MADRID / Quincalla a precio de oro
Madrid. Palacio Real (Capilla Real). 2-IV-2020. Exordium Musicae. Director: David Santacecilia. Obras de José de San Juan.
Estamos viviendo un atípico momento en la vida musical española, en el cual parece que más que la propia calidad de la música lo que prima es el hecho de que las obras seleccionadas se deban a autores pertenecientes a sectores que sufrieron discriminación en el pasado. El paisanaje es también otro factor decisivo a la hora de confeccionar programas, como lo es la recuperación de obras olvidadas (especialmente, en el campo de la música antigua). Todo ello, que en principio resulta digno de encomio, produce a veces sorpresas desagradables, como la vivida ayer en el Festival de Arte Sacro de la Comunidad de Madrid. No es de recibo que un festival que ha mantenido un indiscutible nivel de excelencia a lo largo de sus últimas ediciones haya ofrecido una música tan ramplona, debida a un grisáceo compositor español, José de San Juan, cuyo único mérito parece radicar en haber nacido el mismo año que Bach, Haendel y Domenico Scarlatti.
La recuperación patrimonial es un arma de doble filo. Bien está recuperar esas obras olvidadas del pasado, pero el hecho de que hayan sido recuperadas no significa necesariamente que tengan que ser programadas. No culpo tanto al programador de turno (que no tiene por qué conocer esa música) como al recuperador (que, obviamente, sí tiene que conocerla). La responsabilidad de un musicólogo debería implicar el no ofrecer quincalla como si fuera oro. Y mucho menos, vender una obra recuperada como el ‘gran hallazgo’ de los últimos tiempos. Es una cuestión deontológica, que no todos parecen estar dispuestos a respetar. La expectación despertada por este Oficio de difuntos y por este Requiem de José de San Juan (“estreno en tiempos modernos”, podía leerse en letras bien grandes en la web del FIAS para captar atención) se desmoronó apenas sonaron los primeros compases, dando la razón a aquellos que piensan que, si hay obras que llevan tres siglos olvidadas, a lo mejor es porque merecían estar olvidadas.
José de San Juan fue maestro de capilla en la Catedral de Sigüenza, de donde pasó, con el mismo cargo, al Monasterio de las Descalzas Reales de Madrid. El puesto llevaba implícito componer obras para el Monte de Piedad, edificio situado enfrente y que precisamente dentro de muy pocas fechas reabrirá sus puertas convertido en hotel de lujo. El objetivo del Monte de Piedad era socorrer a los menesterosos y aliviar las penas de las ánimas de los difuntos, motivo por el cual San Juan compuso, en 1719, el oficio de difuntos y la misa de réquiem que figuraban en el programa. ¡Jamás un concierto se me ha hecho tan largo y nunca he agradecido tanto que durara tan poco: apenas una hora! La música está hecha para alimentar el alma o, en el peor de los casos, para entretener, pero nunca para aburrir. Salvo algún pasaje del Dies irae o del Sanctus, esta música es un puro despropósito.
En cuanto a la interpretación, pues acorde a la música. El director no entendió en ningún momento de qué iba la cosa. La elección de las voces ni la disposición espacial de las mismas fueron las más adecuadas (no había más que ver los apuros del tenor intentando cantar una parte destinada a barítono). Los instrumentistas se bandearon como pudieron para salir airosos del trance. Tampoco creo que haber afrontado en mejores condiciones esta música hubiera servido de mucho (la materia prima es la que es), aunque tal vez habría contribuido a paliar algo la tremenda decepción.
Eduardo Torrico
1 comentarios para “MADRID / Quincalla a precio de oro”
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