MADRID / Rudolf Buchbinder: todos con Diabelli
Madrid. Auditorio Nacional (Sala de Cámara). 26-X-2021. Ciclo Fronteras del CNDM. Rudolf Buchbinder, piano. El Proyecto Diabelli (obras de Anton Diabelli, Lera Auerbach, Brett Dean, Toshio Hosokawa, Christian Jost, Brad Lubman, Philippe Manoury, Max Richter, Rodion Shchedrin, Johannes Maria Staud, Tan Dun, Jörg Widmann, Johann Nepomuk Hummel, Friedrich Kalkbrenner, Conradin Kreutzer, Franz Liszt, Ignaz Moscheles, Franz Xaver Wolfgang Mozart, Franz Schubert, Carl Czerny y Ludwig van Beethoven).
Un singular programa ha asumido el pianista Rudolf Buchbinder: reunir tres juegos de variaciones sobre un vals de Diabelli. Son las 32 canónicas de Beethoven, 8 de músicos del siglo XIX y 11 de compositores contemporáneos. Empezando por estas —y siguiendo alguna ironía beethoveniana, como citar a terceros, en su caso a Mozart— que retratan el estado de la cuestión, o sea mantener la música como un lenguaje basado en el semitono y trabajar en una libertad que no resulte mero eclecticismo posmoderno.
Todo cabe según las necesidades expresivas y desencadenadamente respecto a la dupla tonalidad/atonalidad. Estos artistas acuden a la gesticulación expresionista, a la disonancia estructural, a la alternancia violenta de climas, a la amabilidad de los cantables, a ramalazos de modos antiguos y hasta a citar, según he anticipado, a Beethoven variando a Diabelli tanto como a Diabelli y con entrecomillados como una marcha de Johann Strauss. Nada hay más serio que la distancia irónica.
Los variadores del siglo romántico se inclinaron francamente al virtuosismo, la chispa y la acrobacia. En cuanto a las 32 del ‘Gran Sordo’ sólo cabe decir con Alberto Zedda que son una obra única e inaferrable. Valen como una historia del teclado, con ecos de Bach, parentescos contemporáneos de Beethoven con Field, Diabelli, Clementi y el propio Ludwig, más profecías acerca de lo que harán Chopin y Schumann en los umbrales liszteanos del mundo expresionista.
El solista se puso a prueba a partir de lo mejor que sabe hacer: brillar. Aportó un sonido musculoso y sensual, unas timbraciones lustrosas, unas velocidades de vértigo y una expresividad imperialista y avasallante. Los climas de los actuales alcanzaron irresistible seducción. Los fuegos de artificio del Ochocientos se dibujaron en el cielo nocturno. En Beethoven el dispositivo resultó bastante. Buchbinder se sobrepuso al compositor, tocó todas las piezas como si fueran la misma, machacó mecánicamente el fraseo y lució una rapidez que cayó en el atropello y un discurso a menudo embrollado y confuso. No faltó alta eficacia manual, mecánica e instrumental: efectismo. No resultó suficiente.
Blas Matamoro
(Foto: Elvira Megías – CNDM)