MADRID / Ruiseñores galácticos
Madrid. Auditorio Nacional. 26-II-2021. Ciclo Universo Barroco del CNDM. Núria Rial, soprano. Maurice Steger, flautas de pico. Tiento Nuovo. Director y clave: Ignacio Prego. Obras de A. Scarlatti, De la Puente, Leo, Sarro, Corradini, Fiorè y Hasse.
Consideran los ornitólogos que el canto del ruiseñor es, posiblemente, el más sobresaliente de entre todas las aves canoras. Por eso, cuando una persona canta bien, se dice de ella que es un ruiseñor. En octubre de 2002, tuve la inmensa fortuna de escuchar cantar por primera vez en directo a la soprano Núria Rial, en el Festival de Música Antigua de Aranjuez, en lo que significó el primer concierto de una de las mejores orquestas historicistas que ha habido nunca en España, El Concierto Español, por desgracia hoy en estado de hibernación por culpa de los ridículos cachés que se paga a los músicos en nuestro país. Quiso el destino que la primera obra que cantó Rial en aquel concierto fuera una cantata de Francesco Corselli que llevaba por título A ti, invisible ruiseñor canoro, pájaro boreal con pico de oro.
Si hay un instrumento musical que es capaz de imitar con asombrosa precisión el canto de los ruiseñores, ese es, sin discusión, la flauta de pico barroca (o, más bien, las flautas de pico, dada que la suya es una familia bien numerosa). Nadie es capaz de tocar la flauta de pico como Maurice Steger. Y tengo serías dudas de que algún día aparezca sobre el orbe un ser humano que pueda superarlo.
De un tiempo a esta parte, el adjetivo ‘galáctico’ se aplica a alguien que destaca por encima de los demás, relacionándolo con el brillo que desprenden las estrellas. Pues sí, Rial y Steger son dos ruiseñores galácticos, que han colaborado en numerosas ocasiones, que han grabado discos juntos y que anoche unían sus fuerzas a una de esas formaciones jóvenes españolas que se dedican a la música barroca y que no han tardado mucho tiempo en situarse entre las mejores del mundo: Tiento Nuovo.
Llevo desde hace muchos años asistiendo al Ciclo Universo Barroco del Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM) y pocas veces he visto a un público —por lo general, experto y serio, difícil de dejarse engatusar— tan enardecido, al punto de aplaudir entre los movimientos de los conciertos. Y no, no fueron aplausos accidentales, sino concienzudos… y bien extensos. O al punto de vitorear, puesto, en pie durante largos minutos a los artistas al acabar la función. Puede que el entusiasmo fuera una reacción lógica a una felicidad espiritual causada por un acto musical excepcional en medio del momento difícil que vive nuestra sociedad. Pero también tiene mucho que ver con la valía de la cantante, del flautista y de una orquesta más precisa que el mecanismo de un reloj suizo de los buenos.
El programa iba de ruiseñores, claro. Una cantata de Juan Manuel de la Puente, extraordinario músico que fue durante largo tiempo maestro de capilla de la Catedral de Jaén: Árboles y flores, dulces ruiseñores. Un aria de la cantata Il Giardino d’Amore de Alessandro Scarlatti, Più non m’alletta e piace il vago usignoletto (Ya no me atrae ni me gusta el hermoso ruiseñor). La cantata Desde la cárcel de Cupido de Francesco Corradini, con la hermosa aria El ave al cielo gustosa vuela. Un aria de la ópera Engelberta de Andrea Stefano Fiorè, Usignolo, che col volo sciogli il canto in verdi rami, (Ruiseñor que, con tu vuelo derramas el canto sobre las verdes rama). Y el aria Augelletto in lacci stretto (Al pajarillo enjaulado), de la Didone Abbandonata de Johann Adolf Hasse. Todo ello, entreverado con un concerto grosso de Alessandro Scarlatti y con sendos conciertos para flauta de Leonardo Leo y Domenico Sarro.
Núria Rial es la dulzura hecha voz. Siempre ha sido una extraordinaria cantante, pero, al contrario de lo que les ocurre a muchas colegas suyas, con el paso de los años no hace sino mejorar. Su coloratura es admirable. Su manera de ornamentar es insuperable. Y su seguridad es absoluta. Los duelos vocales (algo que entusiasmaba a los barrocos) con la flauta de Steger fueron de una belleza indescriptible. Sin vencedores ni vencidos, porque cantante e instrumentista lucieron a un nivel colosal.
De lo orquesta, lo mejor que se puede decir es que nunca estuvo por debajo de dos los solistas. El director del grupo, el clavecinista Ignacio Prego, ha sabido aglutinar a una formidable plétora de músicos, empezando por las cuerdas altas. Ahí está, como primer violín de los primeros violines, Hiro Kurosaki. Y como primer violín de los segundos violines, Emmanuel Resche-Caserta. Si les digo que ambos ocupan idénticos puestos en una orquesta llamada Les Arts Florissants, me evito tener que dar muchas más explicaciones. Pero es que el resto de los violines (Pablo Prieto, Marta Mayoral, Daniel Pinteño y José Manuel Navarro, este último, alternando el violín con la viola) no les van a la zaga. Magnífico, asimismo, el bajo continuo, formado por la violonchelista María Martínez, el organista Alberto Martínez Molina y el omnipresente contrabajista Ismael Campanero. Hay que sacarse el sombrero ante el formidable trabajo de Prego, quien parece no conformarse únicamente con ser uno de los mejores clavecinistas de nuestros días.
(Fotos: Elvira Megías)
Eduardo Torrico
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