MADRID / Saioa Hernández y Francesco Pio Galasso, zarzuela a todo pulmón
Madrid. Teatro de la Zarzuela. 28-III-2021. Saioa Hernández, soprano. Francesco Pío Galasso. Vincenzo Scalera, piano. Obras de Barbieri, Serrano, Soutullo y Vert, Vives, Marqués, Calleja, Moreno Torroba, Chapí, Sorozábal, Penella y Bretón.
Que la zarzuela, a pesar de su género chico, tiene exigencias vocales grandes y operísticas, es ya una opinión dominante. El resultado es que las voces más aquilatadas de la ópera, si consiguen cantar en lengua española, entran en lo zarzuelero con un comparable nivel de exigencias. Este recital lo ha vuelto a comprobar con creces.
Sin lugar a duda, Saioa Hernández es una de las mayores sopranos de la actualidad. En todos los órdenes se muestra de primerísimo rango, a contar desde sus medios vocales. Es una soprano spinto de impresionante caudal, plenitud de registros, materia mórbida, esmalte áureo y una deslumbrante síntesis de potencia y flexibilidad. A ello se une una presencia majestuosa, con mucho de estatuario pero que es, a la vez, una imponente señora. Por cuanto vemos y oímos, nos situamos y nos persuadimos de estar ante una de las grandes.
Por escoger alguno de los números de su faena, cabe subrayar los de mayor contenido dramático como Jugar con fuego, El gato montés (romanza y dúo) y La Dolores (en dúo). Hasta en páginas que parecen algo alejadas de su tesitura como Doña Francisquita y El rey que rabió pudo lucir su panoplia vocal con comparable eficacia.
Una muy agradable sorpresa resultó el tenor Galasso. Ante semejante espectáculo vocal como Saioa, hacía falta una compañía de comparable estatura. El italiano desenvolvió un poderoso mecanismo de canto: volumen, extensión, anchura y valentía de emisión. Algún matiz de engolamiento en el agudo no llegó a molestar su desempeño, gracias a una intensidad expresiva arrolladora y un arresto en el uso de los medios que consiguió momentos de tronío: la jota de El trust de los tenorios y el soliloquio de La tabernera del puerto. En todos los casos, su dicción española resultó inobjetable. El entusiasmo del público obligó a añadir propinas. Ella cantó la romanza de Los claveles, él la canzonetta napolitana Malia y juntos salieron, nunca mejor dicho, por la puerta grande con el dúo final de El gato montés.
De Vincenzo Scalera conocíamos sus virtudes como acompañante. Su sonido es rico, su sentido del equilibrio es inteligente, su fraseo es cuidadosísimo, su ductilidad estilística es erudita y sensible. Esta vez agregó garbo, temperamento y hasta sandunga zarzuelísticos, culminando a solo con el interludio de La leyenda del beso.
Blas Matamoro
(Fotos: Javier del Real)