MADRID / Programa ‘América’ de la CND: de la colisión de estilos al contexto solar
Madrid. Teatro de la Zarzuela. 12-VII-2023. Compañía Nacional de Danza. Director artístico: Joaquín de Luz. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Directora musical: Tara Simoncic. Programa ‘América’: Apollo (1928): G. Balanchine/I. Stravinsky; Barber Violin Concerto (1988): Peter Martins/Samuel Barber; Sinatra Suite (1983): Twyla Tharp/Frank Sinatra; Tschaikovsky Pas de Deux (1960): G. Balanchine/P. I. Chaikovski; Heatscape (2015): Justin Peck/Bohuslav Martinů.
De la poderosa batería de estrenos de calidad coreográfica (algunos ya clásicos, otros indiscutibles por su trayectoria) que Joaquín de Luz ofreció en el programa América, destaco dos obras que son estreno en Madrid.
Barber Violin Concerto (1988): Peter Martins / Samuel Barber:
En el propio Teatro de la Zarzuela, el día del estreno, tuve que oír de algún airado enteradillo que era una pieza anticuada. No lo es. Se trata de una obra estrenada hace nada menos que 35 años y que mantiene muy vivo su interés y su sumario planteamiento estético. Una belleza, reto agotador para los cuatro bailarines. En la distribución del elenco de su estreno, Martins escogió a David Parsons para el rol oponente del bailarín moderno, que baila a pie desnudo. Parsons conformaba entonces, junto a Christopher Gilles, la columna apolínea de la Compañía de Paul Taylor y no tenía todavía compañía propia ni se había desarrollado autónomamente, lo que quizás impulsó este ballet de Martins. Parsons fue en 1992 partenaire de la primera bailarina española Arantxa Arguelles en Sevilla en una obra de creación durante los fastos de la Exposición Universal; luego volvió a España con su compañía desbordante de nuevas energías y luminosidad.
Antes, en 1959, George Balanchine hizo un solo para Paul Taylor, Variations (Webern), que formó parte del mítico Episodes. Y una anécdota: cuando Taylor preguntó a Balanchine: “¿Y cómo interpreto esto?” Balanchine, con la retranca habitual del georgiano contestó: “Es como volar en un vaso de leche ¿no?”. El solo se volvió a hacer un año después del estreno de Martins, en 1989. En el ballet de Martins, cuatro seres alados sobrevuelan una superficie con peligros (¿bandeja láctea?) y la sortean a base de estimulantes figuraciones en dúos de resistencia y diálogos de afirmación. ¡Es un ballet vital y energético que usa a fondo los acentos que la música lanza! La idea de contrastar técnicas y abordajes diferentes sobre la forma del pas de deux resulta acertada e inspirada.
Heatscape (2015): Justin Peck / Bohuslav Martinů:
Justin Peck gozó desde sus primeras obras del espaldarazo de la crítica de la Costa Este. Se entendía. El New York City Ballet necesitaba sangre nueva y responder al contexto propio, casi familiar, como en su día fue Martins para Balanchine. Peck tenía tres bazas a su favor: es encantador como artista, desde el comienzo rayó a gran altura y entendió muy bien desde el principio que sí había un canon que seguir, unas reglas no escritas de conjunto, que van desde el número de elementos que se usan en las coreografías, hasta la duración de las obras. Su aparente sencillez es claridad expositiva. Le gusta jugar y retarse a sí mismo y a los bailarines con las combinaciones más extravagantes (convendría recordarle y que alguien le contara que fue Bronislava Nijinska, a finales de los años 30 en NY, quien puso de moda ciertas cosas y hasta Balanchine la siguió) y con eso que llaman “la velocidad americana”, una tendencia de aceleración, cuesta arriba o cuesta abajo, que parece no tener piedad ni adagio. Este ballet, recién estrenado en Miami, es así curiosamente solar; hay una conversación en cierto tono relajado, comentarios al aire libre (¿quizás en el Distrito del Diseño, o junto a los muretes líricamente coloreados de Lincoln Road?). El ambiente está más que conseguido. A las obras de Martins y Peck las separan más de tres décadas, pero las unen los deseos del buen hacer artístico. La platilla de la CND está bailando otra vez con entrega y entusiasmo, se percibe y respira el largo y arduo trabajo que queda por hacer.
Roger Salas
(foto: Albiiru)