MADRID / Pochekin en el Himalaya
Madrid. Ateneo. 26-V-2019. Mikhail Pochekin, violín. Bach: Sonata nº 1 en Sol menor BWV 1001, Partita nº 2 en Re menor BWV 1004 y Partita nº 3 en Mi mayor BWV 1006.
El símil se ha extendido: para un violinista, las Sonatas y Partitas de Johann Sebastián Bach son lo mismo que el Himalaya para un alpinista. No hay reto mayor, porque no hay nada que esté a una altura superior. Ni tampoco cabe mayor peligro de acabar despeñado si no se hacen bien las cosas. Si alguien graba estas obras cuando aún está en la veintena, es porque confía mucho en sí mismo. O porque es un inconsciente. No creo que la inconsciencia sea el caso de Mikhail Pochekin (y lo creo mucho menos después de haber escuchado su reciente CD de las Sonatas y Partitas), pero ya se sabe que el sonido de un estudio de grabación a veces es tramposo, por lo que es bueno —y hasta necesario— cotejar lo que suena en disco con lo que se interpreta en directo.
Pochekin, avalado por un buen número de conciertos con algunas de las orquestas más importantes de Europa —principalmente, del Este— en estos últimos años, volvió al ‘Himalaya del violín’ el pasado domingo, en el Ateneo de Madrid. Eligió la Sonata nº 1 en Sol menor BWV 1001, la Partita nº 2 en Re menor BWV 1004 y la Partita nº 3 en Mi mayor BWV 1006. La Partita nº 2 contiene la famosa Ciaccona, que, por seguir con el símil alpinista, es como el Annapurna, la montaña con mayor índice de siniestralidad del planeta, porque casi la mitad de los que intentan subirla se dejan la vida en el empeño.
El violinista hispano-ruso (nació en Rusia en 1990, pero reside en España desde 2000, junto a su familia: su hermano Ivan Pochekin es otro formidable intérprete, tanto de violín como de viola, y su padre es un afamado lutier, con taller en la localidad madrileña de Becerril de la Sierra) logró sin contratiempos la ascensión a estas tres cumbres, aunque, como dijo en la presentación antes del concierto, seguramente en el futuro —en diez o quince años— ascenderá por otras vías. Es lo que tienen algunas de las obras más emblemáticas de Bach: muchos las graban dos y hasta tres veces, porque su visión de las mismas varía con el paso del tiempo. Es también una forma de comprobar cuál ha sido su evolución en la música con el correr del tiempo. Pochekin ya ha anunciado que volverá a grabar las Sonatas y Partitas cuando descubra aspectos nuevos que no ha encontrado por ahora.
Su sonido es nítido y contundente. Su técnica violinística es apabullante. Conoce todos y cada uno de los recovecos de estas obras. No obstante, pienso que a lo que escuché en el Ateneo a le falto algo más de hondura. Seguro que, dentro de unos años, cuando descubra esos otros aspectos en estos prodigios bachiano, su lectura será más introspectiva. Pero es el mínimo pero que, buscándole tres pies al gato, soy capaz de ponerle a las lecturas de Pochekin. El resto fue una exquisitez que solo muy de tarde en tarde uno tiene la oportunidad de paladear.
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