MADRID/ Ravi Shankar, un alma universal
Madrid. Auditorio Nacional. 3- XII-2020. Homenaje a Ravi Shankar en el centenario de su nacimiento. Shubhendra Rao (sitar), Saskia Rao-de Haas (violonchelo), Prabhu Edouard (tabla), Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Dirección: David Murphy. Obras: Ravi Shankar Symphony.
—Estamos aquí para conmovernos, para celebrar su vida, para realizar un ejercicio de espiritualidad —decía Shubhendra Rao minutos antes de comenzar el concierto—.
Entre miradas de compenetración y sonrisas de complicidad, el dúo formado por la violonchelista Saskia Rao-de Haas y el virtuoso del sitar Shubhendra Rao—acompañados en esta ocasión por Prabhu Edouard a la tabla— interpretaron dos ragas que, con cierto espíritu improvisatorio, llenaron los cielos del coliseo madrileño. Llamaba la atención ver el escenario de la Sala Sinfónica prácticamente diáfano, con las sillas vacías de una orquesta que entraría minutos después y, justo en el centro, una inmensa tarima blanca en donde los tres intérpretes disfrutaban de una música que podríamos considerar experiencia vital. Este concierto era un homenaje a su gurú en el centenario de su nacimiento, a un Ravi Shankar que había conseguido introducir el sitar en los teatros y casas de ópera más importantes del mundo, situando a la música clásica india en el mapa cultural de occidente. Desde las primeras notas del sitar, el mensaje era claro: todos podemos disfrutar y formar parte de una música de la que no somos nativos. Las dos ragas que interpretaron gozaban de ese juego auditivo entre oriente y occidente: la sonoridad del sitar; con sus cuerdas paralelas que dejan el sonido en suspensión, y la de un ‘violonchelo indio’ que, pese a tener la carnosidad a la que nos tiene acostumbrados el barítono de cuerda frotada, posee una cuerda de más y diez cuerdas paralelas similares a las del sitar.
Shankar fue su Paco de Lucía; nuestro Ravi Shankar. Un crisol de culturas que atravesó los ríos más caudalosos, llegando incluso a asentar un territorio nuevo en el que ambas civilizaciones celebraban sus elementos comunes y compartían y promulgaban los ajenos; entendiendo que incluso si los lenguajes son diferentes, existe una conexión en el arte capaz que fortalecer una comunicación que va más allá de las palabras.
A partir de los años 60, la música clásica India entró de lleno en nuestras vidas de la mano de George Harrison, Philip Glass, John Coltrane o del mismo Paco de Lucía. Ravi Shankar, sin pretenderlo, había conseguido universalizar una tradición centenaria, aportando a cada uno de estos músicos esa sonoridad espiritual que da por hecho que el arte musical va más allá de la experiencia del concierto. De repente, lo exótico de las ragas y talas, formaron parte de la cultura popular europea. El sitar y la tabla dejaron de ser instrumentos desconocidos, y muchos intérpretes de lo que conocemos como occidente, mostraron su interés por una música hasta entonces poco explorada.
La ‘Ravi Shankar Symphony’ podría considerarse una de las grandes obras finales del gurú. Su afán por sumergirse en las sonoridades, formas y estructuras de la música clásica occidental, lo llevaron a crear este tranvía entre culturas, capaz de aunar tradiciones separadas por miles de kilómetros. Estudió la estructura sinfónica a cuatro movimientos y, echando un ojo a las sinfonías de Prokofiev —pues según él, poseían una forma clara y definida—, consiguió crear un lenguaje común a ambas culturas, llegando incluso más tarde a incorporar un sitar y una tabla como instrumentos solistas. Esta sinfonía, supone un reto para todos sus intérpretes, ya que la orquesta debe acercarse al universo polirrítmico de la música india, y el solista de sitar entender las estructuras propias de una sinfonía clásica. Todos son nativos y extranjeros en una misma obra. Por eso esta sinfonía es universal, pues todos sus intérpretes poseen elementos propios y ajenos que deben de homogeneizar para sacarla adelante. El trabajo que la Orquesta Sinfónica de Castilla y León lleva realizando en los últimos años es digno de mención. Han conseguido afianzar un sonido propio e indiscutible en el gran repertorio sinfónico, pero a su vez, se adaptan a la perfección en obras que les pueden resultar más ajenas. Todo esto, guiado por una de las mentes creadoras de la ‘Ravi Shankar Symphony’: David Murphy, sirvieron para mostrar la versatilidad de una de las orquestas que más tiene que contar en el panorama nacional. Murphy y Shubhendra Rao se mueven dentro de la partitura como pez en el agua. Conocen cada detalle, cada pequeño elemento que nuestros oídos muchas veces ignoran. Y eso, para la orquesta, es una alivio, ya que pueden dejarse engatusar por esa magia del ritual al que conduce la sinfonía.
Este homenaje y estreno en España de la ‘Ravi Shankar Symphony’ en el centenario del nacimiento del gurú, es una celebración universal que, en pleno annus horribilis, nos recuerda lo maravilloso que es el ser humano como cultura: con nuestras heterogeneidades continuas y esas casualidades comunes que encontramos a miles de kilómetros. Porque Ravi Shankar es ya un alma universal.
Nacho Castellanos
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