MADRID / Reinauguración en la Fundación March
A 45 años de si inauguración, el auditorio de la Fundación Juan March ha sido remozado en cuanto a espacialidad y diversas mejoras técnicas. Para juzgar estas últimas no estoy autorizado pero como espectador me cabe celebrar lo demás. En efecto, la acústica de la sala es de una claridad notable, limpia de planos, con una excelente armonización de los conjuntos, una exacta percepción de las diferencias tímbricas y sus matizaciones de color y esmalte. El resultado es envolvente sin apabullar, brillante sin deslumbrar y musicalmente eficaz. La tarima ha sido ensanchada y da cabida a una orquesta sinfónica, eventualmente a un coro y a representaciones operísticas y de danza con dimensiones justamente camarísticas. Que la decoración es austera y no nos distrae con garambainas, y que las butacas son comodísimas, ya resultan herencias de toda la vida.
El concierto inaugural estuvo a cargo de la Orquesta Sinfónica de RTVE bajo la dirección de Lucas Macías. En él hubo un poco de todo. Lo mejor estuvo a cargo de los metales, que actuaron como banda en sendas fanfarrias de Dukas –ésta en el vestíbulo, con algo de divertida charanga callejera– y Copland. El resultado fue imponente por la insolencia tímbrica, la energía del fraseo y una marcialidad que se diría más cívica que castrense, de una sensualidad sonora irresistible. Las otras fanfarrias, de Stravinski y Britten, merecían haberse ahorrado. La Sinfonietta en re mayor de Ernesto Halffter es una obra machacona que evoca al último – no al póstumo – Falla y que pareció leída a primera vista. La Italiana de Mendelssohn mostró el desequilibrio entre cuerdas y vientos, siendo que éstos sobrepasaron a aquéllas. Macías tuvo momentos de convincente canto junto a esa molesta desigualdad y marcati excesivos.
Blas Matamoro