MADRID / Raquel Andueza y La Galanía: sin temor en este bosque
Madrid. Auditorio Nacional (Sala de Cámara). 1-XII-2021. Ciclo Universo Barroco. Raquel Andueza, soprano. La Galanía. Obras de Du Bailly, Monteverdi, Cavalli, Lully, Charpentier y anónimas.
Hay dos maneras de confeccionar el programa de un concierto. En la primera, es el músico (o los músicos) quien elige las obras que van a sonar; en la segunda, es el programador el que pide unas obras concretas. Podríamos añadir una tercera vía, que es la del consenso. Sin embargo, he de reconocer que nunca había sabido de nada como lo que nos ocupa: el programa de este concierto de La Galanía que se ha interpretado en la Sala de Cámara del Auditorio Nacional (y que en los próximos días se interpretará en el Palau de les Arts valenciano y en el Festival de Música Antigua de Úbeda y Baeza) ha sido diseñado por los fans del grupo que codirigen la soprano Raquel Andueza y el tiorbista Jesús Fernández Baena.
Con motivo del décimo aniversario de la fundación de La Galanía, se pidió en sus redes sociales que se votaran las piezas preferidas de entre las que figuran en los ocho CD que ha publicado. Y las que aparecen en este programa fueron las que más votos obtuvieron. Hay mayoría italiana (sobre todo, Monteverdi, con Perché, se m’odiavi, Sì dolce è il tormento u Oblivion soave, de L’incoronazione di Poppea, pero también Cavalli). A corta distancia aparecen esas conocidas curiosidades del Barroco español, algunas de las cuales (Arrojome las naranjicas, Jácara de la trena o Zarabanda del catálogo) han sido reconstruidas por el musicólogo Álvaro Torrente, habitual colaborador del grupo. Hay también algunas de procedencia francesa, aunque de raíz española: Yo soy la locura de Henry du Bailly (pieza que ha servido para dar título a dos de los ocho CD de La Galanía) y la omnipresente Sé que me muero de amor, incluida por Jean-Baptiste Lully en Le burgeois gentilhomme (en aquel tiempo, la influencia española en la corte francesa era enorme, pues las esposas de Luis XIII y Luis XIV habían nacido aquí y trasladaron allí sus gustos; hasta el propio Luis XIV, hijo de una y marido de otra, hablaba a la perfección nuestro idioma).
Se trata, pues, de los grandes hits de La Galanía, esos con que se ha deleitado el público en conciertos y en grabaciones. Hay un largo e inquebrantable vínculo entre el grupo y ese público, que tiene la certeza que una hora, más o menos, de música con La Galanía es siempre algo placentero. Pero hay, asimismo, otro vínculo largo e inquebrantable: el de los componentes del grupo. A lo largo de estos diez años han sido prácticamente los mismos: junto a Andueza y Fernández Baena, el violinista Pablo Prieto (antes que él, Alessandro Tampieri), el arpista Manuel Vilas, el guitarrista Pierre Pitzl y el percusionista David Mayoral, ausente esta vez en el Auditorio Nacional por enfermedad. Esa dilatada colaboración hace que se conozcan a la perfección y que todo vaya sobre raíles.
Es bueno constatar que Andueza, después de los graves problemas vocales que padeció durante casi dos años, ha recobrado el brillo. No es la misma, porque su voz tampoco lo es. Pero el cambio ha sido para mejor y en cada concierto se constata la mejoría. Conoce estas obras como nadie y sabe extraerles hasta la última gota de su jugo. Disfruta con el gracejo castizo de las jácaras o de las zarabandas, y hace que disfruten los que la escuchan. La soprano navarra cerró la actuación con una inspiradísima interpretación de Sans frayeur dans ce bois, el ensoñador air de cour de Marc-Antoine Charpentier, quizá para dejar bien claro que ella se sigue adentrando ‘sin temor en este bosque’ de la música.
Eduardo Torrico
(Foto: Elvira Megías)