solista y orquesta. La interpretación de Benjamin Schmid fue excelente, con un sonido potente y dulce —quizás favorecido por el Stradivarius que tocaba y también por la orquesta que lo acompañaba con sonoridades etéreas—, una gran precisión en las notas dobles y en los sobreagudos, unos peculiares glissandi ‘marca Schmid’… En definitiva, un virtuosismo experimentado. Destacable fue la cadencia solista que desemboca en un final etéreo en la zona sobreagua. El público, aunque escaso, aplaudió entusiasmado hasta que Schmid volvió a salir al escenario para interpretar una propina de lujo, por si a alguien le quedaba alguna duda de su dominio del instrumento: la Sonata nº 1 para violín solo que Eugène Ysaÿe compuso en honor al maestro húngaro Jósef Szigeti.
La segunda parte fue muy peculiar y eclipsó un poco la magnífica interpretación del Concierto nº 1 para violín. La peculiaridad es que el director Pablo González había decidido interpretar la Sinfonía nº 3 de Szymanowski y la Suite nº 2 de Ravel sin solución de continuidad. Por la mañana de ese mismo día, después del ensayo general, uno había tenido ocasión de conversar brevemente con el maestro sobre ello. Pablo González había concebido esta idea de unir las dos obras hace muchos años. La Sinfonía nº 3, (compuesta entre 1914 y 1916), y la Suite nº 2 (compuesta en 1912) están muy relacionadas. Al parecer Szymanowski había escuchado la suite de Ravel y su influencia es notable en la sinfonía. Son dos obras muy contrastadas. La primera, más oscura y posromántica, termina en la noche y la segunda, más impresionista, comienza en el amanecer. Ambas obras están divididas en tres movimientos y requieren la participación del coro.
El experimento de Pablo González resultó muy bien. Fue muy interesante. Ya en el ensayo general hubo algunas personas del público que se quedaron sentadas esperando que se interpretara la obra de Ravel que aparecía en el programa. Y lo mismo ocurrió durante el concierto por la noche. Eso demuestra que la transición entre las dos obras fue exitosa, pero también demuestra, permítanle a uno la malicia —otra más hoy—, la falta de cultura musical o la incapacidad del público para reconocer las obras más allá del siglo XX. En cualquier caso, bravo por la ORTVE que logró amalgamar las dos obras como si de una se tratase.
La dificultad principal de la sinfonía está en encontrar el equilibrio entre orquesta, coro y solista, en este caso, el tenor australiano Steve Davislim, quien lo hizo bien, aunque uno opine que para este tipo de obras iría mejor uno de esos tenores heroicos con enorme potencia de voz. Ciertamente es muy difícil alcanzar el clímax del tutti coral y orquestal sin tapar la voz del tenor. Sin embargo, Pablo González, llegó a una solución bastante inteligente, ayudado sin duda por la maestría de los miembros del coro y la orquesta. Especialmente difícil es la parte del coro, tanto en la sinfonía como en la suite. Conseguir esas sonoridades tan etéreas como potentes requiere de mucho trabajo. Los maestros del coro se lucieron. También muy destacables en la sinfonía fueron las intervenciones de la concertino Mariana Todorova. En la suite, hay que destacar las intervenciones de la flautista solista Mónica Raga y de Lope Morales a la flauta en sol. Los maestros del coro y de la orquesta alcanzaron momentos sublimes y emocionantes de esos que a uno se le ericen los pelos y un escalofrío le recorra la espalda.
Lo hemos dicho ya en alguna otra ocasión: los maestros del coro y de la orquesta están pasando por un momento excelente. Ahora solo queda sacudirnos la ignorancia de encima y estar orgullosos de que una orquesta como la ORTVE, una orquesta de todos, promueva esa música que no es tan conocida, pero que cuando se conoce, conmueve. Abran los oídos y se les estremecerá el alma. Anoche fue imposible no estremecerse. El programa y la interpretación fueron de lujo.
Michael Thallium
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