MADRID / Shostakovich y el Cuarteto Mandelring, la acritud luminosa
Madrid. Círculo de Bellas Artes. Círculo de cámara. 7-III-2021. Cuarteto Mandelring de Berlín. Shostakovich, Cuartetos nº 5, 6, 7 y 8.
Más de dos meses después de iniciar la integral de los cuartetos de cuerda de Shostakovich, el Cuarteto Mandelring continúa su hazaña en el mismo marco y en el mismo ciclo, el Círculo de cámara, que se celebra en el Círculo de Bellas Artes con el patrocinio de la Fundación Montemadrid. El violonchelista Bernhard Schmidt expresaba ante el público la esperanza de que las cosas se hubieran normalizado para cuando llegue el tercero de los conciertos de esta integral.
No han podido tocar en Alemania, pero por alguna razón Madrid sigue abierta a estos conciertos. Las interpretaciones fueron, como en diciembre, de lujo, pero ese lujo se traduce en un tipo de poética sonora muy propia de este conjunto. La acritud se une en el Mandelring a la luminosidad. La acritud no tiene por qué ser sórdida, aunque el ambiente en que creció Shostakovich como creador fuera progresivamente sórdido. Esa luminosidad permite la expresión de ese tan especial dolor danzante del compositor soviético. Las danzas son en el Shostakovich maduro expresión de la locura amarga, lo que tiene su expresión tal vez más conocida en la danza de la Décima sinfonía.
Estos cuartetos son de los años cincuenta, hasta 1960, desde los años espeluznantes del último estalinismo y de la guerra de Corea, hasta el engañoso momento de superioridad en la carrera espacial. La década en que Shostakovich consiguió recuperar el respeto del sistema, pasar de mediano compositor de música para el cine hasta ese emblema que es el Octavo Cuarteto. Es admisible que una velada que concluye con esta obra culmine ese dolor del baile popular y que ese dolor sea una página brillante.
En la crónica de diciembre señalábamos la desolación de los movimientos lentos. No faltaron en esta velada de marzo, claro está, como en esos dos Lentos unidos de cierre del Cuarteto nº 6, que suspendían el ánimo del público; pero ayer pareció que todo, incluso los movimientos de falso sosiego, giraba en torno a la aspereza, a la acidez, en la que sin embargo no se complacía el conjunto; por el contrario, esa otra cara de la desolación se expresó en momentos unas veces violentos y otras cantábile (ah, cómo cantan todos y cada uno de estos cuatro músicos con cada instrumento), y esa secuencia en contraste se dio a todo lo largo del recital, sin duda, pero de manera especial en los cinco intensos movimientos del más conocido de los cuartetos de Shostakovich, el Octavo.
Santiago Martín Bermúdez